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¿Qué se guarda Draghi en la chistera?

El Banco Central Europeo baraja múltiples acciones para relajar las presiones de los mercados

Claudi Pérez
El presidente del BCE, Mario Draghi.
El presidente del BCE, Mario Draghi.THIERRY CHARLIER (AFP)

No solo comparten su ubicación en Fráncfort: el BCE heredó del Bundesbank la prohibición de comprar deuda pública en el momento de su emisión y de reflotar Estados menesterosos. Los tratados europeos no descartan explícitamente las compras de deuda ya emitida en el mercado de segunda mano, pero ese procedimiento choca con la filosofía que presidió la creación del euro. Aun así, el BCE compró bonos griegos y portugueses en la primavera de 2010, y de nuevo bonos italianos y españoles en el verano y el otoño de 2011. Pero con la boca pequeña. En mínimas cantidades. Y con argumentos tan alambicados que todo el mundo percibió la incomodidad del eurobanco, obligado a enfrentarse a las reticencias de varios países, encabezados por Alemania (cuyos consejeros, los halcones Axel Weber y Jürgen Stark, acabaron dimitiendo y criticaron al BCE por asumir riesgos excesivos y considerar esas intervenciones transferencias disfrazadas).

Es poco probable que el BCE reabra su programa de compra de bonos porque, además, los expertos en política monetaria consideran que un país que goza de la generosidad del banco central puede sentirse tentado a abusar de ella: la Italia de Berlusconi retiró buena parte de los recortes que tenía previstos cuando vio que el BCE abría fuego. Por todo eso es probable que al BCE le tiemble la mano con la compra de bonos, a diferencia de los que han hecho el Banco de Inglaterra y la Reserva Federal de Estados Unidos. Sin embargo, en la caja de herramientas hay múltiples opciones para relajar las presiones en los mercados (a cada cual más alambicada, con ese laberinto de acrónimos y ese lenguaje imposible que caracteriza al eurobanco).

Es poco probable que el BCE reabra su programa de compra de bonos

Las relaciones entre el BCE y los países más fuertes de Europa parecen en este momento un juego de estrategia: está en juego la credibilidad del eurobanco, pero también el futuro del euro. Nada es gratis: cada movimiento excepcional del BCE va acompañado de duras peticiones. Ahí van las principales opciones de las que dispone Draghi para garantizar que sus declaraciones ese —”créanme: será suficiente”— son, a diferencia de lo que suele ocurrir en Bruselas, algo más que palabras.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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