España renuncia a mejorar el saldo presupuestario con la UE por el rescate
España será contribuyente neto por primera vez en medio de la peor crisis en décadas Berlín quiere un recorte de hasta 100.000 millones
Edimburgo, 1992. Felipe González se levanta airado de la mesa esbozando un gesto de abandono, y tras ese ardid acaba emulando a Margaret Thatcher (aquel “quiero que me devuelvan mi dinero”) y consigue un cheque español con tonalidades socialdemócratas: los fondos de cohesión, pensados para que los presupuestos de la Unión permitan que los países pobres se acerquen a los ricos. Siete años más tarde, en Berlín, José María Aznar abandona la reunión para fijar los presupuestos de de 2000 a 2006 con un bloqueo sintetizado en una frase ya célebre —“yo me fumo un puro”— y consigue así que las demandas españolas se acepten a regañadientes. Con menos aspavientos, José Luis Rodríguez Zapatero repite la jugada en 2005 y consigue buenos resultados, aunque para entonces la economía española lleva años creciendo como un tiro (a lomos de una burbuja indomable) y el saldo con la UE se va achicando.
España ha salido siempre relativamente airosa de esas negociaciones. Esta vez no es diferente, pese a que, tras la ampliación de la Unión, España será contribuyente neto por primera vez: las cosas no pintan mal tras las primeras propuestas y España podrá suavizar el impacto de las perspectivas financieras 2014-2020. Paradójicamente, eso sucede en medio de una crisis oceánica y con Madrid de perfil: el equipo de Mariano Rajoy asume que no está en disposición de negociar demasiado, con todo el alboroto relativo al supuesto segundo rescate sobrevolando Bruselas y Berlín, según fuentes próximas a las negociaciones.
Los presupuestos de la UE siempre requieren de una cierta liturgia, que pasa por estar al filo del fracaso en una cumbre para traspasar una presión agónica a la siguiente. El presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, ha convocado una reunión exclusiva sobre las perspectivas financieras 2014-2020 para el 22 y 23 de noviembre. Ahí probablemente no habrá acuerdo y España no prevé levantar la voz; más bien al contrario. “Madrid ha renunciado a mejorar su saldo presupuestario, entre otras cosas porque de momento las propuestas que hay sobre la mesa le favorecen, y ante la seguridad de que debe guardar balas para la negociación del cien veces negado rescate”, apuntan fuentes europeas.
La marca España cotiza a la baja. “Alemania lidera un grupo de países amigos de la austeridad y lo que ellos llaman ‘mejor gasto’, y Berlín lleva meses machacando con la idea que España ha tirado parte del dinero en aeropuertos vacíos y carreteras a ninguna parte”, según fuentes diplomáticas, que admiten que habrá que hacer “malabares” para lograr un acuerdo favorable.
Herman van Rompuy ha convocado una reunión exclusiva sobre las perspectivas financieras 2014-2020 para el 22 y 23 de noviembre
España venía aportando en torno al 8% del presupuesto (una cifra que se acerca a los 20.000 millones anuales) en los últimos años y recibía entre el 9% y el 10%. Esta vez la factura saldrá a pagar “casi con total seguridad”, explicaron ayer fuentes diplomáticas, que rechazan ofrecer cifras por el momento. Se pierden en torno al 30% de los fondos de cohesión, pero se compensan con fondos para regiones que salen de ese objetivo (las denominadas phasing out en la jerga imposible de Bruselas) y se obtiene dinero fresco destinado a los países que se han visto sumidos en profundas crisis porque están haciendo recortes y reformas en profundidad.
El problema es que ahora las cifras que se manejan son las de 2009, cuando la economía española aún resistía los embates de la Gran Recesión. “Por eso, paradójicamente, si no hay acuerdo España puede verse beneficiada, porque a medida que pasen los meses se va a poder trabajar con cifras más recientes, seguramente al menos las de 2010, un año en las que la crisis ya se había dejado notar. Ese caso eso beneficia claramente a Madrid”, según las mismas fuentes.
Las negociaciones por los presupuestos resumen los problemas del euro: una cierta parálisis que no ayuda a fraguar acuerdos en busca de un presupuesto “federal”, que permita a las instituciones europeas desempeñar un papel estabilizador en situaciones de crisis. El presupuesto europeo es de apenas el 1% del PIB; el de EE UU está en torno al 20%. Lejos de elevar esa cifra (y de traducir en dinero contante y sonante ese soniquete de más Europa que solo funciona como eslogan), la mayoría de los Veintisiete, y en especial los que más mandan —con Alemania inevitablemente a la cabeza— tienen en mente recortarlo.
España peleará para las regiones que salen del objetivo cohesión: Andalucía, Castilla-La Mancha y Galicia
La tijera de Berlín empieza a perder adeptos porque la receta no funciona (el sur del continente está ya en depresión y el conjunto de la zona euro ha entrado en recesión), pero la canciller Angela Merkel está dispuesta a poner una pica más en Flandes: la habitualmente sumisa Bruselas es la próxima víctima propiciatoria. La Comisión presentó un proyecto que suponía algo más de un billón de euros para los próximos siete años con un ligero incremento respecto a la negociación anterior, pero nadie quiere rascarse el bolsillo: la presidencia chipriota ha rebajado esa cifra en 50.000 millones, y Alemania presiona para que la cifra baje en 100.000. Londres ha llegado a hablar de una poda de hasta 200.000 millones. Justo al otro lado, el bloque del Este —liderado por Polonia— y los países tradicionalmente beneficiarios de fondos —el llamado grupo de la cohesión— claman contra esa tijera.
España aspira a no perder demasiado en ese contexto de recortes, por un lado, pese a la constatación de que por primera vez va a pagar más de lo que recibe. Con esos condicionantes, la delegación española en la negociación se ve obligada a hacer encaje de bolillos. “En temas agrícolas, España está junto a Francia; en cohesión, va de la mano de Alemania. En ambos capítulos sale relativamente bien del trance. Además, le benefician los fondos destinados a mitigar el impacto de la crisis, y los fondos para las regiones en el segundo escalón de pobreza relativa (Andalucía, Castilla-La Mancha y Murcia)”, según fuentes europeas.
El problema es que con los problemas de la crisis, ni Zapatero ni Rajoy han definido una posición clara a tiempo. En esta recta final, España peleará la mejor opción posible para las regiones que salen del objetivo cohesión (Andalucía, Castilla-La Mancha y Galicia, dos de ellas del PP) y conseguir el mayor pellizco por ese lado.
Según las fuentes consultadas, España debería aspirar a elevar los fondos destinados a suavizar el impacto de la crisis del euro en los países que están acometiendo reformas. “Pero con la necesidad de ayuda financiera y tal vez de un segundo rescate, España no está para muchos órdagos”, indican fuentes de la Comisión. “Madrid verá sus reivindicaciones más o menos satisfechas porque le favorece la estrategia de Francia y Alemania. Para pelear por algo más no ha hecho los deberes; solo le quedaría echar mano de la amenaza de bloqueo, como hizo Aznar en su día. Aunque para echar ese órdago no hay que mostrar demasiadas fisuras por donde te puedan coger, y ese no es el caso”, añaden.
Nadie discute que la agricultura siga llevándose el 40% del dinero y concentre solo entre el 4% y el 8% del PIB
Al margen de cómo quede la factura española, el problema de fondo es otro. Bruselas considera un gravísimo error extender los recortes al presupuesto. “Somos conscientes de la necesidad de ahorrar, pero el presupuesto de la UE debe interpretarse como una inversión, no como un gasto”, indicaba hace unos días un portavoz de la Comisión (obviando que los presupuestos nacionales también lo son y en cambio ahí se exigen fenomenales tijeretazos). El Parlamento Europeo va en la misma línea, tanto desde la bancada conservadora como desde la progresista. Salvador Garriga, del PP Europeo, indica que el recorte de la presidencia chipriota “ha telegrafiado al Consejo que la cifra final solo puede ser muy a la baja, con un recorte del entorno de los 100.000 millones, y eso sería inadmisible”.
“El proyecto europeo solo puede languidecer con tan escasa ambición”, añade Eider Gardiazábal, del grupo socialista. En medio de la refriega, nadie discute, por ejemplo, que la agricultura siga llevándose el 40% del dinero (y concentra solo el 4% del PIB y el 8% del PIB), cuyos grandes beneficiarios de esa partida, no hay que olvidarlo, son la Casa de Alba, los Windsor y compañía.
No hay nada más falso que levantar la bandera política de una Europa fuerte con un presupuesto minimalista, y encima con serios problemas de reparto del escaso dinero que se pone sobre la mesa. Pero a la postre, a España le va relativamente bien parapetándose tras Francia en temas agrícolas y tras Alemania en cohesión, sin apostar con claridad por capítulos como la I+D que le permitirían jugar en otras ligas: “Es como si el presupuesto encumbrara la Europa (y la España) de los tomates y de las carreteras, pero no la de la tecnología”, indica una fuente del Consejo.
En medio de la peor crisis desde su nacimiento, la UE camina entre el antiguo y el nuevo régimen sin que el anterior haya desaparecido del todo ni el actual se haya implantado definitivamente. Las palabras clave en Bruselas apenas son cuatro: crisis, recortes, agricultura y desacuerdo. Cuando coinciden una crisis económica y otra política vienen tiempos malos: las perspectivas financieras 2014-2020 son solo una manifestación más de ese escenario de pesadilla.
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