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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Motín sofocado

Repsol cierra el conflicto con Sacyr, pero sigue pendiente un reforzamiento del capital español

El conato de rebelión en el accionariado de la petrolera Repsol, instrumentado en torno a un acuerdo societario entre la constructora Sacyr, accionista del grupo, y la mexicana Pemex, también accionista de Repsol, concluyó ayer definitivamente cuando Sacyr tuvo que refinanciar la mitad de su participación en Repsol (10%) y entregar a los bancos acreedores la otra mitad, que a su vez lo vendieron a Repsol por unos 2.565 millones de euros, aproximadamente un 5% por debajo del precio de cierre de mercado. La operación cierra aparentemente el conflicto accionarial (Luis del Rivero, impulsor de la alianza con Pemex, ya había sido desplazado de la presidencia de Sacyr), causa minusvalías importantes en la constructora y permite a Repsol disponer de un paquete accionarial que puede colocar sin prisas.

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Por el momento, Repsol se mantiene en manos de sus gestores anteriores, aunque su valor en el mercado le convierte en diana para una OPA cuando mejoren las condiciones financieras en los mercados. La solución más satisfactoria consistiría en aumentar la participación de capital español en Repsol; pero eso, en las actuales condiciones, no es posible. A corto plazo, la operación puede considerarse satisfactoria para Repsol porque resuelve casi de un plumazo el engorroso problema de contar con un accionista con urgencias para financiar sus acciones. Las petroleras necesitan tiempo para madurar sus inversiones y una constructora, en los tiempos presentes, no contribuye precisamente a la estabilidad. No debe de ser casualidad que en el Consejo de Sacyr aparecieran radicales discrepancias de una parte importante del accionariado y que estas diferencias acabasen con la destitución de Luis del Rivero.

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Una vez controlada la rebelión y conjurada la hipótesis de que Pemex pudiera gestionar Repsol, algunos comportamientos quedan sin explicación pública. No se entiende el papel de Pemex, puesto que obviamente se aliaba con un accionista débil dentro de la petrolera. Los hechos han demostrado que el factor principal en el enfrentamiento corporativo era precisamente la debilidad de Sacyr, que tenía que refinanciar su participación a fecha fija (21 de diciembre). A los gestores de Repsol y al accionista que los sustenta (La Caixa) les bastaba con esperar pacientemente a que venciera la fecha fatídica (para Sacyr). Tampoco está claro el papel del Gobierno, porque Pemex (un grupo público) difícilmente habría actuado sin el nihil obstat español.

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