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Rehn se declara keynesiano

“No estoy seguro de si el propio Keynes sería hoy keynesiano; yo sí lo soy”, declara el comisario en la City de Londres

Olli Rehn, el vicepresidente de Asuntos Económicos de la Comisión Europea
Olli Rehn, el vicepresidente de Asuntos Económicos de la Comisión EuropeaSTEFAN WERMUTH (Reuters)

La receta alemana que Bruselas lleva años dictando para sanear la economía europea se ha dado un duro baño de realidad ante los pésimos datos recientes. Buena parte de los economistas consideran que la medicina favorita de la Comisión —la austeridad— está más cerca de matar al paciente que de curarlo. Consciente de las críticas, el vicepresidente de Asuntos Económicos, Olli Rehn, pasa a la ofensiva ideológica. Hasta el punto de autodenominarse “keynesiano”. “No estoy seguro de si el propio Keynes sería hoy keynesiano. Yo, de hecho, sí lo soy”, dijo Rehn el jueves, reconvertido en defensor del economista inglés en cuyas ideas se basaron los Gobiernos europeos tras la II Guerra Mundial para decretar, grosso modo, un aumento del gasto público como forma de salir de la depresión.

En un discurso pronunciado en la City londinense, el comisario finlandés se declaró seguidor del Manchester en lo futbolístico y de John M. Keynes en lo económico. Y basó su defensa en dos pilares: los países del sur no tienen otra opción que continuar con la disciplina fiscal; pero la píldora ha de endulzarse con un aumento de la demanda de quien pueda permitírselo. “Si tienes margen de maniobra fiscal, puedes impulsar políticas anticíclicas”, aseguró Rehn en lo que pareció una saeta con destino Berlín. No es el caso de los periféricos, donde las políticas de estímulo podrían hacer saltar la alarma en los mercados. ¿La solución? “Tender puentes entre norte y sur”.

La conversión de Rehn no convence a los economistas consultados. “En Europa suele haber dos tipos de keynesianos: los que no han leído a Keynes y los que no han entendido nada de lo que escribió Keynes. No sé en cuál de las dos categorías está Rehn, pero sin duda está en una de ellas”, dispara Wolfgang Münchau, director de Eurointelligence.

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Paul de Grauwe, uno de los economistas más críticos con Bruselas y Fráncfort, explica que Rehn “debe estar bromeando” con esa confesión. "Rehn no destaca precisamente por su flexibilidad. En los recientes debates se ha mostrado inseguro, incapaz de salirse del guión que le escriben. Como responsable de la política económica europea, está por debajo de la media”, ataca. Tom Mayer, de Deutsche Bank, le recomienda renegar de esa confesión “y convertirse en austriaco”. Es decir: ser aún más liberal para luchar contra la crisis. Justo al otro lado del espectro ideológico, los keynesianos con pedigrí llevan tiempo criticando el “acto criminal” que supone “ignorar deliberadamente las lecciones del pasado” y proferir “lamentables perogrulladas sobre la responsabilidad fiscal y el restablecimiento del crecimiento y la confianza con políticas de austeridad”, asegura el Nobel Joseph Stiglitz en El precio de la desigualdad (Taurus).

Hay un aspecto en el que el comisario sí puede haber cambiado. En una carta enviada hace unos días a los ministros de Finanzas del euro, Rehn sostenía que el debate con el FMI sobre el impacto que la austeridad había tenido en el crecimiento “no sirve de ayuda y amenaza con erosionar la confianza”. Ahora, considera que “los debates académicos siempre pueden enriquecer las decisiones de política económica; los responsables políticos deben estar siempre abiertos a que les rebatan sus ideas”. La conclusión, eso sí, sigue invariable: la economía no va mal porque todos los países se hayan puesto a la vez a dieta. “Centrarse en la política fiscal es una visión muy limitada. ¿Dónde está el principal problema? En las excesivamente rígidas condiciones con las que empresas y familias acceden a la financiación”, dictamina.

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