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Latinoamérica pide infraestructuras

El crecimiento económico debe traducirse en mejores transportes y comunicaciones

Alejandro Rebossio
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, anunció el miércoles un ambicioso plan de inversión en infraestructuras.
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, anunció el miércoles un ambicioso plan de inversión en infraestructuras.EFE

Quien se dé un paseo por Latinoamérica podrá observar que la actividad económica sigue siendo intensa, después de una década de crecimiento y a pesar de la desaceleración mundial. En este tiempo, la pobreza se ha reducido y una parte de la población ha empezado a consumir como parte de la clase media. Pero también se advierten vagones de metro o autobuses antiguos, carreteras llenas de parches, casas rurales sin electricidad, chabolas con conexiones clandestinas, barrios sin alcantarillas, ausencia de banda ancha... Latinoamérica afronta el reto de una infraestructura deficitaria que no está acorde con el crecimiento económico ni con las necesidades de sus ciudadanos.

“En términos del PIB, está claro que el esfuerzo de inversión en infraestructura se ha de multiplicar”, opina el director de asuntos económicos de la Secretaría General Iberoamericana (Segib), Federico Poli. En los años ochenta, la región gastaba en infraestructuras más del 3% del PIB y casi todo era financiado por el Estado. En los noventa bajó al 2%, con mayoría del peso en el sector privado, y a principios del siglo XXI cayó a poco más del 1%. Desde 2007 se ha recuperado por encima del 2%, con mayor participación del Estado que privada, aunque ya no hegemónica.

Los centros de análisis latinoamericanos reconocen que se necesita más que duplicar los gastos actuales y acercarse, por ejemplo, a los niveles del Asia emergente. “Serán necesarias inversiones cercanas al 5% del PIB anual para cubrir la brecha existente y acompañar el crecimiento previsto para acceder al desarrollo”, opina la Corporación Andina de Fomento (CAF), el banco de desarrollo de Latinoamérica.

“Las necesidades de inversión para atender la demanda de infraestructuras entre 2006 y 2020 ascenderían a un monto promedio anual equivalente al 5,2% del PIB de la región, que se desglosaría en un 2,7% destinado a nuevas inversiones y un 2,5% para afrontar los gastos de mantenimiento”, opinan dos expertos de CEPAL, Daniel Perrotti y Ricardo Sánchez, en otro informe. Los sectores donde más se necesita inversión, a su juicio, son las telecomunicaciones (2,2% del PIB regional) y energía eléctrica (1,7%), mientras que las redes de agua y saneamiento requerirían el 0,2%.

Los expertos recomiendan invertir el 5% del PIB anual

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, dio el miércoles un paso adelante en la modernización de las infraestructuras de su país, al anunciar inversiones por valor de 53.000 millones de euros durante los próximos 25 años. El plan contempla el trazado de 7.500 kilómetros de carreteras y 10.000 kilómetros de red ferroviaria, incluido el proyectado y polémico tren alta velocidad entre Río de Janeiro y São Paulo. Se prevé que el Gobierno de Brasilia anuncie en los próximos días nuevas inversiones en puertos y aeropuertos.

El transporte es uno de los sectores que demandan más inversión en toda América Latina ante el fuerte aumento de la demanda de movilidad, de personas y bienes. En Europa, el 95% de los caminos están pavimentados; en EE UU, el 60%; en Argentina, el 31%; en Brasil, el 12%; en Chile, el 21%; en Colombia y Perú, el 14%, y en Venezuela, el 37%. No obstante, hay progresos. “Ha habido importantes avances en carreteras en Argentina, Brasil, México y Colombia, pero hemos olvidado la competencia entre transportes, casi hemos olvidado el ferrocarril”, observa Jordan Schwartz, experto del Banco Mundial. Solo el 9% de la carga se mueve por fuera de las carreteras. “Es un nivel muy bajo y nos preocupa por las vidas, la productividad, los costes, la competitividad de las exportaciones y el impacto ambiental. Se ha invertido en Brasil, México, Chile y algo en Perú, pero casi todo se invirtió en carreteras. Además no ha continuado la inversión fuerte en hidrovías que hubo en los años noventa”, añade Schwartz. La CEPAL además advierte que los puertos están atascándose.

El transporte urbano de pasajeros también supone una cuenta pendiente. “Aún existe una deuda de movilidad con los sectores menos favorecidos, que condiciona su inclusión en la sociedad”, reconoce la CAF. “Hemos visto un crecimiento importante en buses rápidos en Curitiba, Bogotá o Monterrey, pero si se piensa en la cantidad de ciudades que tenemos y la cantidad de usuarios, el progreso es pequeño”, dice Schwartz.

La disponibilidad de internet crece más lentamente que los móviles

El servicio eléctrico en América Latina ofrece una cobertura del 93% de la población, con niveles del 99% a nivel urbano y del 74% rural. Esas medias esconden zonas más rezagadas. Las grandes dimensiones geográficas obligan a fuertes inversiones en redes de alta tensión. El transporte de gas natural también debe vencer esas distancias. Además, la energía y el transporte deben tender a la sostenibilidad ambiental y prescindir cada vez más de los combustibles fósiles, según el gerente de infraestructura del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Alexandre Rosa.

La disponibilidad de Internet y de ordenadores personales ha crecido, pero más lentamente que la telefonía móvil, hasta alcanzar un 36% y 17% de penetración, respectivamente. La banda ancha tiene aún un estado incipiente de difusión (cercano al 7%, mucho menor que el 24% o el 30% de países desarrollados), lo cual plantea un desafío creciente para la inclusión social y la competitividad en todo el territorio, según la CAF.

Las redes de agua potable y saneamiento constituyen otro desafío. “Es impresionante que hace seis o siete años había un 87% de cobertura de agua potable y esa cifra no haya cambiado nada”, advierte Schwartz. “El acceso a servicios de saneamiento, del 73%, tampoco cambió. El crecimiento de hogares en la región ha sido igual de rápido que el crecimiento en el sector. Y esta carencia tiene mucho impacto en la gente, en los niños y en la productividad”, añade el economista del Banco Mundial. El agua será un bien escaso en 2025, según la CAF, y eso será un problema no solo para la población, sino también para el comportamiento de la industria, la agricultura y la minería.

Poca capacidad para planificar

Resulta difícil explicar por qué Latinoamérica no aprovecha su bonanza para mejorar sus infraestructuras. Daniel Perrotti y Ricardo Sánchez, especialistas de la CEPAL, destacan que en los últimos años la posición fiscal de los Estados ha mejorado y podrían elevar su inversión, pero lamentan que estas hayan sido “insuficientes” por la “elevada volatilidad macroeconómica, la falta de políticas integrales, problemas regulatorios y de financiamiento”. Alexandre Rosa, del BID, encuentra una explicación. “El proceso de consolidación fiscal por el que pasó la región en los años noventa dejó cicatrices en la formulación, planificación y ejecución de proyectos. Cuando los países volvieron a invertir en infraestructuras, hacia 2005, tenían una demanda reprimida brutal y optaron por la financiación pública, que es más rápida, pese a las ganancias de eficiencia a largo plazo que ofrece la ejecución privada. Las asociaciones público-privadas (APP) son más complejas y difíciles de estructurar. Pero los Estados se encuentran con capacidad de inversión y no con capacidad de ejecución”, opina Rosa.

Federico Poli, de la Segib, cree que “el Estado por sí solo no tiene la capacidad financiera para afrontar el déficit de infraestructuras”. De ahí que los organismos multilaterales recomienden las APP. “Es importante que haya acuerdos entre Gobiernos y empresas para que pueda aparecer la inversión y la financiación privada y multilateral. El Estado no tiene capacidad para afrontarlo, máxime cuando hay necesidades sociales por cubrir. Es una elección compleja políticamente”, dice Poli. J

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