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¿Es Portugal la siguiente Grecia?

La dura política de austeridad del Gobierno no despeja el fantasma de otro rescate o una quita

Antonio Jiménez Barca
Manifestantes en Lisboa el pasado diciembre protestaban contra las medidas de austeridad del Gobierno.
Manifestantes en Lisboa el pasado diciembre protestaban contra las medidas de austeridad del Gobierno.Rafael Marchante (Reuters)

La obsesión del primer ministro portugués, Pedro Passos Coelho, elegido en mayo de 2011, es que el mundo —y/o los mercados— desligue la suerte de su país del de Grecia. Esto es: que dejen de ver a Portugal como la inevitable segunda ficha del dominó del posible fracaso del euro.

Paradójicamente, la sociedad y los medios de comunicación portugueses se han pasado la semana mirando hacia Grecia, conscientes de que —quiéranlo o no— un resbalón en la firma de un acuerdo entre Grecia y la troika [formada por representantes del Banco Central europeo (BCE), la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI)], con la consiguiente bancarrota griega, repercutiría directamente sobre Portugal. Este país, rescatado en mayo pasado tras pedir 78.000 millones de euros al BCE, al FMI y a la Unión Europea a fin de evitar la quiebra, observa, con envidia y descorazonamiento, a Irlanda, también rescatado, pero al que los mercados parecen dejar en paz. ¿Por qué a Irlanda sí y a Portugal no?

El pasado 13 de enero, la agencia de calificación Standard & Poor's se unía a las otras dos agencias más importantes (Moody's y Fitch) y rebajaba la nota de la deuda portuguesa al nivel de bono basura (BB) con perspectiva negativa. Desde ese día —y en contraste con Irlanda y con otros países cuyas notas también bajaron, como España—, los intereses de la deuda portuguesa no hicieron otra cosa que elevarse. En dos semanas, la prima de riesgo se disparó, pasando de los 1.068 puntos el 10 de enero a los 1.600 a finales de ese mes. Los intereses de los bonos a dos, cinco y diez años en el mercado secundario también adquirieron por aquellos días cifras de récord.

Paralelamente, los diarios Financial Times y The Wall Street Journal aventuraban que Portugal no sería capaz de cumplir sus compromisos con la troika, que en septiembre de 2013 no podría volver a cotizar como cualquier otro país en los mercados, tal y como está previsto en su plan de rescate, y que, como en el caso griego, estaba condenada a adoptar más pronto o más tarde un segundo rescate o una quita en su deuda. Las razones para esta desconfianza de los mercados había que buscarlas, según varios analistas, en el temor a que una posible bancarrota griega arrastre a Portugal. De ahí el empeño, no del todo exitoso, del primer ministro por tratar de separar de la mente de los gabinetes del mundo el ejemplo griego del portugués.

El día 15 la troika visita el país para verificar que cumple los ajustes comprometidos

Ciertamente, Portugal no es Grecia. Hasta ahora, el Gobierno portugués ha recibido dos visitas de los responsables de la troika para verificar si todo va según lo acordado. Y hasta ahora así lo han certificado. El 15 de febrero vendrán de nuevo para una tercera evaluación, que se espera también positiva. El Gobierno del conservador Passos Coelho juega el papel de buen alumno europeo y se vanagloria, incluso, de ir más allá de las directrices de la troika en materia de recortes. “Hacer lo que nos indica la troika no es una cruz que debamos sobrellevar”, ha asegurado recientemente Passos Coelho. Su Gobierno ha sufrido un previsible desgaste político, pero aún goza de la legitimidad que le procuraron las urnas en junio. La estabilidad política, pues, está asegurada.

Además, los portugueses sufren con resignación el plan de recortes firmado con los gestores de la troika sin excesiva conflictividad social: entre otras medidas, los funcionarios y los pensionistas que cobran más de 1.000 euros han visto esfumarse las pagas extra, el IVA ha subido hasta el 23% en muchos productos de la cesta de la compra y en los restaurantes, y se ahorra en transportes públicos, en educación y en sanidad. Un ejemplo: una consulta de urgencias cuesta 20 euros. Y una visita ordinaria al médico, cinco. Frente a este progresivo desmantelamiento del Estado de bienestar, los sindicatos solo han organizado en los últimos meses una huelga general, en noviembre, sin incidentes violentos, más allá de algunos paros sectoriales que no consiguieron detener el país. Portugal funciona, aun al ralentí.

Goldman Sachs cree que el país necesitará otro rescate por 30.000 millones de euros

Entonces, ¿Por qué los mercados continúan cebándose con la economía portuguesa?

“Porque el país tiene un problema con el crecimiento económico, y me da la impresión de que ni los mercados ni nadie saben cómo va a hacer Portugal para crecer”, explica José António Ferreira Machado, economista y decano de la Facultad de Economía de la Nueva Universidad de Lisboa. El problema es antiguo: en la última década, el país no creció nunca por encima del 1%. En 2012 será mucho peor: el Banco Nacional de Portugal ha previsto una caída del PIB del 3%, pero Ferreira Machado y otros analistas creen que será incluso peor y que el desplome rebasará el 5%. El paro roza ya el 14% de la población activa y sigue subiendo. Los bancos han registrado en 2011 pérdidas cercanas a los 1.000 millones de euros. Y el consumo roza mínimos históricos. Hay quien asegura que hasta el tráfico en Lisboa se resiente de la paralización de la economía y que, hoy por hoy, hay muchos menos atascos en la capital portuguesa debido a la crisis. “El problema, a mi modo de ver, está en la competitividad de las empresas portuguesas. Eso también lo señaló la troika. Podemos salir de esta recesión, pero si no somos capaces de crecer para poder pagar la deuda, nada nos puede salvar”, añade Ferreira Machado.

Un reciente informe de Goldman Sachs es algo más preciso: prevé que Portugal no podrá volver a los mercados en 2013 y que necesitará 30.000 millones de euros adicionales para hacer frente a sus necesidades financieras. Pero añade que no será necesario efectuar una quita en la deuda, porque el Gobierno está seriamente comprometido con las, en su opinión, necesarias reformas estructurales.

Un segundo rescate a Grecia y el alejamiento definitivo —lo que aún está por ver— del fantasma de la bancarrota helena dará aire a Portugal, que enseñará, nuevamente, esta semana a los representantes de la troika cómo están cumpliendo a rajatabla con los recortes previstos y cómo llevan a cabo punto por punto con el recetario de la austeridad. Pero bastará que el laberinto griego se siga enredando para que Portugal tirite de nuevo. “Los ciudadanos lo ven esto con un sentimiento de injusticia”, agrega el decano de la Facultad de Economía. “Porque parece que, por mucho que hagan, puede que no sirva para nada, y es que la justicia”, —y se encoge de hombros con resignación— “tiene poco que jugar aquí”.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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