Latinoamérica desacelera
La solidez de las variables macroeconómicas ayuda a hacer frente a la desaceleración global
La desaceleración de las economías avanzadas, en particular de la Unión Europea y China, ya hace mella en las economías de América Latina. Con la excepción del petróleo, la caída en las exportaciones de materias primas que constituyen el monocultivo exportador de varios países importantes de la región está debilitando la saneada posición de la balanza de pagos de los últimos años. A ese factor se añaden en algunos casos factores que renuevan la incertidumbre sobre la gestión de las políticas económicas o, como en el caso de Argentina, se aprecia una preocupante resurrección de veleidades nacionalistas.
Los temores a una desaceleración acusada del crecimiento en China se configuran como uno de los principales focos de riesgo para Latinoamérica desde el punto de vista cíclico. Aun cuando no se prevea que la economía china entre en una fase de pronunciada desaceleración, es un hecho que está dejando de crecer a esas tasas del 10% que en promedio ha crecido la última década. Eso significará que su dinamismo exportador y sus compras en el exterior decrecerán. Y con ello, el crecimiento en el volumen de comercio mundial, una variable de la que América Latina depende mucho. Con datos a cierre de 2010, la cuota de China en las ventas al exterior de Latinoamérica significa el 15% del total, frente al 18% de EE UU, hasta el momento, principal socio comercial de la región.
La solidez, en general, que presentan las variables macroeconómicas de la región va a ser, en cualquier caso, un elemento de apoyo al crecimiento en un contexto de desaceleración global. La corrección de desequilibrios y la acumulación de reservas internacionales durante el último periodo expansivo han reducido las probabilidades de asistir a un deterioro en las condiciones de financiación de estas economías. El margen de respuesta con el que cuentan las autoridades para estimular el ciclo es otra de las fortalezas estructurales de Latinoamérica, sobre todo desde el ámbito de la política monetaria, como ponen de manifiesto las últimas bajadas del tipo oficial en Brasil (la tasa SELIC, en el 9,75%, se encuentra cerca de los mínimos de la última década).
No se deben olvidar los efectos que pueden tener sobre el funcionamiento de los canales crediticios latinoamericanos el proceso de reducción de los niveles de apalancamiento de la banca europea, sobre todo si el cumplimiento de los requisitos de capital regulatorio o la necesidad de materializar plusvalías acaban por desencadenar procesos de venta desordenada de activos en la región. La fuerte presencia de la banca española en la zona, y en particular en economías como la chilena, es en este punto un elemento de riesgo a considerar.
Argentina preocupa. Y más aún desde la perspectiva de algunas empresas españolas. El volumen de reservas internacionales desciende casi al mismo tiempo que el Gobierno renueva sus impulsos nacionalistas. Los persistentes recortes de las concesiones a YPF evidencian las dificultades que está encontrando el Gobierno para aliviar sus necesidades de financiación externa. Constituyen un reflejo de un modelo de crecimiento con unas bases poco sostenibles a medio plazo, cuya continuidad es cuestionable.
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