Por una sanidad pública mejor
Que la sanidad pública está sufriendo desde hace ya tiempo y en general en todo el Estado un deterioro notable, es un hecho. Por ejemplo, en Madrid -donde Esperanza Aguirre lleva años de aquí para allá para hacerse la foto inaugurando hospitales-, el número de camas hospitalarias ha descendido pese a los nuevos centros inaugurados, que por cierto, están en buen número gestionados de manera privada; y no creo que haya que ser muy listo para saber que si el capital privado invierte en algo, es para ganar dinero, lo que, evidentemente, no parece muy conveniente para lo público.
También es un hecho que los pacientes más graves, o más ancianos, en definitiva, los más costosos, quedan en los centros públicos, mientras los más "rentables" se derivan hacia la sanidad privada concertada, con lo que, obviamente, se contribuye a deteriorar y encarecer la pública. Tampoco es necesario haber estudiado en Salamanca para observar cómo se alargan los tiempos para acudir a las consultas o para intervenciones quirúrgicas; en algunos casos, muchos meses. O para constatar que la forma en la que se confeccionan las listas de espera en Madrid está bajo sospecha.
Y ahora, con la excusa de la crisis económica, se nos bombardea con insinuaciones malévolas acerca del copago, o de que el sistema es insostenible, o de "racionalizar" el gasto. Yo sugiero que, cuando se recurre a estas innobles argucias, se compare nuestro gasto sanitario por habitante con el de los países de nuestro entorno.
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