Apasionante Bartók
No ha abandonado la dimensión cultural y social en sus planteamientos musicales Esa-Pekka Salonen desde que cambió de aires en 2008, trasladándose de Los Ángeles a Londres. Al frente de la orquesta Philharmonia inglesa abanderó en 2009 el proyecto Ciudad de sueños: Viena 1900-1935; en 2010 se centró en la producción de Bill Viola de Tristan und Isolde, estrenada en París, y durante 2011 ha desarrollado Danza infernal: dentro del mundo de Béla Bartók. No es extraño entonces que en sus dos programas madrileños de esta semana haya seleccionado cinco obras de Bartók y una de Debussy, esta última con un sentido añadido de la oportunidad al estar representándose en el Real la ópera Pelléas et Mélisande.
Está en un magnífico estado de forma el director finlandés. Ya en el último Festival de Salzburgo deslumbró con su dirección de la ópera El caso Makropulos y ahora ha vuelto a realizar una lectura exultante de una obra lírica tan apasionante como El castillo de Barbazul, único título para la escena de Bartók, que Salonen ha expuesto con una intensidad, una tensión expresiva y un sentido del color orquestal verdaderamente irresistibles. Salonen sabe muy bien cuáles son las prioridades a la hora de dirigir una ópera. Domina las dinámicas con la misma precisión que administra los latidos emocionales. Hace que los cantantes enfoquen sus personajes con una mirada interior, pero no renuncia al sentido del espectáculo, y encuentra con inteligencia el punto dramático adecuado para las escenas más trágicas. John Tomlinson y Michelle Young defendieron con soltura las peculiaridades artísticas de Barbazul y Judit. Pilar Jurado transmitió con efectividad el mensaje del prólogo.
Desde el monográfico que Pierre Boulez dedicó a Bartók con la Filarmónica de Berlín en Aix-en-Provence no recuerdo unas lecturas tan esclarecedoras del compositor húngaro como las de Salonen con The Philharmonia. Un lujazo ha sido contar con un pianista de la categoría de Yefim Bronfman, al que ahora se disputan todos los grandes directores de orquesta, desde Riccardo Muti a Simon Rattle. Magnífico pianista, magnífica orquesta, magnífico director. Y como preludio un Debussy sensual, escurridizo, sensible, casi inmaterial de puro poético. El fauno puede dormir la siesta tranquilo.
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