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Reportaje:DECORACIÓN

Muebles para los amigos

Anatxu Zabalbeascoa

El último premio Nacional de Diseño, Carles Riart (Barcelona, 1944), tiene fama de solitario, pero ha experimentado todas las fases, facetas y tipologías de su disciplina. De proyectista a vendedor, y de firmar productos industriales a realizar interiorismo, escenografía o muebles a medida. También ha vivido el triunfo internacional, el aislamiento y el reconocimiento.

La trayectoria de este nieto de cristalero dibuja un sendero de vaivenes que arranca en una clase de las Escuelas Cristianas de la plaza Lesseps de Barcelona. Allí, el tímido Carles se hizo amigo del astuto futuro director de cine Bigas Luna. El dato no es anecdótico. Diseñador y cineasta montaron juntos la tienda de muebles Gris en la Barcelona de 1969. Fue allí donde empezó todo.

"En Internet me llaman artesano, pero no soy un Geppetto. Soy un apasionado por los muebles, y nada más"

"De niño me entretenía dibujando. De ahí pasé a la decoración. Luego, cuando me emancipé con Bigas Luna y montamos la tienda de muebles me especialicé en el mobiliario. Si no fuera por Bigas, igual yo estaría en casa. Él era el que tenía el empuje y el don de gentes para abrir las puertas", explica Riart desde su apartamento de Barcelona. Hace décadas que vive allí, en un piso de apenas 40 metros salpicado de algunos de sus singulares muebles.

Más allá de la tienda Gris, para "objetos de uso doméstico", trabajó con Luna en las escenografías de películas como Bilbao o Caniche. "En el cine no hace falta que las cosas sean de verdad siempre que lo parezcan. Eso me permitía trabajar con fantasía", explica.

"Mi pasión es hacer muebles, pero huyo de las etiquetas. En Internet me clasifican de artesano, pero no soy un Geppetto. Soy un mueblista. Un tipo apasionado por hacer muebles, y nada más. Soy una persona incompleta que me dedico a hacer muebles", dice. Cuenta que el oficio ha sido un proceso de aprendizaje constante. "El caso es que me he hecho mayor y sigo trabajando y mantengo la misma pasión por hacer muebles", cuenta. Y, efectivamente, es el tipo de diseñador que piensa que un sofá puede que se tenga que subir a un ático. "Cuanto más te fijas en las cosas, mejor se resuelven los detalles. Fuera del mundo de lo necesario, todo es siempre cuestión de detalle y cuidado".

A pesar de defender el trabajo a medida, no reivindica la artesanía. "La palabra artesano se relaciona con la viruta del carpintero. Y yo también considero artesanía el módulo lunar. El artefacto que va por la Luna es una pieza única. La artesanía no es algo carente de sofisticación. Los satélites y los coches de fórmula 1 son piezas únicas, modelos prototípicos. Yo no niego la ciencia, ni la industria, ni el progreso, por eso no me gusta que me llamen artesano, porque parece un oficio de otro tiempo", aclara.

Probemos con outsider, otra de las etiquetas asociadas a su trayectoria: "El hecho de que en los ochenta yo tomara la decisión de hacer muebles a medida y por encargo no me excluía del sistema".

En realidad, Riart piensa que solo puedes solucionar las necesidades de la gente que no conoces a partir de entender las necesidades de la gente que conoces. Asegura que le interesa más lo cercano que lo mundial. Cree que la universalidad empieza alrededor de cada uno y que lo global es otra cosa, que no es de nadie. "Creo que las cosas nacen del diálogo entre dos personas. La mayoría de mis sillas, mesas o butacas nacen cuando un amigo me ha enseñado el lugar donde quería ponerlas y me ha contado lo que necesitaba". Empezar por el individuo antes de comerse el mundo.

Perteneciente al grupo de demiurgos del diseño español a los que les tocó idearlo, explicarlo, diseñarlo, fabricarlo y hasta venderlo, todas esas fases se notan en los sofás o en las lámparas que han salido de su mano. Sin embargo, tímido, amable y algo ensimismado, a Riart nunca le ha interesado formar parte de ningún grupo. "Me interesa la magia que hace que de una idea aparezca un objeto que se parece a la idea o es exactamente la idea. Esto es como una droga fantástica. Lo demás no me interesa".

"No he estado en el mercado nunca. No tengo ni tarjeta, digamos", cuenta. Sin embargo, no ha dejado de estarlo. La colección de muebles que ideó para realizar por encargo con Muebles Casas en los años ochenta pudo recuperarse íntegramente pasados veinte años, cuando Santa & Cole decidió ponerla de nuevo a la venta. No es un hecho aislado. La empresa norteamericana Knoll ha reeditado la mecedora Carles Riart 32 años después de ponerla por primera vez a la venta. Es un salto en el tiempo y, sin embargo, el objeto permanece. La perdurabilidad es una característica de sus objetos. A partir de este año los comercializará por encargo desde la firma Carles Riart Barcelona (www.riartbcn.com).

De los pequeños gestos a las grandes decisiones. Riart tuvo la idea de encender con una flecha la antorcha olímpica durante los Juegos de 1992 en Barcelona. "Mucha gente no lo sabe. Y otros se lo atribuyen contando medias verdades. Yo formé parte de la candidatura de Bigas Luna. Había dos más y, al final, mezclaron las tres. Mi idea rompía con un protocolo que se había seguido durante más de 100 años de Juegos Olímpicos", cuenta. A pesar de ser un puntal del diseño español, Riart no se ha hecho rico. "Más bien me he hecho pobre". ¿Ha tenido que pagar un precio? "Bueno... puedo decir que soy una persona feliz. Me siento querido y tengo un entorno magnífico de amigos que me quieren y respetan".

Ambiente 'Espacio soñado', expuesto en la Feria Internacional del Mueble de Valencia (FIM).
Ambiente 'Espacio soñado', expuesto en la Feria Internacional del Mueble de Valencia (FIM).JORDI SARRÀ

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