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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reforma o regresión

El mercado laboral español necesita negociación libre y empleo estable, no más precariedad

La situación del mercado de trabajo español, con casi cinco millones de parados y nulas expectativas de creación de empleo durante 2012, requiere de una reforma laboral más efectiva que la patrocinada por el Gobierno de Zapatero, incluso a sabiendas de que las reformas de la contratación no generan empleo por sí mismas, aunque sí lo favorezcan y multipliquen cuando se recupera la demanda. El próximo presidente, Mariano Rajoy, ha instado a patronal y sindicatos a que pacten los contenidos de la reforma, que el PP considera esencial para reducir el paro. Pues bien, por pocas que sean las posibilidades de que las fuerzas sociales cumplan el encargo, disminuirán rápidamente si empieza a sonar ruido de fondo con ocurrencias como las que acaba de hacer el presidente de la patronal CEOE, Juan Rosell: crear un contrato a tiempo parcial, más bien un contrato fulminante, con un salario de 400 euros.

Para que una reforma del mercado de trabajo tenga sentido se requiere que el reformador tenga en cuenta dos pilares del sistema económico, como son la libertad de negociación y la estabilidad en el empleo. Que España sufra de casi cinco millones de parados se debe a varias razones, pero una de las importantes es que muchas empresas han cerrado porque tenían dificultades para descolgarse de los convenios sectoriales o provinciales, que imponían condiciones salariales imposibles de cumplir en tiempos de depresión de la demanda. Con cualquiera de las fórmulas vigentes en Europa (por ejemplo, la que en Alemania permite subvencionar con parte de los subsidios cotizados a los empresarios que repartan el empleo disponible entre los trabajadores) la tasa de paro estaría muy por debajo del 20%.

La negociación colectiva debe permitir que las empresas se descuelguen de los convenios sectoriales y provinciales si una mayoría de los trabajadores así lo quiere, por más que una liberalización de ese tipo liquide la necesidad de los grandes aparatos de asesores y negociadores que cobran de patronal y sindicatos. En el caso de la contratación, la línea correcta es simplificar y estabilizar el empleo. La propuesta de crear un nuevo tipo de contrato más (los empresarios disponen ya de 17) es un sinsentido. Por el contrario, una reforma sensata consistiría en aplicar, para los nuevos empleos, un solo tipo de contrato, estable, con costes de despido crecientes en función del tiempo trabajado. Los llamados miniempleos son ocurrencias baratas que complican todavía más la maraña laboral.

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El nuevo Gobierno hará bien en pensarse detenidamente la próxima reforma laboral. No es tan sencilla como suponen las voces de la patronal (abaratar el despido, más empleo basura). La reactivación debe hacerse sobre empleo estable, que permita el consumo de bienes duraderos; no puede fundamentarse en trabajo precario, pasto para otra burbuja inmobiliaria. El previsible decretazo laboral debería ser algo mejor que más empleo precario.

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