_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Patrones de conducta

Hasta hace un año, uno de los temas preferidos en la opinión pública y publicada eran los valores y las actitudes. La conciencia del esfuerzo, la mirada a largo plazo, la constancia, la solidaridad, etcétera, ya saben de qué les estoy hablando. Políticos, empresarios, emprendedores, líderes de la sociedad civil, señores trajeados todos ellos, nos arengaban con seriedad y confianza. Necesitábamos responsabilidad y esfuerzo para no ser una sociedad nini. Como la velocidad de la crisis es exponencial los valores de ayer quizá ya no sean de tanta referencia como pretendían algunos. Si de algo sirven estos tiempos de ira es que todos vamos más sueltos, hay menos que perder y nos atrevemos más.

Vayas en la dirección que vayas solo encuentras lodazal: cohecho, amiguismo, empresas ficticias, malversación...

Leía hace pocos días en estas mismas páginas que el socio principal del bufete Cuatrecasas ha sido imputado por fraude fiscal. Me pierdo de los títulos nobiliarios (léase empresariales) y cruces honorarias que tiene el señor Cuatrecasas, una lista interminable desde la Cruz de Honor de San Raimundo de Peñafort hasta patronatos en IESE y en la Universidad Pompeu Fabra. Lo cito como botón de muestra. Si la ciencia se basa en la predictibilidad, ¿podemos conjeturar cuántos casos como este quedan por descubrir?

Esto es un no parar, señores de las normas, los valores y las actitudes. Llevamos unos años que mejor no levantar más alfombras para no levantar más sospechas. La corrupción, la malversación, la gestión pésima y dolosa ocupa todos y cada uno de los lugares en los que nos movemos son absolutamente transversales. Mallorca llegó a industrializar la corrupción como antes lo hizo con el turismo. Investigan a esos señores de Valencia con tantos valores y misa semanal y resulta que no solo salen trajes, bolsos y relojes, sino que, ay, resulta que el yerno del Rey se dedica a sus labores de manera magistral. Ciudadano ejemplar recompensado con un trabajo en Washington. Ellos presuntos y nosotros inocentes. No sé si hay que recuperar los valores o si hay que tener valor... Valores en la economía, que en ESADE últimamente no ganan para sustos. Entre el caso de Diego Torres, el título de Urdangarin y la promoción del máster MBA que hizo Gemma Montull, no sé si lo de la ética empresarial queda un poco ético y poco empresarial. Políticos y empresarios que asistieron a esa gran boda de la hija de Millet nos hablaban con seriedad y firmeza sobre las convicciones necesarias para que los adolescentes de Sant Adrià o de Gavà no vagaran por las calles en chándal sin nada qué hacer. Sin embargo, camines en la dirección que camines solo encuentras lodazal: aeropuertos, velódromos, empresas ficticias, financiación irregular, cohecho, malversación, amiguismo... Sí, sabemos que estos grandes próceres lo hacen por nosotros, que necesitamos que nos digan lo que está bien y lo que está mal pero un poco menos de cinismo se agradecería. Al menos, los ninis no nos largaban discursos sobre el bien de la sociedad ni tienen la Cruz de San Raimundo de Peñafort.

Antes de echarnos en cara nuestra indolencia, nuestra falta de altura de miras y antes de hablarnos de valores y sobre qué podemos hacer por nuestro país, antes de preguntarnos qué puede hacer él por nosotros, por favor, señores de bien, piensen en su vecino o en el socio de su empresa, en el señor que se sienta delante de ustedes en la sala de reuniones. Ustedes, que acumulan cargos y más cargos, títulos y más títulos, díganselo a él, a su compañero de patronato de museo, de fundación o de partido, lárguenle a él ese discurso de los valores y las actitudes. Y a nosotros, por favor, dennos un respiro, que no sabemos hacia dónde mirar.

Francesc Serés es escritor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_