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Columna
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El discreto encanto

Entre los resultados del barómetro de Metroscopia para este periódico hay uno que ha recabado mi atención, pese a que casi todos ellos sean llamativos. A la pregunta de si les parece bien o mal la subida del IRPF y el IBI de forma temporal, son más los votantes del PSOE que responden negativamente que los del PP. Es curioso que sea así, cuando la opción entre subida y bajada de impuestos parece establecer una línea ideológica entre izquierda y derecha que presupone justo los resultados opuestos. La campaña electoral del PP insistió en el rechazo a cualquier subida de impuestos como eje central de su política tributaria y aquí, entre nosotros, hemos asistido a un debate entre Diputaciones en el que el incremento de la presión fiscal era defendido por aquélla -la de Gipuzkoa- que se presentaba como impulsora de una política progresista o de izquierdas. De forma más moderada que la deseada, los de Bildu, con el apoyo del PSE, han subido los impuestos en nuestro territorio y en nuestra ciudad, y dudo de que la medida haya sorprendido a quienes se sitúen en uno u otro polo del espectro ideológico.

Lo sorprendente hubiera sido lo contrario, de ahí mi extrañeza ante los resultados de ese barómetro: el 50% de los votantes del PP aprueba esa subida mientras que el 75% de los del PSOE la rechaza. Diríase que nos hallamos ante el mundo al revés, y podríamos acogernos al argumento de la confrontación política para explicarlo si los resultados de aprobación o rechazo del resto de medidas adoptadas por el Gobierno obtuvieran unos resultados tan contundentes. Pero no es así, ya que los votantes del PSOE aprueban o rechazan de forma mucho más moderada el resto de las medidas, excepto la de congelar el salario mínimo, rechazada igualmente por los votantes del PP. ¿Se deberá quizá a que se trataba de la medida estrella, la más publicitada y la más inesperada, y la que identificaba de algún modo la actuación política del nuevo Gobierno, motivo por el que ha canalizado el rechazo de sus oponentes políticos, aunque esa reprobación contraviniera sus presupuestos ideológicos?

Rajoy, como un fantasma en la sombra, ha conseguido desconcertar a derecha e izquierda con sus medidas-Merkel, las mismas, más o menos, que hubiera adoptado su antecesor sin alcanzar tan alto grado de aquiescencia ni haber logrado que se tambalearan, o incluso se invirtieran, los criterios ideológicos de los unos y de los otros. Por lo que tal vez tendríamos que preguntarnos por qué casi todo el mundo -85%- dice que ya esperaba lo que iba a hacer Rajoy y, sin embargo, le votó; por qué una mayoría nutrida -58%- considera que Rajoy sabe lo que hace cuando hace justo lo contrario de lo que decía que sabía; por qué tiene tanto encanto la derecha en determinados momentos. Acaso sea esa la pregunta que deba hacerse el PSOE de cara al futuro, esa que interpela a la desconfianza que suscita en momentos de crisis.

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