El valor de la educación financiera
Si todos hubiésemos sabido mejor cómo gestionar nuestra economía, la crisis podría no haber sido tan grave
El día 9 de julio, la OCDE hacía públicos, por primera vez, los resultados del informe PISA sobre la competencia financiera de los jóvenes de 15 años en 18 países. España se situó un poco por debajo de la media de la OCDE con 486 puntos, un nivel similar a Francia o Estados Unidos. A pesar de ello, uno de cada seis jóvenes españoles tiene problemas para manejarse con una tarjeta de crédito o reconocer para qué sirve una factura. Otro importante resultado revelador es la fuerte relación entre el origen socioeconómico y el rendimiento en educación financiera, lo que viene a corroborar la importancia de la educación dentro y fuera de las aulas.
Este informe es, sin duda, un hito muy relevante para todos los que desde hace ya tiempo venimos trabajando por la educación financiera.
La educación financiera tiene, sin duda, un alto valor social para las sociedades y las personas. Una mayor educación financiera lleva a la persona y a las familias a una decisión informada, es decir, a una mejor decisión. Una educación financiera que debe promoverse en todas las etapas de la vida, empezando en las edades más tempranas e integrándose en los planes educativos.
La OCDE ya lo apuntaba en su primer informe en 2005. “Los ciudadanos necesitan una mayor comprensión sobre el funcionamiento del sistema financiero para poder gestionar mejor sus deudas hipotecarias o de consumo, ahorrar de forma efectiva para su jubilación, y los Gobiernos de la OCDE han reconocido que deben ayudar a las personas en esa tarea”.
Siguiendo estas recomendaciones de la OCDE, en 2008 el Banco de España junto con la CNMV y luego el Ministerio de Educación impulsaron el Plan Nacional de Educación Financiera en España.
En los últimos años, la educación financiera ha ido tomando protagonismo en la agenda pública, como lo pone de manifiesto, por ejemplo, los Principios sobre las Estrategias Nacionales de Educación Financiera, aprobados por el G 20 en junio de 2012.
En ese reto de educar a las personas a tomar decisiones financieras informadas no solo desempeñan un papel protagonista los responsables de las políticas educativas, los reguladores y supervisores financieros.
Como dijo el presidente del BBVA, Francisco González, en la presentación del informe PISA de educación financiera, patrocinado por el banco, “la educación financiera de las personas es una tarea colectiva en la que las entidades financieras deben desempeñar también un papel fundamental. La educación financiera favorece la situación financiera personal, mejora la gestión del riesgo, impulsa el ahorro y fortalece el sistema financiero. La educación financiera revierte, en definitiva, en ahorradores más consistentes y en deudores más responsables”.
Seguramente, si todos hubiésemos tenido un mayor nivel de educación financiera, la crisis habría sido menos profunda y de menor alcance. Situemos la educación financiera en la agenda pública e impliquémonos todos.
Antoni Ballabriga es director global de responsabilidad y reputación corporativas del BBVA.
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