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Un índice de miedo al delito de los más altos de Europa

La percepción del crimen en Euskadi no se corresponde con las cifras reales

"Que esto pase en Valencia, pero aquí..." Una vecina del número 5 de la calle Logroño de San Sebastián no acertó a decir otra cosa cuando se enteró, la tarde del pasado 1 de diciembre, de que un menor de 13 años había sido encontrado muerto en un piso del inmueble. El suceso se añadía a un mes de noviembre en el que Euskadi registró 10 homicidios en sus diversas variantes, según datos de la Ertzaintza. Es la mayor concentración de este tipo de sucesos en lo que va de año y una cifra que ha elevado estadística de 2011 hasta los 53 casos -sin contar diciembre-, un 8% más que el año pasado y un 50% más que en 2008.

"Son hechos relevantes, preocupantes, pero singulares. No tienen nada que ver unos con otros", explica Josu Gotzon Lujua, jefe de Seguridad Ciudadana de la Ertzaintza. "Considero que una alarma social se tendría que desatar si fueran hechos de la misma tipología, robos en gasolineras, por ejemplo, o en caseríos", añade. Pesea a la disparidad de los casos, su inusual frecuencia y características -"no todos los días una persona la emprende a navajazos en la boca del metro", recuerdan los expertos, en referencia al suceso que conmocionó a Bilbao el pasado 14 de noviembre-, el año se va a cerrar con una retahíla de crímenes o episodios violentos difíciles de olvidar: el citado caso del perturbado que asesinó a un hombre e hirió a otras seis personas junto al metro de Santutxu, el asesinato de Amaia Azkue en Azpeitia a manos de un joven en marzo, el joven de 17 años que acuchilló a su madre y su hermano en Sestao tras recoger las notas de fin de curso en el colegio o un padre que presencia cómo muere su hijo sin alertar a los servicios de emergencias, entre muchos otros.

La tasa de delitos se mantiene en Euskadi por debajo de la media española
Este año se han producido 53 homicidios, un 50% más que en 2008

El País Vasco es, en términos criminológicos, una comunidad anodina. La tasa de delitos por 1.000 habitantes se situó el año pasado en 43,77, una cifra inferior a la media de España, (46,95) y, en ambos casos, bastante alejada de la UE-15 (el 69,10). El criminólogo Vicente Garrido, profesor de la Universidad de Valencia, matiza los datos: "Es cierto que España tiene pocos homicidios, aunque sí muchos robos con violencia. Vivimos en un país de nivel medio en algunos delitos, altos en otros casos, y bajos en delitos de sangre". A grandes rasgos, ese esquema se puede trasladar al País Vasco, donde en 2010 se registraron 32.707 delitos contra el patrimonio y el orden socioecónomico sobre un total de 45.952 cometidos.

Frente a esas estadísticas comedidas, destaca "un índice de miedo al delito de los más altos de Europa", recuerda César San Juan, profesor del Instituto Vasco de Criminología. Los estudios demuestran que la percepción de la criminalidad en la sociedad poco tiene que ver con la delincuencia objetivamente registrada. El fenómeno se sustenta "en emociones generadas por creencias y, a su vez, en emociones que consolidan creencias", apunta Garrido. Este criminólogo apunta: "Si crees que en un barrio hay un riesgo elevado de sufrir una violación esa creencia genera temor y, presumiblemente, el deseo de tomar conductas de precaución. Si eres emocionalmente miedosa es posible que aún adoptes más. Y el temor tiende a mantenerse, ya que es difícil no confirmar su utilidad".

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Decían los vecinos de Azpeitia después de que Ander E. confesase haber matado a Amaia Azkue que se sentían "aliviados". "Sabíamos por la rapidez y precisión de sus movimientos que el asesino vivía en la zona del Urola. Era mejor que se supiera ya quién era. No queríamos más rumores", indicaban.

La percepción de inseguridad en la sociedad se articula a través de tres puntos claves, según Garrido: la información de los medios de comunicación, la que se obtiene de vecinos y conocidos y la derivada de la propia experiencia personal. También pueden influir otros factores de personalidad o demográficos; por ejemplo, los ancianos "tienden a sentirse más inseguros que jóvenes y adultos. Y, sin embargo, son un grupo de menor riesgo", continúa el profesor de la Universidad de Valencia. Lujua ahonda en la responsabilidad de los medios informativos en la extensión de este tipo de creencias: "Todos tenemos un grado de implicación, y la prensa con los enfoques que ofrece de determinados delitos, también".

Para la Ertzaintza no existe otra fórmula para luchar contra esta percepción que sacar a agentes a patrullar. "La población tiene mayor percepción de seguridad cuando nos ve paseando por la calle. Es una forma también de controlar al delincuente, que perciba que tenemos asegurada una zona, que vea que tiene un mayor riesgo de ser detenido si decide cometer un delito concreto, que se lo piense", aclara Lujua.

También la sobreexposición en los medios de comunicación de ciertos delitos puede ser síntoma de todo lo contrario. "La prueba de que vivimos en un país seguro es que cuando sucede algún hecho luctuoso su tratamiento en los medios puede durar días", añade el profesor del Instituto Vasco de Criminología.

Por cierto, "la vecina se equivoca", concluye Garrido, en referencia al comentario con el que arranca el reportaje: "Tendría que haber dicho Madrid o Barcelona, las que tienen mayores tasas de homicidios", con 345 y 178 casos, respectivamente, en 2010, según la Fiscalía General del Estado, frente a los 149 de Valencia.

Un 75% de arrestos inmediatos

No parece tener mucho misterio la prevención de delitos, al menos cuando se escucha a Josu Gotzon Lujua (Bilbao, 1964), el jefe de Seguridad Ciudadana de la Ertzaintza. "Lo primero, tener presencia en la calle", cuenta sentado en su despacho de la comisaría de Erandio. Y lo segundo, y aquí viene lo complicado, saber manejar ese bien tan preciado que es la información. "El despliegue de las patrullas obedece al análisis de la información, al estudio de los casos que se producen, cuándo, cómo, el modus operandi, características de personas que cometen los hechos...", enumera en declaraciones a EL PAÍS. "No hay varitas mágicas".

La división de Seguridad Ciudadana de la Ertzaintza cuenta con 4.500 agentes y, advierte el comisario, "sin ser excesivamente triunfalistas, de las 8.600 detenciones que llevamos este año, el 75% se han producido in fraganti". "Es un dato que nos permite decir que algo estamos haciendo bien", concede, aunque "siempre existe un proceso de mejora. Comparar y estudiar lo que hacemos, con otras policías, por ejemplo".

Lujua, con 26 años de experiencia en el cuerpo, subraya la importancia de la colaboración ciudadana en el proceso de investigación de los diversos delitos cometidos, y pone como ejemplo, la web que Interior impulsó en 2010 para recabar información de los ciudadanos que podría servir para la lucha antiterrorista. "Muchas veces cualquier detalle puede ser fundamental para culminar una investigación, para abrir nuevas líneas de investigación, cualquier sospecha sobre personas que no residen habitualmente o que tienen una vida extraña", ejemplifica Lujua. Licenciado en Magisterio por la UPV, terminó en la Ertzaintza ante la oportunidad de tener "un empleo fijo" -lo cual no quita para que esté "enamorado" de su profesión-, y porque "pensaba que valía para este trabajo".

El área de la que es responsable va a vivir a partir del próximo 16 de enero una importante remodelación para incrementar la eficacia en la investigación de delitos. Aproximadamente, 1.300 ertzainas de Seguridad Ciudadana pasarán a depender a partir de entonces de la División Criminal. "La diferente tipología de los delitos y algunos que están empezando a cobrar importancia, como pueden ser los informáticos, exigen un grado de especialización muy alto por parte de los ertzainas", aclara. A ello se añade "la apertura de fronteras y el consecuente elevado tránsito de personas, y, por tanto, de aumento de la delincuencia".

Los cambios previstos incluyen la creación de un grado intermedio en las tareas de investigación. Entre las unidades básicas y las especializadas se situarán las comarcales, destinadas a aquellos delitos que afecten al ámbito de varias comisarías, algo bastante habitual, entre otros casos, en los robos en domicilios, concluye Lujua.

El estigma de los enfermos mentales

"La violencia no es patrimonio de los enfermos mentales, sino parte consustancial a la esencia del ser humano". El jefe de la Unidad de Gestión Clínica del Trastorno Mental Grave de Bizkaia, José Uriarte, critica la relación tendenciosa, asentada en el imaginario colectivo y alentada por libros o películas, entre un acto de extrema violencia como un asesinato y una persona que sufre una dolencia mental.

"Las personas que tienen enfermedades mentales no son violentas; al contrario, son más frágiles y vulnerables", continúa. Uriarte y Carlos Pereira, director gerente de la Red de Salud Mental de Bizkaia, luchan por desmontar esa imagen grabada a fuego en la sociedad, y magnificada, cuando un enfermo mental grave protagoniza un suceso violento.

Uriarte recuerda que un 1% de la población adulta puede ser diagnosticao de esquizofrenia a lo largo de su vida, una ratio que en Bizkaia, por ejemplo, significa que entre 3.000 y 5.000 personas tienen posibilidades de sufrir en algún momento ese trastorno. El psiquiatra explica, echando mano de las cifras, cómo se construye el estigma social: "El número de personas implicadas en estos casos es muy pequeño, pero cuando sucede se genera mucha alarma y temor".

El especialista señala que la crítica y denuncia contra la estigmatización de este tipo de pacientes "no significa que no existan algunos, que en determinadas circunstancias y en razón de su enfermedad, puedan comportarse de forma violenta". Aun así, insiste en que el equivocado binomio violencia-trastorno mental constituye el principal pilar de rechazo hacia este tipo de pacientes. También contribuye "la idea general de que cualquier persona que comete un acto violento grave de alguna forma tiene que estar loco".

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