"No basta con derrocar al tirano, hay que construir la democracia"
Lamento mucho que no hayan permitido que la corresponsal de EL PAÍS se quedara en Irán. El Gobierno iraní es enemigo de los periodistas". Ese es el saludo de Shirin Ebadi, mientras estrecha la mano del periodista y antes siquiera de sentarse para iniciar la entrevista. Lo dice en su lengua, el farsi, porque aunque entiende el inglés prefiere tener la conversación con intérprete.
Ella sabe muy bien lo que es ser expulsada de un país. Desde hace dos años, Shirin Ebadi (Hamadán, Irán, 1947) no puede volver a su país. Sería encarcelada y nadie sabe cómo acabaría. "Un día antes de las elecciones de 2009", explica con tristeza, "salí de Irán para participar en un seminario aquí en España; desde entonces no he podido volver a Irán. La mayoría de mi familia está en Irán. Mi esposo y mi hermana fueron detenidos para presionarme y que volviera a Teherán. Ahora están en libertad bajo fianza, pero no pueden salir del país. El Gobierno dice que yo no he pagado mis impuestos del Premio Nobel de la Paz y ha confiscado todas mis propiedades. Han vendido mi casa y han acabado con las ONG que establecí. Además, recibo amenazas de muerte continuas".
"Es pronto para hablar de primavera. Espero que no vengan otros dictadores"
"Los derechos humanos se consiguen con la lucha. No se regalan"
Dice que está en contacto diario con su familia y sus colaboradores en Teherán, pero no por teléfono o correo electrónico, que podrían intervenir, y asegura que es mejor no explicar cómo lo hace, porque cerrarían los canales. Desde entonces vive de ciudad en ciudad, de país en país, contando las atrocidades del régimen de Mahmud Ahmadineyad. "Vivo en los aeropuertos y los aviones", dice, "porque viajo 300 días al año".
Shirin Ebadi ha sido calificada muchas veces como "la conciencia de Irán". Fue la primera mujer musulmana que recibió el Premio Nobel de la Paz, en 2003, después de una larga vida de lucha por la democracia y los derechos humanos en Irán. Fue la primera mujer juez en su país, en 1970, con solo 23 años, cargo del que fue expulsada en 1979, después de la revolución iraní, que acabó con el gobierno totalitario del sah Mohammad Reza Pahlevi y la llegada al poder del ayatolá Jomeini.
"Cuando terminé los estudios de derecho", recuerda, "me hice juez porque pensé que así podría ayudar a que realmente se hiciera justicia en mi país. Y cuando llegó la revolución, me expulsaron de mi trabajo por ser mujer. Así que lo tuve que dejar y abrí mi propio despacho de abogado y decidí dedicarme completamente a las actividades relacionadas con los derechos humanos".
Había luchado por la democracia en Irán y muy pronto descubrió que no basta con acabar con los dictadores, sino que hay que trabajar para convertir un país totalitario en otro democrático. "No basta con derrocar al tirano", dice con energía, "sino que tenemos que trabajar para establecer democracia. En 1979, el pueblo iraní tuvo su revolución, conseguimos echar a un dictador, pero desgraciadamente no llegó la democracia en su lugar, sino que llegó otro dictador".
La entrevista se realiza el 21 de octubre, un día después del linchamiento del dictador libio Muamar el Gadafi, cerca de su ciudad natal, Sirte. "Esta es mi llamada de atención a los países árabes en los que se están registrando movimientos contra las dictaduras gobernantes: tened cuidado, no vaya a ser que después de tanta sangre derramada no se construya una democracia en estos países".
En un hotel de Madrid, donde asistió a unas jornadas sobre El ser creativo, patrocinadas, entre otros, por el Centro de Innovación del BBVA, Shirin Ebadi se muestra cansada y, en cierto modo, desesperanzada sobre el camino que lleva el mundo.
De todas formas, ayer cayó Gadafi en Libia, y ya lo han hecho los dictadores de Túnez y Egipto. ¿Cómo valora la llamada 'primavera árabe'? Yo no estoy nada de acuerdo con la expresión que se ha dado a este proceso de primavera árabe. Es muy pronto para decir que es primavera. Yo insisto en que no es suficiente con que se vayan los dictadores. En el caso de Gadafi, habría preferido que fuera detenido y juzgado por la Corte Internacional de Justicia. Para que se vea claramente qué es lo que ha hecho en estos 42 años. De todas maneras, ahora que ha pasado esa época, que han matado a Gadafi y ha muerto tanta gente, espero que no venga otro dictador en su lugar.
¿Cómo pueden afectar a Irán las caídas de los dictadores? Nosotros durante muchos años no hemos tenido relaciones con Egipto y después de la revolución egipcia ha empezado a haber contactos entre los Gobiernos. Con Túnez y Libia siempre ha habido relaciones y seguro que van a continuar. Solamente tendrá efecto sobre el resto si de verdad se consigue crear democracia en estos países. En ese caso, antes o después, podremos ver la democracia en Irán. Aunque realmente, lo más importante es Siria, que es como un muñeco en manos de Irán. Por eso el Gobierno iraní envió soldados y armamento para reprimir las protestas y matar a los manifestantes sirios. No hay que olvidar que en las manifestaciones en Siria se queman banderas de Irán y se pide que los soldados iraníes abandonen su país. Uno de los altos cargos del Ejército iraní, Moshen Rezai, dijo que Irán en sus relaciones internacionales tiene tres líneas rojas: Siria, Hamás y Hezbolá. Es una muestra de cómo Irán ha convertido a Siria en su brazo ejecutor. No hay duda de que si finalmente la población siria consigue derrocar a Bashir el Assad, ello tendrá un efecto directo sobre la política en Irán.
Usted dijo hace unos meses que el mundo árabe no necesita ayuda de Occidente para solucionar sus problemas. ¿Hay un movimiento real en Irán para luchar contra la dictadura? Sí, hay un movimiento civil bastante importante en Irán y cada día está más fuerte porque el grado de descontento que hay por parte de la población va aumentando día a día. Aparte de la violencia del Gobierno hacia la gente, hay un problema grave de pobreza. Para que se haga una idea, ahora el precio de la comida en Teherán es más alto que aquí en Madrid. Ya no hay divisas en los bancos.
¿Ve usted una luz al final del túnel respecto a la situación en Irán? Si acaso, muy al final del túnel. Al final, el pueblo iraní conseguirá cambiar una situación que no es sostenible, pero si se refiere a seis meses o a medio plazo, desgraciadamente no creo que vaya a suceder nada bueno.
Antes tendría que caer el dictador sirio... Sí, por supuesto. Aunque los sirios llevan seis meses muriendo para conseguir algo. Incluso Naciones Unidas ha llamado la atención al Gobierno sirio y mi país debería dejar de proteger a Bashir el Assad.
¿Cree realmente que lo hará? No, no creo. El régimen iraní hará todo lo posible para que se mantenga el Gobierno sirio. Pero los sirios van a ganar esta batalla. Un Gobierno que decide salir con tanques a la calle y pasar por encima de sus ciudadanos está mostrando que está en las últimas, que le quedan pocos días.
¿Cuál es el modelo de democracia que se debería implantar en los países árabes, teniendo en cuenta la religión musulmana? Lo primero que tengo que decir es que yo estoy a favor del secularismo. Aunque yo soy musulmana, pienso que la religión debe separarse totalmente de la política. Con ello se evitaría el abuso del sentimiento religioso de la gente. Y si un Gobierno es islámico, como Irán, tenemos que interpretar el islam a favor de la gente y compatible con la democracia y los derechos humanos.
Se está hablando del modelo turco como ejemplo a seguir por los países árabes que busquen un régimen democrático... No hay duda de que Turquía es más democrática que Irán o que otros países árabes, pero ellos también tienen sus problemas, como su actuación con los kurdos.
Shirin Ebadi pone por encima de todo los derechos humanos. Ha luchado toda su vida por ellos, renunciando a una vida cómoda. Lo cuenta en su libro El despertar de Irán (Aguilar, 2007). Se puede leer en 20 idiomas diferentes, pero no en farsi, en el que fue escrito. "En un régimen que prohíbe la libertad de prensa", dice, "es impensable que dejen publicar libros que hablan de libertad".
Su libro es una autobiografía en la que narra su vida y la de Irán. "Mi padre nació en una familia rica", cuenta en el libro. "Su padre era terrateniente y coronel del ejército en los últimos días de la dinastía Qajar. De joven, mi madre había soñado con asistir a la Facultad de Medicina y ser doctora. Pero su familia rechazó esa posibilidad por motivos sobre los que ella tenía escaso control. Mis padres se casaron en una tarde de primavera de 1945 por la ceremonia ritual y tradicional conocida como jastegari".
"En la cultura iraní", continúa su narración, "se consideraba natural que los padres quisieran más a los varones, pues estos eran los depositarios de las futuras ambiciones de la familia: el afecto hacia un hijo era una inversión. Pero en mi familia, mis padres repartían su atención, afecto y disciplina por igual. Hasta que no fui mucho mayor no me di cuenta de que la igualdad entre sexos quedó impresa en mi mente mediante el ejemplo en casa".
Cuenta Ebadi que el año en que ingresó en la Facultad de Derecho, con 18 años, fue un punto de inflexión en su vida. "El campus de la Universidad de Teherán", dice, "de alto voltaje intelectual, estaba inmerso en una acalorada lucha por un Irán más abierto. A finales de los sesenta, los manifestantes se manifestaban casi cada día contra el sah".
Shirin Ebadi valora mucho la actitud igualitaria de su padre y de su marido, el ingeniero eléctrico Javad Tavassollan, con quien lleva 35 años casada y que ahora está retenido en Teherán por el régimen iraní. "Javad me permitió ser yo misma desde el principio y consideró que mi trabajo formaba parte integral de mi persona". Tiene dos hijas: Negar, de 31 años, y Nargess, de 28, que viven en EE UU y Reino Unido, respectivamente.
Pero también aprovecha cualquier oportunidad para defender su religión, aunque critique el uso político que hacen los dictadores islamistas. Para Ebadi, su religión es muy importante y asegura que el islam "no va estrictamente contra la mujer". "Los Gobiernos antidemocráticos, como el iraní, justifican sus actos con la religión. Pero no es verdad. Lo que hacen no está de acuerdo con el islam". Por eso, cuando se le pregunta por la alianza de las civilizaciones y los choques entre religiones, ella responde con dureza: "Yo no creo que haya ningún choque entre las distintas civilizaciones o entre creyentes de distintas religiones. Son los Gobiernos los que utilizan las civilizaciones y las religiones, unos contra otros".
¿Cómo es hoy la vida de la mujer en Irán? ¿Ha cambiado algo? No, no ha cambiado nada. Cualquier persona que tenga un nivel de activismo con el tema de las mujeres, tendrá problemas con el Gobierno y les dirán que están atentando contra la seguridad del Estado. Y no solamente respecto a la mujer, la represión se sucede contra todas las personas que defiendan la libertad. Según el último informe de Periodistas sin Fronteras, Irán es el país del mundo con más periodistas encarcelados.
Comentaba antes de la entrevista que hoy está especialmente triste... Sí. He oído una mala noticia. Uno de los grandes periodistas en Irán, compañero mío en defensa de las libertades civiles, Abdolreza Tajik, que fue premio 2004 a la Libertad de Expresión de Periodistas sin Fronteras, ha recibido hoy la notificación de que le han ratificado los seis años de cárcel a que le habían condenado hace seis meses; va a tener que volver a la cárcel, acusado de colaborar conmigo y escribir artículos críticos. Desgraciadamente, no es solo él. Hay multitud de periodistas encarcelados y torturados. Isa Saharkhiz, sin ir más lejos, lleva dos años en la cárcel; le han torturado tanto que está en silla de ruedas. Al detenerlo, le pegaron una enorme paliza. Y eso que ocupó un cargo en el Gobierno de Jatamí como responsable de publicaciones.
¿Qué esperanza tiene de poder volver a Teherán? Tengo muchas esperanzas de volver a mi país. Pero para que yo me lo plantee, el Gobierno tiene que demostrar que está dispuesto a permitir la lucha por los derechos humanos. Además, los tribunales tienen que decir claramente que no habrá juicios y penas por defender las libertades.
Sigue recibiendo amenazas. ¿Teme por su vida? Siempre he temido por mi vida desde que hace muchos años, estudiando el caso de uno de mis clientes y amigos que luchaban por la libertad en Irán y había sido encarcelado, descubrí en un documento oficial que yo era la siguiente. Me siguen enviando mensajes de muerte. Dicen que me van a encontrar, esté donde esté, que me van a matar.
¿Ha cambiado algo en Irán en los últimos años? Hoy la situación es peor que hace un año; mucho peor que hace ocho años, cuando recibí el Nobel, y claramente peor que cuando no pude volver a Teherán en 2009. Las cárceles están llenas y la cosa va a peor. Aunque cada vez hay más personas en contra del Gobierno.
¿Se siente apoyada en su lucha? Sí. Siento que todos los iraníes me apoyan. Porque los iraníes queremos la democracia y los derechos humanos.
Shirin Ebadi se muestra cansada y pide acabar la entrevista. Son las seis de la tarde y todavía no ha comido. Llegó el día anterior de Roma y al día siguiente vuela a Nueva York. Y de ahí, a Noruega y al Congo, para continuar con su lucha por la libertad y los derechos humanos en Irán y en todo el mundo. "Una última pregunta, por favor".
Le hablo de la última entrevista de esta serie, con la presidenta de Naciones Unidas para la Mujer, Michelle Bachelet. Le explico que la política chilena había dicho que sin lucha no se conseguirá la igualdad de la mujer. Ebadi asiente: "Estoy completamente de acuerdo con Bachelet. No solo en lo que se refiere a la igualdad de las mujeres. Cualquier persona o grupo que sienta que sus derechos han sido violados debe luchar para conseguir que se restituyan. Los derechos se consiguen con la lucha, no se regalan".
La conciencia del pueblo iraní
Nació en Hamadán (Irán) en 1947. Fue una de las primeras mujeres juez de su país, y la primera presidenta de un tribunal iraní, además con solo 28 años.
Fue arrestada por primera vez en el año 2000 por defender a familiares de escritores e intelectuales asesinados en su despacho de abogado, que abrió tras ser expulsada de la carrera judicial. Tres años después le concedieron el Nobel de la Paz, que recogió en Estocolmo con la cabeza descubierta, lo que provocó nuevas críticas de los dirigentes iraníes.
Hace tres años, el Gobierno iraní cerró el Centro de Defensores de Derechos Humanos que había creado en Teherán y comenzó un acoso implacable a su familia, además de amenazas de muerte que le impiden regresar a su país y le obligan a un exilio nómada, de país en país. (En la imagen, durante el discurso en Oslo al recibir el Nobel).
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