Tras el rastro de los 'leonardos' perdidos (y recobrados)
La histórica muestra de la National Gallery dará carta de naturaleza a dos nuevas pinturas del genio renacentista
La imagen de medio cuerpo levanta el brazo derecho en señal de bendición, mientras sostiene con la mano izquierda una esfera de cristal. Es el Cristo que Leonardo da Vinci concibió como salvador del mundo, una obra "perdida" del autor de la Mona Lisa que la próxima semana va a tener su presentación pública en la londinense National Gallery. El Salvator Mundi personifica tan solo una de las perlas de la inédita exposición que ha conseguido reunir gran parte del conjunto de las pinturas del genio renacentista, todas ellas ejecutadas durante su etapa en la corte de Milán (1480-1490). Pero la presencia de este cuadro junto a La dama del armiño o a las dos versiones de La virgen de las rocas subraya el acontecimiento artístico que ha supuesto su reciente autentificación, apuntalando el debate sobre la salida a la luz de otro retrato que también aspira a ingresar en la galería de leonardos. ¿Es posible el descubrimiento, no solo de una sino de dos obras del mismo maestro, medio milenio después de su concepción?
¿Es posible el descubrimiento de obras medio milenio después?
Así lo sostiene Martin Kemp, profesor emérito de Historia del Arte por la Universidad de Oxford y principal defensor del perfil de la dama La bella principessa como parte del legado pictórico de Da Vinci. Entre los responsables de la National Gallery se denota cierta incomodidad ante la persistente reivindicación del profesor en vísperas de la inauguración de la muestra Leonardo da Vinci, pintor en la corte de Milán el próximo 9 de noviembre.
Si el museo se dispone a exhibir el Salvator Mundi como el hallazgo del cuadro número 21 del artista italiano, el dibujo de la bella Bianca Sforza -hija ilegítima de un duque milanés- que alteraría ese dígito suscita el único comentario de que "no existe un acuerdo generalizado" sobre su certificación. Las teorías de Kemp, que plasmará en la edición revisada de su libro sobre Leonardo y una serie televisiva, carecen todavía del aval del mundo académico, pero resulta difícil sugerir un ardid publicitario cuando se trata de una de las autoridades mundiales en la materia.
La propia National Gallery sorprendió en pleno verano con la incorporación del retrato de Cristo al catálogo de su exposición otoñal, gracias al préstamo de un consorcio privado neoyorquino que lo adquirió hace seis años por un precio no revelado. Aunque el grueso de expertos respalda su autenticidad -frente a alguna disensión que atribuye la rúbrica a un discípulo de Leonardo-, nunca es posible una certidumbre al cien por cien. El Salvator Mundi consta entre los bienes de Carlos I de Inglaterra tras su ejecución, perteneció luego al duque de Buckingham y fue vendido en 1763. Reapareció en la colección de sir Francis Cook en los albores del siglo XX, cuando un coleccionista pagó por él el equivalente actual de 930 euros.
"El espectador no puede abstraerse de esa mirada que te hace partícipe de la narrativa del cuadro", declaraba un fascinado Nick Penny, director de la National Gallery, a raíz de la restauración de una imagen borrosa que consiguió rescatar los perfiles leonardianos, profusamente documentados por el artista y en una veintena de copias de sus pupilos. El estudio de su historia, de los pigmentos de cuarzo a los que recurría Da Vinci, de la posición de las manos de Cristo que el autor fue modificando a la par que pintaba (algo impensable en una copia) acabaron sellando el reconocimiento de la obra.
El mismo que persigue Martin Kemp para la Joven de perfil con vestido del Renacimiento, rebautizada como La bella principessa desde que comenzara la investigación sobre una obra vendida en las subastas de Christie's de 2008 por 16.000 euros.
El precio correspondió entonces a su atribución a la escuela alemana del siglo XIX. La tesis del experto británico se sustenta en la huella dactilar descubierta en una de sus esquinas, que correspondería a otra hallada en el San Jerónimo de Da Vinci. Kemp considera decisivos los tres orificios que el retrato presenta en el margen derecho, como prueba de que el dibujo fue arrancado de un libro sobre Ludovico Sforza (patrono de Leonardo), y cree haber identificado ese volumen en Polonia. Es un arranque, pero a falta de pruebas incontrovertibles, el debate sobre La bella principessa sigue enconando al mundillo del arte, mientras el Salvator Mundi aguarda su estreno estelar en el escenario de una de las grandes pinacotecas del mundo.
Da Vinci, pintor en la corte de Milán
El mundo del arte ha aclamado la exposición de la National Gallery como la primera oportunidad, sino la única, de contemplar el grueso de las pinturas realizadas por Leonardo da Vinci durante su etapa en la corte de Milán, los años de madurez que consolidaron sus ideas como artista. "Si el siglo XX se centró en el científico, el inventor, el pionero..., ahora debemos dar un paso atrás para reflexionar sobre sus retratos, porque todas las actividades de Leonardo surgen de su obsesión por conocer el cuerpo humano", subraya Luke Syson, comisario de la muestra. El despliegue de tres piezas tan pequeñas en tamaño como grandes en ambición (Retrato de un músico, La dama del armiño y La belle ferronière), de la Virgen de las rocas que suele colgar en el Louvre, junto a su segunda versión -recién restaurada por la pinacoteca británica- o del San Jerónimo propiedad del Vaticano entrañan todo un éxito para la diplomacia artística de la National Gallery, capaz de conseguir el traslado a Londres de obras tan frágiles.
En tiempos de recortes presupuestarios, el museo se ha atrevido a imponer un límite en el número de visitas (aunque se ampliarán los horarios) para conjurar la imagen de esas megaexposiciones atiborradas de gentío que invitan más a la huída que a la contemplación. Y en aras de conquistar a nuevas audiencias, las cámaras se adentrarán en los entresijos de Da Vinci durante un programa especial que se emitirá en televisión y algunos cines británicos justo la víspera de la apertura de la muestra.
Babelia
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