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Pemex vende un 7,86% de Repsol por 2.091 millones de euros

La compañía mexicana deja la española tras su enfrentamiento con Brufau

Miguel Ángel Noceda
Una estación de servicio de la petrolera mexicana.
Una estación de servicio de la petrolera mexicana. EDGARD GARRIDO (REUTERS)

Fin a un culebrón. El grupo Petróleos Mexicanos (Pemex) abandona Repsol, del que era el socio más veterano y en la actualidad tiene declarada una participación del 9,34%. La entidad anunció este martes en un comunicado enviado a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que ha iniciado la venta del 7,89% del capital de Repsol, lo que cristaliza su abandono.

A precio de cierre de la sesión bursátil de este martes, los 104 millones de acciones de Repsol a los que afecta la operación alcanzan un valor de 2.171 millones de euros. La colocación está siendo realizada por Citigroup Global Markets Limited y Deutsche Bank. Fuentes del mercado citadas por Bloomberg señalan que las acciones se estaban ofreciendo a 20,1 euros, lo que implica un descuento del 3,7% con respecto al cierre de este martes y supone un valor total de 2.091 millones. Con la venta de este paquete accionarial, la petrolera mexicana se deshace del grueso de la participación y la deja reducida a apenas el 1,44%.

La operación se produce pocos días antes de la visita institucional del presidente de México, Enrique Peña Nieto, a España. Precisamente, la polémica ha sido motivo de intenso debate en el país norteamericano durante los últimos meses desde que la empresa que preside Antonio Brufau alcanzase un acuerdo con Argentina para la compensación por la expropiación de YPF.

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De hecho, el ministro mexicano de Hacienda, Luis Videgaray, afirmó el pasado mayo que la venta de las acciones de Pemex “no sería una mala decisión”. Aunque aclaró que debe tomarla el consejo de administración de la petrolera, el hecho de que Pemex sea una empresa pública daba mucho significado a sus palabras. Para Videgaray, la venta “de una empresa como es Repsol, que opera fuera de México, para traer ese capital e invertirlo en las oportunidades que va a tener en México, no sería una mala decisión”.

El director financiero de Repsol, Miguel Martínez, había manifestado al respecto que la petrolera española estaba “complemente abierta” a mejorar su relación con Pemex y “llegar a acuerdos en torno a las cosas que no estaban funcionando bien”. A finales de abril, el consejo de administración de Repsol, a propuesta de Brufau, nombró a Josu Jon Imaz consejero delegado con la oposición del único representante de Pemex, Arturo Enríquez. No obstante, ese nombramiento se entendió como una señal al grupo mexicano para mejorar los lazos. Claramente, si era la intención, ha servido de poco. Emilio Lozoya, el director de Pemex, no ha dejado de expresar su enemistad con Brufau y tenía claro que no servía para cambiar el rumbo.

Al final, la marcha de Pemex supone el carpetazo definitivo a unas malas relaciones que duraban desde que en el verano de 2011 el grupo mexicano acordó con Sacyr, otro de los miembros del núcleo duro de accionistas, sindicar las acciones para después desbancar a Antonio Brufau y determinar un ritmo a la petrolera española distinto al que había llevado en los últimos años.

Aquel acuerdo, que no fue apoyado por La Caixa —el otro socio destacado del grupo, entonces con alrededor del 15% del capital, ahora con algo más del 10%—, obligó a Pemex a duplicar su presencia hasta el 10%. Pero fracasó tras un golpe de mano en el seno de Sacyr que supuso la salida del presidente de la constructora y vicepresidente de Repsol, Luis del Rivero, muñidor de la maniobra. Pemex decidió tras ese episodio dar marcha atrás y en enero de 2012 firmó un pacto con Repsol para normalizar las relaciones, con el compromiso de no bajar del 5% en 10 años ni exceder el 10% del capital de Repsol.

Sin embargo, las cosas no evolucionaron por un camino de rosas, precisamente. Al contrario, fueron a peor a raíz de la expropiación de YPF por el Gobierno argentino de Cristina Fernández de Kirchner en abril de 2012. El grupo mexicano, cuya dirección pasó a depender de Emilio Lozoya tras la llegada al poder de Peña Nieto en diciembre de ese año, pactó un acuerdo con YPF consistente en crear una sociedad con activos expropiados del yacimiento de Vaca Muerta que acabó de enfurecer a Brufau, quien consideró que no respondía a los intereses de Repsol. Brufau contó con el apoyo de todo el consejo de administración, incluido el representante de Pemex.

Tras el acuerdo definitivo el pasado invierno, bastante distinto al que había propuesto Pemex, las relaciones se enconaron y en el seno de la petrolera española la salida de la firma se esperaba de un momento a otro, pese a que de puertas para afuera se dijera lo contrario. Para la compañía no deja de ser un alivio no tener una rémora, aunque fuentes de Repsol sostuvieron este martes que se enteraron de la decisión de vender por el hecho relevante que se publicó en la CNMV.

Pemex ha sido el accionista más antiguo de Repsol. Entró en el grupo al poco tiempo de constituirse a finales de los ochenta tras la absorción de Petronor, en la que el grupo mexicano tenía el 25%. La dilución dejó su participación en el 5%, que mantuvo en todas las ampliaciones hasta el citado acuerdo con Sacyr. Además de los tres accionistas, otro de referencia es Singapur Tesamek (6,26%) y el estadounidense Blackrock (3%).

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Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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