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Crisis política en el sur de Europa
Columna
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'Ciao' a todo esto

Francisco G. Basterra

El incendio ha prendido en la planta noble de Europa, en Italia, su cuarta economía, con más peso que Grecia, Portugal, Irlanda y España juntas. Demasiado grande para ser rescatada. Nuestras habitaciones son contiguas y Francia duerme en el mismo piso. La contención a cómodos plazos ha fracasado. El cortafuegos cavado hace tan solo 12 días en Bruselas, tardío e insuficiente, no ha detenido el fuego de Grecia. El G-20 volvió a estrellarse en Cannes, con EE UU convertido en primus inter pares incapaz de arbitrar soluciones, confirmando su progresivo desvanecimiento como superpoder dominante. Europa recibió el rechazo de China y Brasil a su patética petición de fondos para rescatar a sus miembros más débiles. "Si los europeos no van a poner más recursos ¿por qué voy a hacerlo yo?" (Dilma Rousseff, presidenta brasileña). La vieja regla se cumple: todo lo que puede salir mal se acaba torciendo. Menos mal que el asteroide 2005 YU55, del tamaño de un portaaviones, solo "rozó" la Tierra el martes al pasarnos a 324.000 kilómetros de distancia, cerca en términos siderales. Presenciamos la bancarrota política de Europa y una quiebra financiera que nos va a empobrecer a nosotros y a nuestros hijos, ya estampillados de generación perdida. El dominó: caen sucesivamente los Gobiernos, de derecha a izquierda, víctimas de esta nueva peste negra. Irlanda, Portugal, Grecia, Italia, al de España le quedan 10 telediarios. ¿Quién será el próximo? ¿Será Obama el último, en 2012?

El adiós es a una política que ya no sirve para resolver los problemas de los ciudadanos
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Con la política suspendida por incomparecencia, los Gobiernos aceptan en cascada una soberanía limitada con los interventores y los planes de adelgazamiento, comunicados por las autoridades de Bruselas, que a su vez los reciben de la cancillería de Berlín y del FMI. Al ejecutarlos, los Gobiernos se suicidan electoralmente y dan paso a gabinetes de concentración o técnicos, como ha ocurrido en Grecia o en Italia. Se trata de buscar personas que hablen el lenguaje de los mercados y den confianza a gnomos varios: brókers, fondos de pensiones. El dictado de lo económico es aceptado sin chistar. El nuevo fundamentalismo de la austeridad a muerte no admite alternativa, mientras Europa se detiene y se asoma a la recesión. No nos engañemos aliviados con el ciao a Berlusconi, el hombre que destrozó, él solo, todo un país, con la ayuda prolongada en el tiempo de una mayoría de italianos. Italia, il bel paese, con 1,9 billones de deuda pública, pero con una economía industrial solvente y un déficit presupuestario razonable. Sentada en la silla eléctrica de los mercados, intervenida preventivamente, sin necesidad de haber sido rescatada. Veamos la luna, no solo el dedo. El adiós es más general: a todo lo viejo, a una política que ya no sirve para resolver los problemas de los ciudadanos. Asistimos impotentes a la entrada en una nueva era. Pero atrapados en el ojo de la ola gigante que nos zarandea, no comprendemos la trascendencia del momento. Viajamos demasiado cerca de los acontecimientos. Como dice el historiador Paul Kennedy, "es como si estuviéramos de nuevo en el año 1500, saliendo de la Edad Media hacia el mundo moderno". China se despega, EE UU se prepara pragmáticamente para un siglo XXI asiático. Europa aparece como un coro lejano, en construcción-deconstrucción como larga crisis. Las campanas no solo doblan por Europa, sino por lo que dejamos atrás. El principio del fin de 200 años de predominio occidental.

¿Y España en todo esto? Cuanto más cambia el mundo, más nos miramos el ombligo. Hay que decir la verdad, repetía Ramón Jaúregui en el debate electoral a cinco en TVE. Pero los Gobiernos no lo hacen. ¿Nos ha dicho Zapatero lo que ocurrió la negra noche del 10 de mayo de 2010 en Bruselas? ¿Nos desahuciaron? ¿Todavía no hemos tocado fondo? ¿Y la carta que nos envió Trichet? ¿Cuándo perdimos nuestra soberanía? Hemos desaprovechado el proceso electoral para un debate de ideas y proposiciones. Estamos en la política del campanario. Damos por bueno un solo debate de juguete, una cataplasma democrática, en el que el cachivache de las diputaciones ocupó más lugar que nuestra posición en Europa y en el mundo. Los electores en España no se han percatado aún, pero estamos a las puertas de un Gobierno de concentración de facto, donde el perdedor de las elecciones ya ha dado pistas de que secundará al vencedor para ajustar aún más el traje. Ajuste que ya se prevé para antes de fin de año. Los pronósticos de la Comisión Europea, que no se cree que España cumpla el 6% del déficit presupuestario, lo presagian. La ola tiene tanta fuerza que es capaz de llevarse por delante al Gobierno saliente y al entrante.

fgbasterra@gmail.com

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