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Tiempos duros para el granito

El sector recurre a las exportaciones para paliar el desplome de la construcción

Miguel Ángel García Vega
Cementerio en Fisterra (A Coruña), fabricado con granito.
Cementerio en Fisterra (A Coruña), fabricado con granito.

Los muertos no quieren enterrarse en el cementerio que César Portela pensó para ellos en Fisterra (A Coruña). Da igual que sea una de las obras más admiradas de la arquitectura reciente española. Ni los difuntos ni los vivos acuden al camposanto. Está vacío desde su construcción, en 2002. El arquitecto ha interiorizado que los gallegos tienen una relación tan única con la muerte como la que mantienen con la lluvia. Y en esa serena sucesión creada por Portela de 14 cubos de granito a modo de nichos encastrados en la ladera del monte —como restos varados de un naufragio— no descansa nadie. Da igual que miren al mar.

Quizá no existe mejor imagen que la obra de Portela para retratar el mundo del granito gallego. La soledad de una industria que ha tenido que sobrevivir y reinventarse a través de las exportaciones después del desplome de la construcción nacional. La dureza de un sector que compite en precio, incluso entre las propias empresas de la región, pese a los esfuerzos de las instituciones públicas por acordar estrategias comunes. La incomprensión de una actividad que intenta reivindicar la calidad de su mineral frente a la implacable competencia china o india. Pero, también, la constatación de la belleza de una roca de orígenes humildes —mica, cuarzo y feldespato— que crea en las entrañas gallegas variedades tan famosas como el Rosa Porriño (lleva el apellido del municipio de Pontevedra donde se extrae) con el que se visten algunos de los edificios más icónicos del planeta.

Cuenta César Portela que utilizó en su cementerio el granito Gris Mondariz porque “cuando a la mica le da el sol brilla como si fueran estrellas. Pero podría haber usado cualquier otro, ya que la calidad y las variedades son interminables en Galicia”.

Desde la noche de los tiempos, los canteiros gallegos han tenido una reputación de magos de la piedra. José García es heredero de esa tradición. Padres canteros. Abuelos canteros. Lleva el granito en las manos. José conoce el oficio desde los 16 años y desde hace 30 dirige un pequeño taller en Pontevedra. Antes trabajaban cuatro personas; ahora solo queda una. Y se queja. “El momento es malo. El trabajo ha bajado mucho y el que llega es de mala calidad. Además la competencia está tirando los precios”. Le salva, dice, el talento. La artesanía. Alguna talla especial, cincelar capiteles, restaurar casas viejas...

El sector mueve 320 millones al año y da empleo a 6.500 personas en Galicia

Hoy en día la réplica a lo artesano procede de la industria. En el caso de la granitera gallega es, tras la italiana, la más importante de Europa y la quinta del mundo. De hecho, controla el 85% del mercado nacional y en sus canteras se extrae el 92% (800.000 toneladas) de los bloques de piedra de España, la mayoría de los cuales son transformados en fábricas locales. Es más, en tierras gallegas se tratan 11 millones de metros cúbicos de productos elaborados (el 80% del total del país).

Porque en esta industria no todo responde a ese brillo del que hablaba Portela. El sector lo ha pasado mal. En las canteras y transformadoras de Galicia se han vivido recortes de plantilla y cierres como consecuencia del desplome de la construcción. “Aunque se ha preferido reestructurar antes que cerrar”, apunta Guillermo Pérez, presidente del Clúster del Granito, que reúne a unas setenta empresas gallegas. Sin embargo, la actividad en muchas explotaciones se ha reducido a la mitad.

Estos tiempos duros también se perciben en el relato que hace Nelson Santos, alcalde del Partido Popular de O Porriño —imputado estos días por presunta prevaricación—, donde se extrae el célebre granito rosa. Un color, por cierto, que se “debe a que el feldespato tiene esa tonalidad”, explica Manuel Regueiro, experto del Instituto Geológico y Minero de España. Pues bien, “en esas canteras trabajaban en 2007 entre 900 y 1.000 personas, pero ahora, con la crisis, solo quedan 90 trabajadores”, desgrana Santos. Y las que siguen activas buscan normalizar su situación. “Ninguna de las siete explotaciones en funcionamiento tiene licencia de actividad, pero lo estamos subsanando. Todas han solicitado los permisos y presentado los estudios medioambientales”. Pero ¿cómo es posible que no los tuvieran? Esta actividad comenzó en O Porriño en los años setenta y “las cosas”, recuerda el regidor, “por aquellos días se hacían de otra manera”.

Turquía es el principal destino de las exportaciones españolas

En este contexto complejo, el granito de Galicia aún tiene fuerzas para mover más de 320 millones de euros al año, emplear a 6.500 personas (entre extracción, elaboración y colocación del material) y, sobre todo, buscar su lugar en el mundo lejos de casa. Las empresas gallegas vendieron el año pasado roca en el extranjero por valor de 99,4 millones de euros, que si bien se encuentra por debajo de las ventas de 2007 —cuando alcanzaron el techo de 107,5 millones— revela el esfuerzo de internacionalización de la industria. De momento, Turquía es por tercer año consecutivo el principal destino de las exportaciones de granito elaborado gallego con 58.889 toneladas, un 27% más que en 2011. Detrás llegan Marruecos (41.025), Francia (30.917), Estados Unidos (20.306) y Portugal (15.677). En cuanto a granito en bruto, Portugal es el primer mercado, con 102.453 toneladas exportadas, el 50% del total. Y ambos (bruto y elaborado) aumentaron sus ventas en el exterior un 11% durante 2012.

Pero que nadie piense que salir ahí fuera resulta fácil. “La competencia con el granito chino es muy fuerte. Tanto que casi todo el que se ha colocado aquí en los últimos años procede del país asiático”, apunta otro referente de la arquitectura, Patxi Mangado, quien recurrió a una variedad ibérica (Amarillo Villareal) para dar forma al Centro de Exposiciones y Congresos de Ávila, una de sus obras más reconocidas. A fin de cuentas, tenía que competir con el granito de la vieja muralla castellana.

Ahora bien, una competición que se antoja más difícil todavía es la que atañe a China y sus precios. Un metro cuadrado de Rosa Porriño cuesta, observa Guillermo Pérez, responsable del Clúster del Granito, 35 euros, mientras que su equivalente chino vale 10 dólares en el mercado. Y el sector levanta la voz. “China e India, que tienen grandes carencias en seguridad laboral, respeto al medio ambiente y calidad, están aplicando una política de dumping en los precios que perjudica a nuestras relaciones comerciales en el exterior”, argumenta el clúster a través de una nota.

Entonces, quizá, se impone un cambio de enfoque. “Para nosotros, el granito en España ha desaparecido completamente, puesto que se usa en un 99% en obra pública y esta, hoy por hoy, es inexistente”, describe Mauricio Inglada, gerente de L’Antic Colonial (Grupo Porcelanosa). “Lo compensamos con las exportaciones, que ya superan el 80%, y orientándonos hacia productos de mayor valor añadido donde la competencia resulta menos agresiva”.

Es una salida, ya que esta dureza no solo la sufre Galicia sino también el granito extremeño, que es la otra gran veta de esta roca en España. La actividad, observa Miguel Ángel Rubio, secretario general de MCA-UGT Extremadura, ha caído un 70% en zonas tan emblemáticas para esta piedra como Burguillos del Cerro, Quintana de la Serena o Villar del Rey (las tres en Badajoz).

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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