Los europeos, farolillos rojos
El FMI vuelve a culpar al exceso de austeridad de la anorexia que exhibe la economía europea. Alertó de ello su economista-jefe Olivier Blanchard, con otros dos colaboradores, ya en febrero de 2010. Teorizó la heterodoxa respuesta expansionista del organismo al inicio de la crisis. Propugnó aumentar la inflación, una política fiscal anticíclica y el incremento general de la liquidez (“Repensar la política macroeconómica”, IMF Staff Notes, www.imf.org).
Lo retiteró en otoño, cuando cuantificó que el impacto de un punto de austeridad (recortes de gastos y alzas de impuestos) no retraía medio punto del PIB, como se creía, sino hasta 1,7 puntos, un error por cuatriplicado (World Economic Outlook, 8 de octubre 2012).
Y lo consagra ahora al colocar a los emergentes como campeones del crecimiento en 2013, a EEUU como subcampeones y a la UE y el Japón, de farolilos rojos: el ajuste fiscal en el viejo continente actúa como uno de “los frenos” a su crecimiento (World Economic Outlook de anteayer).
Se puede ir más lejos. El profesor Paul de Grauwe calcula que “el calendario y la intensidad de los programas de austeridad han sido demasiado dictados por el sentimiento de los mercados en vez de ser el resultado de un proceso de decisión racional”: a “mayor pánico de los mercados, más alta fue la prima de riesgo”, pasional, desvinculada de los cálculos fríos. Los mercados financieros han impuesto así una austeridad excesiva en la eurozona, por lo que De Grauwe reclama que el BCE sea más agresivo en ponerlos en vereda (“More evidence that financial markets imposed excesive austerity in the eurozone”, con Yuemei Ji, CEPS, 5 de febrero), lo que ya comparte hasta el Gobierno español.
Si esa excesiva austeridad resulta contraindicada —pocos con seso reniegan de una frugalidad proporcionada—, la idea es “complementar” cierta templanza en el gasto “con medidas que respalden el crecimiento”: el papel de octubre del FMI concretaba dos estrategias para ello, reformas estructurales y política monetaria blanda. ¿Hay más recetas?
Las hay: retrasar el calendario de saneamiento de las cuentas públicas “durante unos años, de modo que el ajuste no sea superior a un punto porcentual del PIB al año”; evitar colapsos en el repago de la deuda reestructurándola en plazos más largos; una política económica, si no expansiva, al menos neutral entre el Norte y el Sur de Europa, en vez de restrictiva para todos; no computar la inversión pública en el cálculo del déficit; afianzar al BCE (o al MEDE) como “prestamista de último recurso; y “un presupuesto comunitario más potente”. Así las propone la Fundación Alternativas en “El estado de la Unión Europea: el fracaso de la austeridad” (www.falternativas.org).
Otro factor clave para la recuperación es que el crédito resucite, en vez de achicarse un 5%. Porque sin crédito apenas hay inversión, y sin esta, ni recuperación ni empleo. El Informe sobre la Estabilidad Financiera que ayer publicó el mismo FMI denuncia el “continuo endurecimiento de las condiciones del crédito bancario” en la eurozona. Y aunque reconoce una cierta debilidad de la demanda de las empresas, considera que “las restricciones de la oferta son prohibitivas para algunas” y se agravan en países como Italia y España, aunque no en Alemania.
Ahora bien, ¿puede haber demanda solvente de crédito en una etapa recesiva en la que las empresas están sobreendeudadas y muestran exceso de capacidad productiva aún no utilizada? Acaso en esta tesitura la secuencia deba ser, primero, destinar buena parte del excedente a desendeudarse (desapalancarse); y solo luego, volver a tomar crédito desde una menor carga y con mejor expectativa de mercado.
El think tank europeG destripa en un detallado estudio del profesor Josep Oliver cómo hogares, empresas y bancos han corregido notablemente sus excesivos flujos de endeudamiento. Pero no tanto sus exagerados estocs de deuda, que han pasado del 381% del PIB (sin consolidar entre los distintos sectores) en 2007, al 306% en 2012 (www.europeg.com). Este asunto, capital para la recuperación, aunque sea de perfil técnico, es uno de los que deberíamos estar discutiendo todos los días, en vez de tener la escena pública traspuesta en un concurso de obscenidades.
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