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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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Costa del rock

Diego A. Manrique

16 de julio de 1998. Los Rolling Stones abren en Málaga el tramo español de su accidentada gira Bridges to Babylon. Paco Pérez Bryan, a la sazón director de Radio 3, es malaguita militante y quiere dar bombo a ese primer concierto de los Stones en su ciudad. Nos desplazamos varios locutores de la emisora: el plato fuerte va a ser, nos explica Paco, entrevistar a Celia Villalobos, entonces alcaldesa de Málaga La Bella.

Fantástico, pienso: Celia da juego, parece un verso libre del PP. Ella se materializa en la sede malagueña de RNE para participar en Peligrosamente juntas, el programa de Pilar Arzak. El nombre resulta premonitorio. Estamos recordando la relación de los Stones de los sesenta con la Costa del Sol. Paraban allí camino de Tánger y visitaban específicamente Marbella o Torremolinos. En uno de esos viajes ocurre una infidelidad que trastoca definitivamente el equilibrio de poder en el seno del grupo: Anita Pallenberg cambia a Brian Jones por Keith Richards.

Durante los años de vacas gordas se subvencionaban en España los conciertos de superestrellas

Villalobos no se siente impresionada por esas batallitas. Ante nuestro pasmo, proclama su desprecio por "los Rolling". Está disparada: arremete contra los británicos que viven en la Costa, unos hooligans que harían bien en volverse a su tierra. Los tabloides londinenses hablan de "Costa del Crimen", por el número de delincuentes allí refugiados; Celia no hace distingos. Intentamos bromear al respecto, ya nerviosos. No creo que haya muchos británicos escuchando una emisora pública española, pero asusta tener allí a una autoridad manifestando una xenofobia tan gratuita. Pero Villalobos no retrocede: sube el tono.

Cuando la alcaldesa se marcha, nos miramos asombrados. Alguien de su séquito vuelve para disculparse. Celia venía de una comida copiosa con las cofradías de marineros. Además, intentó fotografiarse con los Stones y ellos se negaron. ¡Acabáramos! Esa si que es una vieja historia. Cada vez que los antiguos proscritos llegan a una ciudad, las autoridades se esfuerzan por adherirse. Ocurre en España, pero también en Australia. Los mandatarios no se conforman con el meet and greet, el encuentro previo al concierto en camerinos, donde las estrellas pasan unos minutos con VIP de la zona. No, exigen una foto exclusiva. Creen merecerlo si, como ocurrió en Málaga con la Diputación, el promotor local ha sido ayudado económicamente para montar el carísimo evento.

Las cifras asustan. Incluso con entradas caras -entre 6.500 y 18.500 pesetas- es difícil cubrir gastos. Se esperan 55.000 espectadores en Málaga, aunque días antes hay bastante papel sin vender. Nada que preocupe a los Stones, con sus contratos férreos ya cobrados.

Indago en el "incidente Villalobos". Hoy, Gay Mercader no recuerda nada del asunto. Él trajo a la banda en esa gira, pero imagina que la petición pasaría por el organizador malagueño, un empresario futbolero. Es muy posible, explica, que los Stones ni siquiera se enteraran: el séquito cumple órdenes de evitar esos compromisos, a no ser que Jagger manifieste curiosidad por tratar con Bill Clinton, Václav Havel o Felipe González. En España, añade, hubo pocas excepciones. Y eso que, durante los años del Gran Espejismo Económico, pueblos y ciudades consideraban indispensable tener su concierto de Springsteen, Dylan, los Stones (¡hasta El Ejido!). Los políticos abrían los cofres y, a cambio, exigían La Foto.

He recuperado aquel momento embarazoso al leer el nuevo número de Litoral, titulado "Málaga, Meeting Point", un suculento repaso de los foráneos ilustres que visitaron o se instalaron en la Costa del Sol. Hay un minucioso reportaje, firmado por Manuel Bellido, sobre los músicos atraídos por el clima, el ritmo de vida y cierta tolerancia sexual: durante los sesenta, Torremolinos fue una especie de Sodoma y Gomorra pop. Es el subtexto de las portadas -reproducidas por Litoral- de las abundantes novelas que allí transcurren.

Vuelta al debut de los Stones en Málaga. Poderío: han construido un recinto junto al puerto, que al día siguiente se desmontará. Los bomberos patrullan la orilla en lanchas, por si alguien cae al mar desde las gradas. Un accidente hasta probable: en la zona de invitados, veo excesos que no recuerdo en ningún otro concierto del grupo. Los Stones triunfan, cómo no, con trucos como la pantalla ovalada de vídeo y el escenario B entre el público. Celia Villalobos no da señales de vida.

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