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Esqueletos con vistas al mar

Las grúas apenas se mueven ya en la Costa del Sol. Las obras nuevas se cuentan con los dedos de una mano en una zona que trata de digerir un enorme parque de viviendas sin dueños, edificios a medio ocupar y complejos abandonados

Una urbanización en Benalmádena, con pisos cerrados e inhabitados
Una urbanización en Benalmádena, con pisos cerrados e inhabitadosGarcía Santos

Las urbanizaciones sin habitar y de aspecto fantasmal, símbolo incómodo del furor inmobiliario y de la época de bonanza, se concentran en la Costa del Sol en la franja más occidental del litoral malagueño. El tránsito por la autopista de peaje que conduce hasta el límite con la provincia de Cádiz se convierte en un espectáculo de estructuras y edificios sin rematar salpicados por Estepona, Manilva o Casares, en pendientes imposibles que invitan a pensar cómo fue posible sufrir semejante fiebre por el ladrillo. Son complejos de viviendas pillados por la falta de dinero y la quiebra de sus promotoras o paralizados por orden judicial. Macroproyectos de centenares de casas, reducidas luego a decenas, que ahora agonizan y solo muestran persianas echadas. Algunas ni eso.

El stock de viviendas nuevas se eleva en Andalucía a 160.446 unidades, de las que 38.862 están en Málaga, según las últimas estimaciones de Unicaja. El parque se ha reducido en 30.000 inmuebles a nivel regional desde 2010, un tercio de ellas (11.900) vendidas en esta provincia.

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La Costa del Sol está plagada de complejos habitables y con pocos inquilinos porque la venta de inmuebles ha sido mínima. Los carteles de inmobiliarias de bancos y promotoras, o simples anuncios de ‘se vende’ con teléfonos de particulares, se agolpan en la decena de urbanizaciones de la zona de Santangelo norte, en Benalmádena. El plan urbanístico para desarrollar este sector se quedó a medias, sin equipamientos públicos ni zona comercial, y hay unas 750 viviendas de las aproximadamente 2.000 proyectadas inicialmente. No están pobladas ni la mitad.

María del Carmen es propietaria desde septiembre de 2012. Lo suyo fue uno de esos chollos que a veces se consiguen en crisis, aunque no todo el mundo está dispuesto a reducir los precios. Compró su casa, de unos 80 metros cuadrados, por 93.000 euros. El anterior dueño se hizo con el inmueble unos años antes por 275.000 euros. En el bloque de al lado, un piso similar al suyo no baja de los 170.000 euros.

Disfruta de unas vistas al mar espectaculares, pero tiene que coger el coche para todo. En el camino se quedaron el supermercado y el gimnasio que había proyectados justo delante de su edificio. Dos de las urbanizaciones de la zona tienen vigilantes de seguridad las 24 horas del día para evitar ocupaciones (ya ha ocurrido alguna vez) y los dueños de las casas vacías, bancos o promotoras, manejan trucos como tener levantadas las persianas para dar apariencia de que están habitadas.

A la entrada del sector, un complejo de color amarillo tiene sus 62 viviendas habitables desde hace años, pero está completamente vacío. Su promotora, Cogilco, logró superar el concurso de acreedores y pretende comercializar el complejo en breve. Varios operarios se dedican ahora a labores de mantenimiento del exterior. La mayoría de las casas se destinarán a alquiler. Frente a estas, una constructora levanta varios adosados. Las grúas apenas se mueven en la Costa del Sol, las obras nuevas se cuentan con los dedos de una mano, porque el parque de viviendas sin vender es demasiado elevado.

Edificio en Marbella sin terminar por problemas derivados de la crisis
Edificio en Marbella sin terminar por problemas derivados de la crisis García Santos

Málaga presenta todas las quinielas posibles que pueden rodear al excedente de cemento. Y no solo en la costa, tanto en la zona oeste como en la parte oriental, donde abundan los ejemplos en Rincón de la Victoria. Las pretensiones faraónicas de crear nuevos núcleos de población que se quedaron por el camino se extienden también al interior.

En el ramal de la A-92 que se dirige al litoral, en Villanueva del Rosario (3.641 habitantes), llaman la atención tres estructuras de ladrillo que se alzan sin enlucir en una pequeña ladera en mitad de la nada. La capital malagueña y la playa están a algo más de 50 kilómetros, el clima es más continental que mediterráneo y solo campo rodea a estos edificios fantasma. Uno de los esqueletos pretendía ser un bloque de viviendas, otro un hotel y el tercero no se sabe ni lo que es. Forman parte del macrocomplejo urbanístico Valle del Rosario Gol, promovido por Grupo Mirador y Aifos (esta promotora está en concurso de acreedores y tres directivos han sido condenados en el caso Malaya).

La intención era construir más de 800 viviendas (la población del municipio se hubiera duplicado), un campo de golf de 18 hoyos, un establecimiento hotelero y una zona comercial. El proyecto se remonta a la década de los noventa, aunque las obras no se iniciaron hasta principios de 2006. Se paralizaron pocos meses después, en verano, por incumplimiento del convenio firmado con el Ayuntamiento. Existía la obligación de iniciar los trabajos por el equipamiento deportivo, pero se optó por levantar primero las viviendas. El abastecimiento de agua tampoco estaba garantizado en ese momento.

El proyecto ha estado salpicado de denuncias que poco a poco han sido archivadas por los juzgados, que no han apreciado ni delito medioambiental ni contra la ordenación del territorio. Lo que continúa en investigación es la denuncia de los particulares que compraron una vivienda en este complejo y se quedaron con las manos vacías.

Las licencias del macrocomplejo son legales y toda la documentación para desarrollar el sector es correcta, explica el alcalde de Villanueva del Rosario, José Antonio González. Incluso el problema del agua estaría solventado gracias a la depuradora que comenzó a funcionar a principios de 2012. Es decir, los promotores podrían ahora continuar con la obra. El alcalde ve “con buenos ojos” un proyecto de estas características, siempre dentro de la legalidad, porque sería un revulsivo para la economía local.

Pero la decadencia del sector inmobiliario no solo se concentra en estructuras espectrales. La Costa del Sol está plagada de complejos habitables y con pocos inquilinos porque la venta de inmuebles ha sido mínima. Los carteles de inmobiliarias de bancos y promotoras, o simples anuncios de ‘se vende’ con teléfonos de particulares, se agolpan en la decena de urbanizaciones de la zona de Santangelo norte, en Benalmádena. El plan urbanístico para desarrollar este sector se quedó a medias, sin equipamientos públicos ni zona comercial, y hay unas 750 viviendas de las aproximadamente 2.000 proyectadas inicialmente. No están pobladas ni la mitad.

Disfruta de unas vistas al mar espectaculares, pero tiene que coger el coche para todo. En el camino se quedaron el supermercado y el gimnasio que había proyectados justo delante de su edificio. Dos de las urbanizaciones de la zona tienen vigilantes de seguridad las 24 horas del día para evitar ocupaciones (ya ha ocurrido alguna vez) y los dueños de las casas vacías, bancos o promotoras, manejan trucos como tener levantadas las persianas para dar apariencia de que están habitadas.

A la entrada del sector, un complejo de color amarillo tiene sus 62 viviendas habitables desde hace años, pero está completamente vacío. Su promotora, Cogilco, logró superar el concurso de acreedores y pretende comercializar el complejo en breve. Varios operarios se dedican ahora a labores de mantenimiento del exterior. La mayoría de las casas se destinarán a alquiler. En frente, una constructora levanta varios adosados. Las grúas apenas se mueven en la Costa del Sol, las obras nuevas se cuentan con los dedos de una mano, porque el parque de viviendas sin vender es demasiado elevado.

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