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Los republicanos se la juegan ahora

El Partido Republicano debe resolver ya su candidatura presidencial para hacer frente a un Obama cada vez mejor situado gracias a la recuperación económica

Antonio Caño

Llega la hora de la verdad para Mitt Romney, el momento decisivo para conocer al rival de Barack Obama en las elecciones presidenciales de noviembre. Romney tiene que consumar su triunfo este mes si no quiere que se le escapen definitivamente sus posibilidades de ser candidato. Empezando el martes en New Hampshire y terminando el 31 en Florida, el exgobernador de Massachusetts necesita una cadena de victorias en las respectivas primarias para evitar que la facción más conservadora del Partido Republicano imponga a su propio candidato.

Los dos grandes aspirantes al trono que Romney no acaba de hacer suyo son Rick Santorum y Ron Paul. Ambos representan dos extremos del republicanismo norteamericano: el primero, el conservadurismo moral y religioso, y el segundo, el conservadurismo libertario. Los dos representan el alma del partido con mucha más fidelidad que Romney, pero los dos son demasiado radicales para conseguir los votos moderados e independientes que se requieren para alcanzar la Casa Blanca. Unos simbolizan el corazón republicano; el otro, el cerebro.

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El Partido Republicano tiene que resolver ya ese dilema si quiere presentar batalla a Obama, favorecido por la tendencia de la economía hacia la recuperación. En diciembre fueron creados 200.000 nuevos empleos, dejando el índice de paro en el 8,5%, el más bajo desde febrero de 2009. A poco que ese ritmo continúe, el presidente podrá exhibir ante el electorado un panorama económico mucho mejor que el que encontró al tomar posesión.

Los republicanos necesitan un candidato fuerte y, para conseguirlo, es preciso que el partido se una cuanto antes en el respaldo de un nombre y darlo a conocer a los ciudadanos. Romney está obligado ganar el martes en New Hampshire, un Estado liberal en el que tiene todas las posibilidades, pero tiene que hacerlo de forma contundente, y tiene que ganar también el día 21 en Carolina del Sur, donde el electorado está dominado por la derecha religiosa, y el día 31 en Florida, un Estado grande e influyente donde debería quedar sentenciada la carrera. Para ello, Romney tiene que desembarazarse de Paul, que es segundo en las encuestas en New Hampshire, y de Santorum, un cristiano fanático hasta el extremo del pintoresquismo, que puede verse favorecido por el voto religioso de Carolina del Sur. Sin olvidar a Newt Gingrich, que tiene cierta base de apoyo en Florida.

Romney ha hecho ya un largo viaje desde el centrismo de su campaña contra Ted Kennedy, cuando defendía el derecho al aborto y la reforma sanitaria, hasta el halcón actual, que reniega de ambas cosas, rechaza los impuestos y critica la tibieza de la política exterior de Obama. Todo ello para ganarse las simpatías del Tea Party, que no acaba de asumir que, después del poder alcanzado, haya que dejarlo todo en manos de un liberal de Massachusetts dudosamente reconvertido al verdadero conservadurismo.

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