El lastre europeo
El Fondo Monetario Internacional reconoce que La austeridad presupuestaria como única política económica es contraproducente
Está en lo cierto el Fondo Monetario Internacional (FMI) al reconocer que la austeridad presupuestaria como única política económica es contraproducente. El caso de la Eurozona aporta evidencia suficiente. La excesiva concentración en el tiempo de ambiciosas pretensiones de saneamiento de las finanzas públicas no solo no fortalecen la confianza de los agentes económicos, sino que tienen un efecto contractivo sobre el crecimiento económico, tan inmediato como significativo. Las estimaciones de los multiplicadores fiscales aportadas por el propio FMI así lo demuestran. Ese menor crecimiento de las rentas de los agentes económicos y de la actividad comercial reduce la generación de ingresos impositivos, dificultando el alcance de los objetivos de déficit público.
Si esos propósitos de saneamiento de las finanzas públicas además de excesivamente ambiciosos son simultáneos en la mayoría de las economías, la continuidad de la recesión esta asegurada. Tanto como la emergencia de una creciente frustración y una no menos creciente desconfianza en las políticas económicas. Vuelve a ser el caso de Europa. A la recesión de este año no le va a suceder precisamente una intensa recuperación. En realidad, la Eurozona seguirá constituyendo el principal lastre sobre la recuperación de la economía mundial, como las previsiones del Fondo han vuelto a poner de manifiesto.
No es la primera vez que esa institución advierte sobre las consecuencias de la excesiva ambición en la persecución de objetivos de reducción del déficit público. Están en lo cierto sus responsables al recordar la obviedad de que tal pretensión no es precisamente una carrera de velocidad, sino más bien un maratón. También es cierto que la credibilidad de los Gobiernos y, en última instancia, la atracción de los mercados de bonos no se fortalece con la asunción de objetivos de imposible cumplimiento.
Europa debe asumir las recomendaciones del FMI y dosificar inteligentemente los esfuerzos del necesario saneamiento de las finanzas públicas. Debe hacerlo compatible con las reformas en las que asentar un mayor y mejor crecimiento económico, pero también con estímulos directos a la demanda. Desde luego en aquellas economías que no están bajo el escrutinio de los mercados de bonos, o que directamente están obteniendo ventajas de ese carácter de refugios ante la aversión al riesgo en las economías periféricas. Las autoridades alemanas deben rendirse a la evidencia y facilitar la necesaria dosificación de los esfuerzos de ajuste presupuestario en las economías del sur, al tiempo que propiciar estímulos y crecimientos de salarios en su propio país. Además, la evitación de males peores a los ya previstos para Europa y toda la economía mundial debe amparar el lanzamiento de iniciativas de estímulo paneuropeas, como pueden ser las vinculadas a programas de inversión del Banco Europeo de Inversiones.
Los riesgos derivados de mantener políticas que han fracasado no son únicamente los asociados a una nueva recesión de la economía mundial, sino los que convierten en relevantes los temores a una completa depresión en aquellas economías como la española que siguieron sin contestación las directrices alemanas. Ahora el FMI nos ha dicho que, en ausencia de modificaciones en esas orientaciones procíclicas, el déficit publico español no alcanzará el pretendido 3% del PIB hasta 2017.
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