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Las primarias republicanas

Iowa como ejemplo

Los 'caucuses' son reflejo de la profundidad de la democracia en Estados Unidos

Antonio Caño

Iowa es un ejemplo perfecto de la particularidad de la política norteamericana y de su diferencia con la que se practica en otros países. El primitivismo de los caucuses, su espontaneidad y pureza democrática, son el reflejo de la profundidad de esta democracia y también, en cierta forma, de su decadencia.

Un caucus es una asamblea en la que el pueblo se reúne para elegir a sus representantes como debería de hacerse siempre, después de un buen debate y tras numerosas consideraciones. Se entiende que votar es algo más que depositar una papeleta en una urna de camino al supermercado o al gimnasio. En Iowa, votar significa salir de casa a las siete de la noche, habitualmente con 10 o 15 grados bajo cero, desplazarse hasta una iglesia, un centro cívico o la casa de otro vecino para juntarse con otras 200 o 300 personas y decidir a quién se envía como representante a la Convención que el Partido Republicano celebrará en agosto y con qué misión.

La intervención de las autoridades en estas asambleas es mínima
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Es una decisión muy comprometida porque a esos representantes se les va a encomendar nada menos que el voto por el candidato a la presidencia de Estados Unidos. Por tanto, merece ser tomada seriamente. Después de muchos meses de campaña en la que los candidatos han recorrido casi todos los rincones del Estado (decenas de miles de votantes han llegado a conocerles personalmente y de cerca, puesto que los actos son apenas de medio centenar de personas), llega la hora de discutir los pros y contras de cada uno.

Distintos participantes toman la palabra en el caucus en defensa de quien consideran mejor candidato, y lo hacen de acuerdo a reglas que se marca el propio caucus. La intervención de las autoridades estatales es mínima. Cada caucus es soberano y se organiza de acuerdo a su propio criterio. Presentados los argumentos, se reparten papeletas. A veces, simples trozos de papel en blanco para escribir un nombre. En los caucuses demócratas, algunas votaciones son a mano alzada y el vencedor de cada asamblea solo es decidido después de varios descartes y votaciones. El sistema es algo más sencillo en los caucuses republicanos, pero igualmente el ganador es el resultado de un proceso, a veces de varias horas, que garantiza, al menos, que la decisión se ha tomado de forma muy meditada.

Este proceso es la demostración de la relevancia del poder ciudadano que caracteriza a la democracia estadounidense, obsesionada con el protagonismo del individuo sobre el Estado, pero más aún que eso, con la prioridad de la comunidad próxima y reconocible sobre la sociedad distante y ajena.

Pero el proceso ha sido, obviamente, pervertido por la dinámica de la política y los modernos medios de comunicación. En realidad, los caucuses de Iowa conservan las formas de un método de elección puro, pero el fondo es ya igual al de cualquier sistema electoral en el que el dinero juega un papel dominante.

Los votantes llegan a los caucuses después de meses en los que han escuchado mensajes de propaganda en la televisión. Newt Gingrich, que estaba al frente de las encuestas en diciembre, fue destruido por una insistente campaña televisiva en su contra pagada por seguidores de Mitt Romney. Esto se ha agravado en los últimos años con las nuevas reglas que permiten a los Comités de Acción Política (PAC, en sus siglas en inglés) gastar cantidades ilimitadas a favor o en contra de una idea o una persona.

Estos PAC no forman parte exactamente de la campaña de un candidato, y por tanto no están sometidos a las mismas restricciones que ellas, pero son un instrumento poderoso de influencia desde fuera en las decisiones de los electores. Incluso en el sencillo y limpio escenario de Iowa.

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