Grecia necesita 32.600 millones más para cumplir con el déficit
El Eurogrupo acaba sin acuerdo y aplaza las principales decisiones sobre Atenas al día 20
La crisis griega es un extraño delirio del que Europa sigue sin saber cómo despertar. La realidad, de la que en Bruselas solo se habla con la boca pequeña, es que Atenas no puede salir de esta sin algo sospechosamente parecido a una reestructuración de su deuda. Y, en clave española, la verdad es que los bancos españoles no tenían apenas un euro de riesgo en el país balcánico, pero España se expone ahora a perder parte de los cerca de 7.000 millones con los que ha contribuido al mal llamado rescate de Grecia, que en realidad solo ha servido para salvar bancos alemanes y franceses. Grecia está en plena depresión, el paro ronda el 25%, la economía se ha contraído un 20% en cinco años y el país no vislumbra el final del túnel ni de lejos. Y aun así la zona euro y el FMI siguen sin ponerse de acuerdo sobre lo que Atenas necesita: los ministros de Finanzas de la eurozona aplazaron la noche del lunes hasta el próximo día 20 las principales decisiones sobre ese país.
No hay fumata blanca. Europa sigue buscando la forma de darle una prórroga a Atenas para cumplir sus metas de déficit. Se trata de cuadrar el círculo: de proporcionar dos años más sin tener que desembolsar un solo euro adicional y tratando, dentro de lo posible, de que eso no suponga una carga aún mayor para la abultada deuda helénica. El esperado informe de la troika (Comisión, BCE y FMI) sobre Grecia, que este lunes se puso por fin sobre la mesa, trae malas noticias: si Europa concede el caramelo de los dos años adicionales para cuadrar las cuentas, Atenas necesitará 32.600 millones adicionales (y de esa cifra 15.000 millones en 2014) para cumplir con la sacrosanta norma del rebajar el déficit al 3% en 2016 en lugar de 2014.
Esa flexibilidad –que junto con el dinero del próximo tramo de la ayuda se concederá el día 20 si y solo si el Gobierno aprueba un paquete de medidas de última hora— persigue que los recortes no acaben de asfixiar a la maltrecha economía griega.
El informe de la troika es relativamente “positivo”, según resumió el presidente del Eurogrupo, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, después de que el Parlamento haya aprobado el enésimo paquete de austeridad —por 13.500 millones— y el presupuesto de 2013, que ha dejado jirones en la coalición del Gobierno de Antonis Samarás. Varios ministros europeos se declararon ayer impresionados por los progresos en Atenas. Palabrería: aun así no hubo acuerdo para el desbloqueo de un tramo de 31.200 millones de la ayuda a Grecia, pese a que el país tiene que hacer frente a varios pagos esta misma semana y la caja está casi vacía. Para eso, hay que acometer nuevas medidas.
Junto con esa vuelta de tuerca adicional, el asunto es ahora cómo suavizar las metas de déficit sin pedir a los socios del euro que se rasquen el bolsillo y sin elevar el nivel de deuda de Grecia, que se acerca a toda velocidad al 200% del PIB. El FMI puso en su día como condición para participar en el rescate que la deuda bajara hasta el 120% del PIB en 2020. Ese listón es prácticamente inalcanzable. Los ministros del euro se escudan ahora en cuestiones técnicas, pero tras la voluble gestión europea de la crisis de Grecia hay básicamente falta de impulso político: la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, Rehn y Juncker reconocieron que no hay acuerdo. Frente a la reestructuración de la deuda en manos de los países europeos que pide ya abiertamente el Fondo (pese a que esa institución no participaría en una medida de ese calibre), los socios barajan opciones algo menos dolorosas, que incluyen un recorte en los intereses de las ayudas, una extensión de los plazos o algún tipo de ingeniería financiera para que Grecia use parte del dinero del rescate para recomprar sus bonos. Cualquier cosa con tal de no rascarse el bolsillo. Juncker sugirió ayer que el Eurogrupo prefiere permitir que la deuda griega no baje hasta el 120% hasta 2022: eso sería retrasar dos años el objetivo, algo que el FMI no quiere ver ni en pintura.
Una cosa nunca cambia: viene otra ronda de austeridad. El informe de la Comisión, el BCE y el FMI detalla un reguero de despidos en el sector público y nuevos recortes de salarios, pensiones y prestaciones sociales. Al final, la troika asume que se las prometía felices, pero los efectos balsámicos de esa salvaje devaluación interna no acaban de llegar. “Hay que asumir que los mercados van a permanecer escépticos con Grecia durante mucho tiempo, tanto por la vulnerabilidad resultante de la elevada deuda como por los riesgos políticos”, vaticina un voluminoso informe de 115 páginas. Un augurio difícil de explicar a los más de miles de atenienses que cada semana toman la plaza de Sintagma.
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