Me llevo las sobras
No somos los únicos a los que nos da vergüenza llevarnos las sobras a casa. Para convencer a los británicos de que está muy bien esa popular práctica estadounidense de pedir la doggy bag en los restaurantes y que se ahorra y se hace una labor social, la Asociación de Restaurantes Sostenibles acaba de lanzar la campaña Too Good to Waste (Demasiado bueno para desperdiciarlo). Y han repartido por más de 50 establecimientos londinenses (incluidos sitios de lujo estelar) 25.000 cajitas monísimas de colores y biodegradables. Argumentan que lo que sí es una vergüenza es el despilfarro: 21 toneladas de alimentos se desperdician al año en Reino Unido, según la BBC.
Solo en Londres se generan 250.000 toneladas de residuos, y un 30% son de comida no consumida en el local. Si los comensales reclamaran su bolsita para el perro, la hostelería recuperaría 4.000 euros al año. Ahí es nada.
En Madrid habría que hacer algo similar. No hace falta que preparen cajitas deluxe, con un recipiente que conserve y no manche vale.
Aunque no estaría mal como publicidad para los restaurantes, ya que ahora con lo del no fumar las cajas de cerillas de propaganda con dirección y teléfono están en extinción.
La verdad es que ya no ponen tanto cara de póquer si pides las sobras del plato ni te preguntan si es para el perro (los canes de ahora, con sus comidas gourmet sin colorantes ni conservantes, ya tienen su dieta cubierta). Y te envuelven la comida en unas tarteritas de papel de estaño o de plástico (hasta las puedes reciclar).
En los restaurantes asiáticos no les extraña la petición y en el peruano tampoco, por poner un ejemplo reciente. Un amigo gastrónomo pero que no cocina ve en la doggy bag una salida a los perezosos del fogón.
También se lleva a casa el vino si le sobra. "No están los tiempos como para tirar nada", dice. Y tiene razón.
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