Dos 'velázquez' recuperan su brío
El Prado devuelve su forma original a dos obras ecuestres del artista
Después de casi dos años de restauración, los retratos ecuestres de Felipe III y de Margarita de Austria han regresado a la sala de Las meninas, de Velázquez, en el Museo del Prado de Madrid, junto a las otras tres pinturas de la familia real a caballo que el pintor sevillano realizó entre 1634 y 1635 para el salón de reinos del Palacio del Buen Retiro. El equipo de restauradores e historiadores que ha trabajado en las dos obras explicó ayer que el trabajo ha consistido no solo en limpiar la suciedad acumulada a lo largo de los años en las capas de barniz sino también en retirar dos bandas de 50 centímetros cada una que, a los lados de cada cuadro, sirvieron para ampliar su ancho en el siglo XVIII, cuando las obras fueron trasladadas al Palacio Real para decorar el comedor del monarca. "Una restauración importante y novedosa", apuntó Gabriele Finaldi, director adjunto de conservación del museo.
Los retratos de Felipe III y Margarita de Austria se alteraron en el siglo XVIII
De esta manera las dos obras, además de recuperar su color, han dejado de ser prácticamente cuadradas para volver a su medida rectangular original. Rocío Dávila, encargada de la restauración, explicó cómo el trabajo del equipo de conservadores, del gabinete técnico y del laboratorio químico ha permitido decidir algo que era importante: cómo retirar dichas bandas manipulando lo menos posible las obras, cuyos injertos estaban aplicados a la gacha, un sistema tradicional de España que se hacía con una pasta de cola y harina aplicada sobre la tela original y la nueva.
"En la restauración es importante tomarse su tiempo", explica Dávila. "Hemos tardado casi dos años en restaurarlos pero eso no quiere decir que hayamos estado trabajando esos dos años sobre ellos. Muchas veces, para restaurar bien, hay que pasar más tiempo mirando que trabajando". Dávila cuenta que las dos piezas fueron realizadas en el taller del pintor en colaboración con su equipo y que por eso el cuadro tiene correcciones realizadas por el propio Velázquez. Por ejemplo, bajo el caballo del rey está pintado un ejército que el sevillano se encargó de corregir. "Ahora vemos su mano mejor que nunca, sobre todo en los dos caballos". Frente a la rigidez en la ropa de los monarcas, la pincelada se suelta en las patas de los animales. "¡La mano de Velázquez tiene tanta fuerza! Se ve perfectamente en el caballo del rey, que es todo suyo. Él llegaba al taller, soltaba esas pinceladas, una, y otra, y ya está: ¡vida y movimiento!".
Un prodigio que, según Gabriele Finaldi, se concentra en lo que él considera uno de los mejores fragmentos de la sala de reyes de Velázquez: la cabeza, el pecho y las patas del caballo de Margarita de Austria. Javier Portús, conservador jefe de pintura española, cree además que ahora, al volver el cuadro a su medida original, recobra toda la intención y sentido que quería darle el pintor: "Al aumentar el cuadro se menguó la posición en escorzo, que daba violencia y dinamismo. Restituir las cualidades originales del cuadro no solo afecta a la comprensión del cuadro, sino a la comprensión de la serie entera".
Pero las dos pinturas no fueron las únicas obras que el Prado presentó ayer sin las fatigas del paso del tiempo. Mientras los dos monarcas a caballo de Velázquez (con la sierra de Madrid luciendo sus mejores atardeceres) devolvían a la sala de Las meninas a todos sus personajes, una de las mejores esculturas romanas de la pinacoteca, Ariadna dormida (creada en la época de Marco Aurelio a partir de una escultura griega del siglo II antes de Cristo) recuperaba también su aspecto.
Situada en la rotonda de Ariadna, o sala 74 -un espacio circular abierto a enormes ventanales por los que entra luz natural y que también ha sido reformado-, la pieza arqueológica procedía de la colección romana de Cristina de Suecia. "Hemos practicado un trabajo de limpieza y de integración de las líneas de unión", señaló Sonia Tortajada, quien ha trabajado con María José Salas Garrido para borrar el aspecto fragmentado que presentaba la obra, que fue restaurada en el siglo XVII en el taller de Bernini y que muestra el contundente cuerpo de Ariadna abandonado en la playa de Naxos tras el episodio de Teseo y el Minotauro y donde, finalmente, la descubrirá y se enamorará de ella el dios Dionisio. Once meses de trabajo para una de las joyas arqueológicas del museo, cuyos pasos serán ahora seguidos por dos pequeños ángeles de madera policromada del arquitecto y escultor flamenco Maes Tydeman.
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