"Tras la exhumación, mi madre ya puede decir que no está loca"
Al abrir la tumba de Rebeca, y verla vacía, sus padres no supieron si alegrarse o no. Que no estuviera en su ataúd significaba que estaba viva. Pero al tiempo, evidenciaba que, como su madre sospechó siempre y su padre no quiso atreverse a pensar nunca, hacía 34 años, en el hospital Nuestra Señora de Aránzazu, en San Sebastián, les habían robado a su bebé.
"Mi madre lo supo desde el principio", cuenta Cecilia Losa Ocáriz. "La exhumación le ha servido para decir que no estaba loca, que no se lo inventaba. Para mi padre ha sido un mazazo tremendo porque nunca la creyó, siempre había pensado que estas cosas, sencillamente, no podían ocurrir. Saber que le tomaron el pelo, que le hicieron enterrar en el panteón familiar un ataúd vacío, ha sido un golpe durísimo".
"Mis padres tenían ya siete hijos cuando nació Rebeca", cuenta Cecilia, "así que supongo que alguien pensó que ya eran demasiados y que podían quitarle uno. Éramos todos rubios, una familia sana. Son antecedentes que les gustan a las familias que quieren adoptar. A mis padres les dijeron que mi hermana había muerto de un fallo en los pulmones, pero mi madre cuenta que la oyó a todo llorar. En su documentación también se dice que murió a los cuatro días, pero mi padre fue a verla, y se la enseñaron, a lo largo de una semana entera. Esa documentación la firman algunos médicos que todavía siguen ejerciendo y que tendrán que responder ahora ante la justicia. Quizá pensaron que nadie iba a creer nunca a esas madres, que nadie iba a abrir tumbas. Pero si yo fuera ellos, estaría nerviosa porque se va a saber lo que hicieron. Se va a saber que vendieron la vida de una persona para comprarse un coche o una casa mejor".
Esa tumba vacía, la constatación, al menos, de que en el hospital les contaron una gran mentira, es muchísimo más de lo que han logrado hasta ahora el millar de familias que han acudido a la justicia a denunciar casos de robos de bebés. Pero saber que tenían razón es un consuelo pequeño cuando los culpables no han sido castigados y, sobre todo, no hay pista alguna sobre el paradero de Rebeca.
La familia se ha reunido con representantes de todos los partidos políticos en Euskadi y hoy se entrevistará con la presidenta del Parlamento vasco. A todos les ha pedido ayuda. Cecilia lanza, además, otro ruego: "A quien sepa algo, matronas, médicos, señoras que hayan oído algo en su comunidad de vecinos... que sean valientes y cuenten lo que saben, aunque sea de forma anónima, por el cauce que quieran, pero que nos ayuden a encontrar a mi hermana. Y a todas las chicas de 34 años que duden si son hijas de sus padres, que se hagan una prueba de ADN y lo averigüen", pide Cecilia. "¿Por qué no nos ayuda a buscar la Iglesia con las partidas de bautismo, por ejemplo?".
Saben que no es fácil descubrir que tus padres no son tus padres y encontrarse de repente con una enorme familia de 9 hermanos, 12 sobrinos... "A ella no la presionaríamos nunca. Tendrá 34 años y una vida hecha, pero sí nos gustaría que conociera, al menos, a mi madre, para que tenga la oportunidad de abrazarla y de decirle: 'Yo nunca te vendí. Nunca te abandoné".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.