A un paso de la muerte
El pasado 7 de julio, un juez me devolvió la libertad tras 21 años encerrado en Illinois. Pasé 13 años en el corredor de la muerte por culpa de un chivatazo falso y de una confesión que firmé tras 39 horas de tortura policial. Me llamo Ronald Kitchen".
"Buenos días. Mi nombre es Curtis McCarty. El Estado de Oklahoma me condenó injustamente a morir. Estuve encarcelado durante 22 años. Nadie me ha compensado o pedido perdón".
"Soy Greg Wilhoit. De Sacramento (California). Pasé cinco años en el corredor de la muerte. Me alegro de estar hoy aquí".
Birmingham (Alabama, EE UU). Por la autopista 65 llegamos a los límites de la ciudad hacia el sur. En un cruce, dos hombres-cartel anuncian pizza a 5,99 dólares. A tres manzanas, la carretera se empina y llegamos al Alta Vista Hotel, desde donde se divisa la ciudad entera. (...) El hotel está casi vacío. Es perfecto para una reunión tranquila.
"Estuve a una hora de ser ejecutado, de ser asesinado. Eso es lo que querían hacer. ¿Entiendes lo que te digo?"
"Pasé 13 años en el corredor por un chivatazo falso y por una confesión que firmé tras 39 horas de tortura policial"
Haciendo un círculo en una sala de conferencias se presentan, uno a uno, 21 de los 138 excondenados a muerte que han logrado demostrar su inocencia en la historia de EE UU. Junto a los 11 negros, 9 blancos y un latino exonerados presentes están sus familiares, amigos y cinco militantes de Witness to Innocence -en castellano, Testigos para la Inocencia, una ONG de Filadelfia que organiza el encuentro. (...)
En el hotel charlamos uno a uno con los exonerados. En una sala adyacente a la que utilizaron para reunirse, los entrevistamos y fotografiamos. Compartimos unos antiguos sofás marrones junto a unos ventanales. Desde ese lugar, estas 21 personas nos explican su milagro y nos guían por el sistema carcelario, judicial y policial estadounidense. El goteo de testimonios dibuja una situación general llena de lugares comunes: corrupción, maltrato, secuelas, racismo... Poco a poco ponemos caras al horror.
La de Derrick Jamison es inolvidable. Este afroamericano de Ohio de 48 años y aspecto de rapero mira a cámara. Sonríe pacientemente con dientes de oro, luce brillantes, anillos y todo tipo de bisutería. Su gorra de los Cincinnatti Reds de béisbol delata su procedencia y su afición al deporte. (...) Derrick es un tipo que al hablar despierta cariño; lo hace pausado, como un niño en la piel de un adulto, con una extraña paz que casi todos los rescatados del corredor contagian al estar a su alrededor. Como si estuvieran ya por encima del sufrimiento, al que Derrick venció y conoce bien: "Estuve a una hora de ser ejecutado, solo a una hora de estar muerto, una hora para ser asesinado. Porque eso es lo que querían hacer. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo? Estuve a una sola hora de que me mataran", dice clavando sus ojos. Fue el peor momento de sus 17 años en el corredor, el día más crítico de su vida, el de su fecha de caducidad. (...)
Un chivatazo falso condenó a Albert Burrell en 1987 en el Estado de Luisiana. Este hombre humilde, amable y con look de cowboy cuenta su increíble historia con un hilillo de voz. Tras divorciarse de su mujer, Albert había logrado la custodia del hijo que tenían, Charles, de cinco años. El asesinato de una pareja en la zona fue la ocasión perfecta para la ex, que telefoneó al sheriff y dijo que su antiguo marido era el asesino. Sin pruebas ni testigos, basándose solo en la mentira de una mujer despechada, policía y juez creyeron la versión, agobiados por la presión social por resolver el crimen. Albert pasó los siguientes 13 años en el corredor de Angola, una de las cárceles más duras de EE UU, y su ex recuperó la custodia del niño. (...)
Tras cinco días compartiendo hotel, comida, bebida, reuniones y conversaciones con 21 personas que a punto estuvieron de morir por crímenes que no hicieron, llegan las despedidas. Shujaa Graham es un afroamericano al que le puede la emoción. Con lágrimas en los ojos, nos da las gracias y repite luchador: "I'm a soldier" ("Soy un soldado"). Su mujer, Phyllis, la enfermera blanca de la que se enamoró en prisión, había cerrado las jornadas de reuniones en Alabama cantando un emocionante estribillo de los años de la esclavitud en el sur. La letra también sirve a los exonerados. El corro unió sus manos primero, dio palmas después y cantó al unísono: "We who believe in freedom cannot rest!" ("¡Nosotros que creemos en la libertad no podemos descansar!"). (...)
De EE UU a Japón
El dolor. Shujaa Graham, exonerado del corredor de la muerte en California, fue la persona elegida para la portada de El País Semanal: "Me sorprendió mucho verme. Me encanta la fotografía. Refleja mi dolor y el esfuerzo contra la pena de muerte. Es una imagen que no solo me retrata a mí, sino a la organización a la que pertenezco, Witness to Innocence. El reportaje nos hizo crecer y nos dio nuevas oportunidades".
Repercusión. A un paso de la muerte fue traducido al inglés y al italiano tras la publicación original en nuestra revista. Una edición especial en castellano e inglés fue distribuida, con la colaboración de la Universidad de Castilla-La Mancha, en el IV Congreso Mundial contra la Pena de Muerte (Ginebra, febrero de 2010), una cita que inauguró el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Además, cuatro de los exonerados protagonizaron, a mediados de 2010, una campaña publicitaria de la bebida Aquarius.
Democracias y pena capital. 58 países mantienen la pena de muerte. Entre ellos, dos grandes democracias: Estados Unidos y Japón. En ambas naciones se conocen casos de inocentes condenados. El País Semanal publicó, un año después de este reportaje, otro sobre la inocencia de algunos condenados en Japón. Se tituló 42 años esperando la muerte y fue realizado por los mismos reporteros.
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