Nuevos tiempos, nuevos enfoques
La socialdemocracia
La velocidad a la que se suceden los cambios globales hacen cada vez más difícil que ideologías y cosmovisiones como la socialista, logren encontrar respuestas atractivas y realistas a los nuevos problemas. Hace una década, el problema de la izquierda era saberse desubicada por el incómodo debate entre conceptos como seguridad y libertad, pues parecía que la seguridad era cosa de los gobiernos neoliberales. Nos costó un tiempo comprender que ante los crecientes problemas de inseguridad, la izquierda tiene la obligación de ofrecer respuestas eficaces -las suyas, obviamente, distintas a las de la derecha-, pues es un bien, el de la protección física, que los ciudadanos libres demandan con total legitimidad.
Deberemos ser nosotros quienes tratemos de cambiar los tiempos y liderar la nueva etapa vasca
En la actualidad, es la escasez de recursos públicos que poder redistribuir, en buena medida, la que contribuye a la desorientación que padece la socialdemocracia a nivel europeo en general, y a nivel español en particular. Nuestra tradición y nuestra voluntad, siempre ligadas a la defensa del Estado de Bienestar, han desarrollado en nosotros habilidades muy acentuadas en la gestión del gasto, pero aquí y ahora, lo que se impone es la necesaria incorporación a nuestro acervo, de principios ligados a la austeridad, la eficiencia y la sostenibilidad de los sistemas públicos de prestación de servicios. Hoy, como hace diez años, nos tienta la idea de ceder ese trabajo en exclusiva a la derecha, y cualquier ejercicio de ahorro y contención nos atenaza y acompleja, como si fuera en detrimento de nuestra credibilidad como corriente progresista. Y opino que es un error.
La agenda del lehendakari, Patxi López, y del Gobierno del PSE-EE es buena muestra de un intento sincero por adaptar la socialdemocracia a los tiempos de ajuste y esfuerzo colectivo. Estamos en la eliminación de las duplicidades competenciales, la racionalización institucional y la persecución del fraude fiscal, laboral (absentismo), social (adjudicatarios de VPO que no pagan y perceptores acomodados de subsidios) y sanitario (abuso del sistema público de salud). Eso es defender un sistema justo y sostenible de prestación de servicios públicos.
Pero hay más cosas que podemos hacer. No comprendo que la preocupación por el medioambiente y el cambio climático hayan desaparecido, en toda España, de la agenda política, como si su combate fuera un artículo de lujo que en tiempos de crisis no nos podemos permitir. Y es al contrario, la llamada economía verde forma parte indisociable de la solución. El despilfarro de recursos, la desbocada generación de residuos y la adaptación de nuestras ciudades a los ya inevitables efectos del calentamiento global requieren de una agenda política y económica no meramente testimonial.
Euskadi y el soberanismo
Durante demasiado tiempo, el papel político del PSE-EE ha sido, por la persistencia del terrorismo, principalmente defensivo. Nos jugábamos la vida en la defensa de nuestros principios, libertarios y universales. Esa resistencia democrática, no exenta de épica, ha dado sentido en buena medida a nuestra militancia, aunque en ocasiones nos sintiésemos como meros escudos humanos; pero ahora, ya libres de ETA, la mera resistencia ante voluntades crecientes no puede explicar nuestra acción política.
Y es que el soberanismo vasco presenta, al menos, dos nuevas características que debieran hacernos repensar algunas estrategias. La primera, evidente, la ausencia de una banda terrorista que mate en su nombre. El independentismo se irá librando del estigma que lo fue arrinconando y desprestigiando a medida que vaya pasando el tiempo, y ese es un proceso inevitable. La segunda, el fortalecimiento, en este contexto de crisis, de un soberanismo menos identitario y de corte más pragmático. O, dicho de otro modo, la posible consolidación de la idea de que España es un lastre económico para Euskadi, que registra una economía más saneada y productiva, un desempleo muy inferior, una renta per cápita superior, un PIB mayor y unos servicios públicos mejores. En Cataluña comienzan a observarse los primeros signos de un independentismo no nacionalista que se mira en el espejo de Flamencos o Escoceses como camino para vincularse a la Unión Europea sin la necesaria asociación con España. Es verdad que existen argumentos poderosos para desmentir esas creencias, empezando por la radiografía demográfica del País Vasco, con una media de edad y unas tasas de envejecimiento que, de no ser por la caja única y el sistema de Seguridad Social español y solidario, arrojarían un déficit importante a la hora de sufragar las pensiones de los ciudadanos vascos. Aún así, la batalla ideológica que deberá dar nuestro partido se antoja titánica a la luz de estos datos.
No es nuevo que el soberanismo logre mayores apoyos ciudadanos en Euskadi que el constitucionalismo, pero sí que lo haga en unas elecciones generales. Y menos viniendo, como venimos, de retroceder notablemente en las elecciones municipales, esas que hasta ahora venían otorgándonos un poder notable en grandes y medianos núcleos urbanos.
Todo hace pensar que tenemos que impulsar nuestro proyecto político sobre bases nuevas. Los socialistas siempre hemos sabido adaptarnos a los tiempos que nos ha tocado vivir, pero llegado este momento nuevo para Euskadi, deberemos ser nosotros quienes tratemos de cambiar los tiempos, y liderar la nueva etapa vasca. El socialismo vasco tiene 125 años de historia, una tradición política ligada a la libertad y el autogobierno. Esos conceptos deben tener su traducción actualizada en pleno siglo XXI y pueden ser compatibles con nuestra aspiración de conectar de nuevo con la gente joven que últimamente se ve seducida por una izquierda abertzale que ya no da miedo ni tiene tanta caspa. Son clases medias críticas, mestizas, euskaldunes y urbanas que no se comportan ya con los prejuicios que nos condenaban a los socialistas a jugar un papel secundario, y que pueden confiar en nosotros si nos ven reaccionar, buscar salidas a la incertidumbre y a la desorientación generalizada.
Aportar salidas imaginativas, arriesgar, y saber detectar dónde están las posiciones de cambio y de innovación de la política. Todo eso y mucho más, para poder contribuir con un papel protagonista, a una sociedad que recobre la ilusión y la emoción de vivir algo especial.
Denis Itxaso es concejal socialista en San Sebastián.
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