El síndrome bancario
Un rescate a través del FROB implica que el Estado se compromete a devolver las ayudas
En ningún otro país como en España existe una relación tan estrecha entre el sistema bancario y la evolución económica, relación que a su vez acaba contaminando de forma inevitable la salud de las finanzas públicas.
Este hecho resulta especialmente relevante cuando se analiza la tipología de ayuda que finalmente se pueda articular para España, y se compara con la de otros países de nuestro entorno. Tanto al inicio de la crisis como cinco años después, el nivel de deuda pública en España es muy inferior a la de la media europea, o incluso a la de países como Francia o Alemania. Sin embargo, el endeudamiento del sector privado –en su práctica totalidad canalizado a través del sector bancario- es manifiestamente superior al de nuestros socios comunitarios De ahí la obsesión con dejar claro que el rescate no se refiere al Estado, sino al sistema bancario, síntoma y mecanismo vehicular por excelencia del gran problema diferencial de España frente al resto de Europa.
Con ese matiz, no tiene ningún sentido negar la evidencia del rescate en un entorno como el actual. Con una tasa de paro del 24%, una economía doméstica que se ha contraído más de un 16% desde el inicio de la crisis, y que puede añadir otro 7% adicional de caída entre 2012 y 2013, es evidente que la capacidad de devolución de esas deudas se ve seriamente condicionada, y con ello la del normal desenvolvimiento del sistema bancario. No es de extrañar que el deterioro bancario, y con él las crecientes dudas sobre el verdadero valor de sus activos y la capacidad de generar excedentes con el que hacer frente a los saneamientos, se haya agudizado con el deterioro de la economía, en una peligrosa espiral dinámica que rápidamente convierte en obsoletas las más objetivas estimaciones que puedan realizarse sobre necesidades de capital.
Precisamente le elevada interrelación entre la evolución del ciclo y el potencial incremento de la morosidad y deterioro de los activos hace que las estimaciones sobre las potenciales provisiones que requiere el sector sean dinámicas. Ello explica el elevado rango de estimaciones que se viene manejando en cuanto a dichas necesidades, que poco contribuyen a reforzar la credibilidad del sistema y su capacidad para asumir los saneamientos internamente, dando por hecho la inevitable apelación a fondos europeos.
Es en este punto en el que cobra una gran relevancia la modalidad de rescate finalmente aprobada, que una vez más tratar de resumir el eclecticismo habitual en los procesos negociadores en Europa entre las posturas más extremas, en este caso la española y la alemana. Es comprensible el rechazo español a un rescate al uso (directamente del Estado), en la medida en que nuestras cuentas públicas, y el grado de condicionalidad efectivo en las políticas económicas, difícilmente podría aceptar la adversa señalización de un rescate acompañado de nuevas medidas de condicionalidad explícita. Por otro lado, un rescate directamente dirigido a los bancos, aparte de resultar imposible en el marco jurídico comunitario, registra una fuerte oposición en el principal país aportante -Alemania- e incluso un cierto componente de agravio comparativo con otros países, como Irlanda. Por lo tanto, además del retraso temporal que esta alternativa hubiera supuesto, las reticencias de parte de nuestros socios habrían incrementado sustancialmente la incertidumbre con respecto a su exitosa consecución.
La solución ecléctica pasa por el FROB, que satisface a Alemania en tanto que es un organismo público, como garante final de que el rescate será honrado; pero, en tanto que accionista mayoritario –único, en algunos casos- de los bancos en dificultades, deja claro que el rescate es a los bancos, y en consecuencia la condicionalidad (que previsiblemente incorporará severos ajustes de capacidad, venta de activos, restricciones a retribuciones y dividendos, etcétera,) debería referirse solo a ellos, y no incorporar dosis adicionales de austeridad a la política económica española, so pena de ahogarla, y por lo tanto incrementar aún más las necesidades de capital. Junto a ello, esta alternativa permite evitar un retraso aún mayor en la articulación del plan.
El esquema de rescate a través del FROB implica que, al vencimiento de los plazos de la financiación, es el Estado quien se compromete a devolver las ayudas en caso de que los bancos no generen la capacidad suficiente.
Junto a fórmula que finalmente se determine, la eficacia del plan dependerá de varios factores. En primer lugar, del volumen que finalmente se establezca, el cual debe ser suficiente como para recapitalizar las entidades incluso en un escenario cíclico muy adverso, no dejando la puerta a posibles extensiones. En segundo lugar, al instrumento que se adopte, que sea inequívoco en cuanto a su alcance y capacidad de absorción de pérdidas. Y, en tercer lugar, a la articulación –preferiblemente no más tarde de la próxima cumbre de finales de junio- de un marco de políticas económicas –tanto comunitarias como nacionales, especialmente del núcleo sano- que impulsen el crecimiento europeo, sin el cual la viabilidad de los bancos españoles, como de cualquier otro país, no estaría garantizada sea cual sea el montante de recapitalización que para los mismos se requiera. Junto a ello, la actuación del BCE es requisito necesario para crear una muralla de contención suficiente para evitar aumentar la incertidumbre y volatilidad a corto plazo.
Ángel Berges y Alfonso García Mora son socios de Analistas Financieros Internacionales y profesores de la Escuela de Finanzas Aplicadas (Afi)
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