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La Reserva Federal tuvo dificultad para valorar la gravedad de la crisis

El banco central de EE UU publica la transcripción de las reuniones en 2008, el año crítico del colapso financiero

El anterior presidente de la Fed, Ben Bernanke, flanqueado por Henry Paulson, ex secretario del Tesoro, y el entonces responsable de la Sec, Chris Cox, en una comisión ante el Senado por la crisis en 2008.
El anterior presidente de la Fed, Ben Bernanke, flanqueado por Henry Paulson, ex secretario del Tesoro, y el entonces responsable de la Sec, Chris Cox, en una comisión ante el Senado por la crisis en 2008.REUTERS

La Reserva Federal acaba de publicar la transcripción de las conversaciones internas que se mantuvieron en 2008, en pleno estallido de la crisis financiera. Revelan detalles clave que permitirán dar más sentido a lo sucedió en ese periodo crítico, entender la influencia del sistema financiero en el conjunto de la economía y que servirán, además, para valorar el legado de Ben Bernanke al frente del banco central y la visión de su sucesora.

El detalle de las conversaciones se da a conocer cuando Janet Yellen no lleva ni un mes presidiendo la autoridad monetaria. La Fed publica la transcripción pasados cinco años, para dar más transparencia a su labor. Las de 2007 ya mostraron como creció el escepticismo entre los miembros conforme avanzaba el año y el mercado hipotecario se hundía. Los nuevos documentos revelan la dificultad que tuvieron para valorar la gravedad de la crisis.

Los tipos de interés estaban en el 4,25% al acabar 2007. En la primera reunión de enero se recortaron al 3,5% y ese mes de nuevo al 3%. Hubo en total siete rebajas consecutivas, hasta quedar en una banda entre el 0% y el 0,25% en la última reunión de 2008. Ahí siguen desde entonces y no parece que la Reserva Federal vaya a tocarlos hasta al menos mediados de 2015.

Las líneas generales de los debates internos ya se conocieron en las actas que se dan a conocer a las tres semanas de celebrarse cada reunión. Estos documentos, sin embargo, revelan también una parte más humana y todo el trabajo de fondo. La atención se dirigió así directamente a la transcripción del encuentro del 16 septiembre, un día después de que quebrara Lehman Brothers.

Bernanke arrancó la cita pidiendo permiso para utilizar su propio “bazuca”, haciendo referencia en concreto a los problemas que estaban teniendo los bancos centrales internacionales para hacerse con dólares. Se refería a la posibilidad de prestar dinero sin límites a sus socios. Algunos miembros, como William Dudley, sin embargo, se mostraron reacios y por eso pidió ir con cuidado.

Yellen, calificada tradicionalmente como una paloma por su laxitud, consideró en esa reunión que los tipos deberían quedarse intactos. Pero los documentos muestran claramente que retó con insistencia a sus colegas sobre la severidad de la crisis. “El riesgo de un recesión severa y de una crisis de crédito es inaceptablemente alto”, dijo ya en enero, señalando a los mercados globales.

La primera reunión del año fue de emergencia. Bernanke habló también entonces de que la economía estaba “patinando” y admitía que lo que se había hecho no era suficiente para reducir los riesgos potenciales al crecimiento, que calificó de “significativos”. Dos meses después tuvo que ser rescatado Bear Stearns. Su colapso se atribuyó a que los inversores abandonaron la entidad.

Timothy Geithner, entonces presidente de la Fed de Nueva York, defendió la importancia de que el banco central ejerciera su función de prestamista de último recurso. Pero le planteaba un problema salir al rescate de Wall Street, porque eso podría convertirse en un incentivo o atractivo para que cualquier entidad acudiera pidiendo ayuda. “Es un equilibrio muy difícil de lograr”, remachó.

Las palabras de Geithner son de marzo. Tanto la Fed como el Tesoro se negaron seis meses después a intervenir en Lehman. Pensaron que fue lo correcto, pese a los problemas que iba a crear en los mercados financieros. James Bullard, de la Fed de St. Louis, opinó que al negarle los fondos se reestablecía la idea de que el banco central no iba a estar ahí ayudando en cualquier ocasión.

Sí se salió al rescate de la asegurado AIG. "Hay críticas de la derecha y de la izquierda", comentó Bernanke en la reunión de octubre. Como en Lehman, se pedía que se hubiera dejado caer y que fuera el mercado el que se hiciera cargo. Pero el presidente señaló que no se podía quitar la red de seguridad a un "institución crítica en plena crisis financiera y esperar que no fuera un problema".

Como ya había indicado Yellen en enero, entonces presidenta de la Fed de San Francisco, la intensidad del recorte de tipos era la manera de reconocer que se llegaba tarde y de que había reaccionado muy lenta. Aún así, los miembros se muestran reacios al admitir que la economía ya se estaba contrayendo a comienzos de 2008, como señaló David Stockton, el economista del banco.

Bernanke se fio más bien en ese momento en la evolución de los mercados para justificar el recorte. El índice S&P500 se dejaba un 16% desde la reunión de diciembre de 2007. "Es un síntoma de la preocupación creciente por la economía y por los problemas en el mercado de crédito", indicó. Para Wall Street, la recesión era ya un hecho. "Tenemos que movernos, aunque sea al menos para reducir el miedo y la incertidumbre", imploró a sus colegas.

La recesión empezó en EE UU en diciembre de 2007. El problema es que la Fed parecía vivir en su propia burbuja. Incluso en la reunión de septiembre, los economistas pensaban que el mercado inmobiliario conseguiría estabilizarse en 2009. Eso pese a que Yellen insistió en que la economía estaba más débil de lo que se anticipó. Un detalle. En el encuentro de septiembre se cita 129 veces la inflación pero solo cinco el término “recesión”.

Ben Bernanke, como Janet Yellen, tampoco era partidario de reducir tipos en esa reunión de septiembre. Es más, en otra negación de la gravedad de la crisis, se habló incluso de que sería un error dejar el precio del dinero tan bajo tanto tiempo por el riesgo de inflación en el momento de la recuperación. También le preocupaba las implicaciones en el dólar y las materias primas.

En diciembre, tres meses después, la Fed no tuvo más remedio que decir que esperaba que “la recesión sería profunda y prolongada, y que la recuperación sería lenta”. Como dijo Yellen, el alza en la tasa de paro y su combinación con la vulnerabilidad del mercado inmobiliario y el financiero planteaba un reto mayor. De nuevo, la Fed llegaba tarde para prevenir esa espiral.

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