Excepción peor que la regla
Aquel nefando pecado socialista de darles embajadas a los políticos iba a quedar desterrado en cuanto la derecha recuperase el poder. Lo aseguró el PP desde la oposición, vituperando el nombramiento de amigos ajenos a la carrera. Lo prometió José Manuel García-Margallo, al poco de hacerse con el Ministerio de Exteriores. Cierto que se dejó abierto un portillo para "personas extraordinarias en circunstancias extraordinarias", que sonaba a improbable excepción, más o menos lo que Vargas Llosa habría sido al instituto promotor de la lengua española en el planeta.
Pues bien, Federico Trillo es el primero que pasa por el ojo de la aguja diplomática. De golpe se viene a la mente aquel despliegue aeronaval sobre el islote de Perejil, tan glorioso para nuestras armas. O la trágica chapuza del Yak-42, con 62 militares muertos y el cambiazo dado a 30 de los cadáveres, asunto por el que el entonces ministro de Defensa no asumió responsabilidad alguna. Más tarde llegó su trajinar durante la guerra por el control de las instituciones, bloqueando durante años la renovación del Tribunal Constitucional con exigencias casi imposibles.
Y su papel como cortafuegos de Rajoy en el escándalo Gürtel -lo cual allegó, de paso, unos dineritos al bufete de sus hijos-. Y su talante diplomático, "manda huevos": toda una garantía como interlocutor de España en Estados Unidos. O la finura con la que agredía verbalmente a muchos adversarios políticos. Por si esto fuera poco, acaba de refrescar el inglés con un cursillo.
En suma: su acrisolado historial político-militar le hace acreedor a convertirse en embajador en Washington, aunque la filtración de su nombre haya dejado tan incómodo al ministro que solo se le haya ocurrido citar a Franco como prueba de que no se cumple todo lo que se oye.
Trillo necesita compensaciones por sus servicios. Y sobre todo, por haber formado parte del cinturón de hierro que protegió a Rajoy de las asechanzas internas. Una tarea en la que también destacó en su día Francisco Camps, para quien, ojo, convendría pensar en un pronto premio a sus excepcionales merecimientos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.