Rescate limpito, pero caro para usted
La operación es cara. No por su financiación, sino por el tamaño del desastre
La operación de salvamento “es un éxito en el sentido de que la banca española vuelve a estar saneada y a tenerse por su propio pie”. Este es el dictamen de un tipo fiable, el alemán Klaus Regling, jefe de los fondos de rescate (Cinco Días,11 de septiembre).
O sea, ¿resultado limpio, como sostiene Luis de Guindos? Digamos que limpito. Porque esta segunda gran reconversión bancaria exhibe dos agujeros negros, Catalunya Banc y Nova Caixa Galicia: si se hubieran subastado en su momento no estarían deparando aún disgustos. Alguien/es arrastró/a los pies.
Y sobre todo, porque la operación cuesta un ojo de la cara. No por su financiación, pues el préstamo europeo ha sido súper-generoso, a un tipo de interés baratísimo (0,5% de media) y a muy largo plazo (doce años y medio). Sino por el tamaño del desastre: habrá que devolver esos 41.300 millones europeos, que son la gran parte de los 52.000 millones públicos inyectados: los otros 11.000 millones fueron españoles (suyos y míos). Y el FROB ya dio por perdidos en julio 36.931 millones. La mayoría, a costa del contribuyente y algunos inversores de mayor cuantía y preferentistas, contra las profecías oficiales de que el sector iba a absorber todo el coste.
De modo que aún pondremos más, ojalá no mucho más. Aunque sin rescate, el desastre habría derivado en catástrofe.
¿Cuánto más? Depende de si la limpieza fue un baldeo de cubiertas o alcanzó todos los rincones. Y de cómo y cuándo se venza la crisis: a más crecimiento económico, menos peligro. Mucho depende de cómo evolucionen tres cuestiones muy peliagudas:
Primero, la morosidad (préstamos con cuotas impagadas), que llegó al 12,18% del total de los créditos en agosto, y que según Barclays alcanzará el 14% por Navidad. Es una cifra brutal: antes se consideraba que el umbral del 9% suponía el infierno. Pero ahora es distinto, hay un efecto óptico parcial, pues el porcentaje aumenta en parte porque la cifra de referencia (créditos concedidos) se ha encogido. Y luego está el hecho decisivo de que las provisiones — la hucha con que limpiar los créditos dudosos que acaban en fallidos (incobrables)—, ha engordado mucho. El FMI (Global Financial Stability Report, pág 39, 9 de octubre) calcula en 104.000 millones las posibles pérdidas bancarias por este concepto, “pero están completamente cubiertas por las provisiones existentes”. La incógnita yace en la dinámica de la post-recesión: si es trepidante aumentará muy poco la morosidad; o disminuirá. Si va al ritmo pronosticado por Bruselas para 2014 (0,5%, frente al 0,9% que previó antes), nubarrones.
Segundo, la morosidad enmascarada mediante refinanciaciones (más plazo, pago solo de intereses y no del capital...). El Gobierno y el Banco de España han apretado las tuercas: sabemos que la banca tenía en primavera 127.000 millones refinanciados y que la mitad son dudosos, por lo que aumentaron las provisiones en 5.000 millones. ¿Suficientes? Nada sabemos de la cuantía de las operaciones fuera de balance, de las triangulaciones ingenieriles... Las hay. Algún día sabremos. Viscoso.
Y tercero: la deuda pública española en los balances. Aunque ha mejorado un potosí para quienes la compraran en mínimos —lucen plusvalías latentes del 30% al 40%— ¿cómo la considerarán las pruebas de resistencia EBA-BCE del próximo otoño? Un terreno siempre ignoto.
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