Pruebas bancarias para la economía
Siete años después del estallido de la crisis, aún existe incertidumbre sobre la salud de algunos bancos
Las pruebas de esfuerzo que realizará la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés) y que serán parte del análisis global que realizará el Banco Central Europeo (BCE) a 130 bancos europeos serán singulares por, al menos, dos motivos de enjundia. El primero, porque constituyen el pistoletazo de salida de un proyecto fundamental en el proceso de construcción europea, la unión bancaria. El segundo, porque guardan una relación mucho más estrecha de lo que se podría pensar con el devenir de la economía de la eurozona.
¿Por qué estas pruebas tienen importancia para la economía europea? Porque los bancos y la estabilidad financiera son un condicionante esencial del engranaje de la financiación a la economía real. Si no se sabe cómo están los bancos, estos verán complicado financiarse y, mucho menos, financiar a otros. Casi siete años después del estallido de la crisis, la realidad es tozuda. Aún existe incertidumbre sobre la salud de algunos bancos en Europa. Parte de la responsabilidad es, paradójicamente, de estas pruebas. Los test anteriormente conducidos por la EBA han tenido una credibilidad reducida porque su cobertura y su exigencia han dejado bastante que desear. Hasta ahora, la injerencia política ha permitido que buena parte del sector bancario en numerosos Estados miembros no haya estado sometido a estas pruebas. Y los escenarios y metodologías planteados tampoco han gozado del fervor de los analistas. Tampoco es que la EBA tenga toda la culpa porque, contrariamente a lo que su nombre indica, esta institución ha carecido de autoridad. De hecho, que de estas pruebas se espere algo más es, en parte, porque vienen enmarcadas como parte del análisis comprensivo que el BCE va a desarrollar, son una parte del mismo.
El examen a la banca también tiene incidencia en la economía por lo que representa, ya que constituye una especie de preferencia revelada de las nuevas autoridades supervisoras. Al igual que las elecciones del consumidor “revelan” sus preferencias relativas por determinados bienes y servicios frente a otros, los escenarios macroeconómicos anunciados estos días para las pruebas de esfuerzo revelan la visión de la Supervisión Única Europea sobre la relación entre economía real y sistema financiero en los distintos países del euro. Al margen de los tira y afloja y las probables fricciones que la fijación de esos escenarios haya implicado, contienen una información relevante sobre la posición relativa de partida con la que se considera que parten las economías europeas en este comienzo de andadura de la unión bancaria. En este sentido, para España las cosas no han ido mal, sobre todo teniendo en cuenta de dónde se viene.
Conviene recordar que los escenarios llamados “adversos” son aquellos a los que se otorga una muy baja probabilidad de ocurrencia, pero para los que, en todo caso, las entidades financieras tienen que estar preparadas, aportando capital si es preciso para cubrir potenciales pérdidas ante esa improbable situación. Todo ello porque las crisis son algunas de esas situaciones improbables que acaban ocurriendo. Los escenarios fijados en esta ocasión sugieren que España ha mejorado bastante en su posición económica relativa frente a otros países con excepción —que no es poco— del desempleo.
La diferencia en la salud de la banca dependía
Así, la EBA considera que la caída acumulada del PIB en condiciones macroeconómicas adversas entre 2014 y 2016 sería del 5,9% en España frente al 6,6% en la eurozona. Esto incide sobre la idea que viene cundiendo de que en España es menos probable una recesión en la actualidad que en el conjunto del área del euro. Tampoco podemos olvidar que en los últimos cinco años la macroeconomía de nuestro país ha experimentado un verdadero escenario estresado en su realidad, con una fuerte crisis bancaria, un ajuste inmobiliario brutal y una tensión en la economía real y en los niveles de desempleo sin precedente, para los que el sector bancario español ha tenido que hacer un notable esfuerzo en saneamiento, reestructuración y recapitalización, muy superior al de otros países europeos.
Otro aspecto crucial es la expectativa de inflación, unas de las “revelaciones” que más interesa conocer de los supervisores. Ningún escenario considera posible la deflación en España y para la media de la eurozona la caída de precios en entornos desfavorables es bastante mayor. Los datos de inflación aparecidos esta semana dan un respiro, pero las fuerzas depresoras del nivel de precios seguirán aún durante un tiempo. Esta cuestión es fundamental porque un escenario de inflación reducida o negativa en España es del todo indeseable por el simple hecho de que haría pesadísima una carga de la deuda real mayor que la nominal.
Y así, la mejora relativa en su capacidad de resistencia de la economía española se repite para la mayor parte de los indicadores, menos el paro. En el escenario adverso alcanzaría el 27,1%. Esto, indudablemente, sigue siendo un aviso a navegantes sobre la dificultad que sigue teniendo dar crédito en España y sanear el stock existente. Eso sí, es bastante probable que las pruebas de noviembre marquen parte del punto de inflexión hacia una mejora de las condiciones crediticias en España. La confianza en los bancos españoles ha crecido de forma importante en los últimos meses. El refuerzo de la solvencia que están realizando —y que los test de estrés pueden ratificar— ha retrasado esa “vuelta del crédito”. Sin embargo, desde 2015 es bastante probable que el crédito nuevo supere al amortizado en España y que el engranaje comience a funcionar. Al fin y al cabo, el verdadero estrés que rodea al sector bancario europeo en la práctica es cómo reactivar el negocio tras estos años oscuros, y la respuesta no es otra que la vuelta del crédito.
Junto con su relación con la evolución económica, el segundo aspecto que marca la singularidad del examen de noviembre es que es el primer gran ejercicio del BCE como supervisor único. Podemos ir olvidándonos de mensajes edulcorantes. Las pruebas van a ser duras porque a la incertidumbre solo puede responderse con acción. El principal perjudicado de unas pruebas poco creíbles no sería tanto el sector bancario como el propio BCE. Su papel como supervisor bancario está aún a prueba, y los poderes con que cuenta tras los últimos acuerdos para lanzar la unión bancaria encierran trampas importantes. La principal es que se diera en alguna ocasión un escenario de intervención de algún banco. Para empezar, el propio BCE se queja de su escasa capacidad sancionadora, pero lo que es peor es que una recomendación de intervención de un banco por parte del BCE podría ser discutida políticamente e incluso revertida. Esa situación es hoy por hoy improbable, pero posible, y la mejor manera de evitarla es prevenir. Si las pruebas de esfuerzo son prevención, no cabe esperar de ellas laxitud.
En todo caso, la dureza esperable de las pruebas tiene truco, que puede resumirse como sigue: el análisis toma como base los estados contables a diciembre de 2013. Las entidades financieras, conocidos los escenarios, pueden hacerse una idea más que aproximada de sus superávits o déficits de capital que, en todo caso, sabrán con la suficiente antelación. Para los que el resultado sea un suspenso, es bastante probable que, para el momento del anuncio de su déficit de capital calculado sobre diciembre de 2013, ya hayan aportado la solución a noviembre de 2014. Por si no fuera así, el BCE les concederá nueve meses para ello. Hay rumores sobre algunos países que han hecho hasta ahora un menor esfuerzo por recapitalizar y sanear su banca, a los que se les llega a catalogar como posibles “perdedores” de estos test, pero lo cierto es que lo único que debería haber es un ganador: la transparencia. Que el propio anuncio de estas pruebas y su repetición en el tiempo mantenga alerta a las entidades sobre su solvencia debe ser bien acogido.
Será difícil considerar estos test como una medida del pedigrí de los distintos sectores bancarios europeos. Lo que sí estoy seguro que pondrán de manifiesto es lo que algunos economistas veníamos observando durante los últimos años: la diferencia en la salud del sistema financiero la estaba marcando más la macroeconomía que la eficiencia. La macroeconomía adversa ha llevado aparejada una mayor exigencia de transparencia allí donde las condiciones han sido más duras, pero ahora la transparencia debe ser para todos. La economía europea sigue anémica y, entre otras cosas, necesita afianzar la estabilidad financiera y facilitar que los bancos entren en un terreno más proactivo y menos defensivo.
Santiago Carbó Valverde es catedrático de Economía de la Bangor Business School (Reino Unido) y de la Universidad de Granada e investigador de Funcas.
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