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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hacia la normalización

Santiago Carbó Valverde

La aprobación de la normativa de reconocimiento de activos fiscales diferidos de las entidades financieras como capital es un paso más hacia la normalización del sector que se une a los ya realizados en los últimos años. Esta aprobación se produce además, en un momento en que la troika va a realizar su último examen al sector, una vez que se han completado las iniciativas de recapitalización y reestructuración previstas en el MoU [el memorando del rescate para recapitalizar la banca].

Se trata de una medida en línea con las prácticas del resto de países europeos, aunque con un alcance más reducido, que tan solo estaba pendiente de su armonización y consideración definitiva en España. Con esta normativa se consigue que los activos fiscales, que se reconocían en la norma de capital vigente hasta ahora, puedan seguir reconociéndose al menos en parte. Era algo, por lo tanto, esperado y natural pero la espera ha acabado y este reconocimiento va a aportar estabilidad añadida a una industria bancaria que está dando pasos hacia su recuperación definitiva para impulsar, progresivamente, la recuperación de la economía aumentando el crédito. Paso a paso, pero con firmeza. ¿Por qué ayudan los activos fiscales diferidos en este cometido? Al menos, por tres factores.

El primero, que la regulación financiera está presionando para elevar la solvencia y, aunque los requerimientos de Basilea III se están implementado progresivamente, el mercado ya exige a las entidades financieras unas ratios de recursos propios similares a las que habrá cuando se produzca la plena implementación de las nuevas normas de capital. Con el reconocimiento de parte de los activos fiscales como fondos propios la solvencia de las entidades financieras españolas se armoniza con las instituciones financieras de nuestro entorno. Además, debe considerarse que parte de esos activos surgen de ingentes provisiones realizadas por las entidades financieras españolas, también para prevenir el riesgo.

El segundo elemento positivo es que el próximo año se afrontará el primer análisis comprehensivo de la calidad de los balances que hará el BCE. Tras dos años de recapitalizaciones y de diferentes procesos de reestructuración, las entidades financieras españolas parecen llegar en buenas condiciones. La armonización de los activos fiscales diferidos era un elemento pendiente que ha reforzado aún más esa expectativa de que estas pruebas de calidad y transparencia se afrontan con garantías de cara a la unión bancaria, y en igualdad de condiciones con el resto de entidades de otros países.

En tercer y último lugar, al elevarse la solvencia, queda un espacio mayor para que las entidades financieras puedan impulsar el crédito al quedar más recursos liberados que no deben destinarse a recursos propios y asumir —dentro de prácticas razonables— ese riesgo inherente a su actividad financiera. Esto sucede, además, en un momento en el que el BCE está lanzando señales sobre la necesidad de impulsar el crédito y puede tomar medidas que también favorezcan esa posibilidad. En todo caso, son pasos que suman pero no se pueden lanzar las campanas al vuelo con el crédito con el desempleo aún tan elevado.

Santiago Carbó Valverde es catedrático de Economía de la Bangor Business School (Reino Unido) y de la Universidad de Granada e investigador de Funcas.

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