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La pantalla errante

Primero, el 29 de noviembre; después, primeros de diciembre y finalmente nada, silencio. Ahora, se barajan las primeras semanas de febrero para un nuevo equipamiento que ha tenido una vida muy desdichada en una ciudad tan amante de la cinematografía como Barcelona. Así, en los últimos tres decenios, la pantalla de la Filmoteca catalana arancó en la calle de Balmes; posteriormente cambió hasta de distrito y ocupó un espacio en la de Mercaders y en la de la Cera, siempre en el casco antiguo de la ciudad, en el Raval. Con los años, ascendió a la Travesera de Gràcia y, en los últimos años, se mantuvo en la avenida de Sarrià. Esa constante emigración era una desgracia sobrevenida al hecho de que sus servicios estaban diseminados por toda la ciudad.

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De ahí que la construcción de una Filmoteca integrada y estable fuera acogida con júbilo por el sector y por la ciudadanía. Pero el sino infeliz que estos meses ha culminado con las filtraciones en los sótanos y los problemas de pavimentación urbana son, a su vez, el colofón de unas desgracias que arrancaron ya con el hallazgo de los restos de la antigua prisión de mujeres de Barcelona de los siglos XVII y XVIII.

Cuando el edificio abra al fin sus puertas lo hará con una retrospectiva dedicada a Bigas Luna y la exposición La Guerra Civil y el cine. Esta última, más acorde, imposible.

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