_
_
_
_
La caída del régimen libio

"Pregunta a quien quieras. Todos queríamos que lo mataran"

Cientos de libios hacen cola para ver el cadáver de Gadafi en Misrata

"Prefiero que lo hayan matado. El mundo es mucho mejor sin Gadafi. Es un criminal, y si fuera juzgado podría seguir creando problemas en Libia. Creo que la inmensa mayoría de los libios piensa como yo, y también hay hombres en el Gobierno que temen mucho lo que pudiera desvelar. Además, Sadam Husein fue sometido a un proceso y para muchos se convirtió en un héroe en Irak", se explaya Ashraf, un comercial de material agrícola tripolitano que celebraba la noche del viernes en la plaza de los Mártires de Trípoli (antes plaza Verde) la desaparición del dictador. Mohamed, un amigo egipcio que le acompaña, envidia a Ashraf: "A mí me gustaría que al presidente Hosni Mubarak le hubieran hecho lo mismo".

Yibril, primer ministro, insiste en que Gadafi no fue asesinado

Bajo el Castillo Rosado de la céntrica plaza tripolitana en la que el sátrapa pronunció algunas de sus amenazas más estridentes, cientos de mujeres bailaban y cantaban -separadas por barreras metálicas de los hombres- locas de alegría.

Nadie siente remordimiento por el posible crimen de guerra perpetrado por los rebeldes. Muy probablemente porque el concepto del derecho a la defensa les resulta más que ajeno. Los libios no han disfrutado de él ni por asomo.

El Gobierno interino calcula que 30.000 personas han perecido durante los ocho meses de la guerra que nació en febrero en Bengasi. Se ignora cuántas son las víctimas de cuatro décadas de terror. Un régimen en el que las madres eran forzadas a aplaudir el ahorcamiento público y televisado de su hijo; los padres no se atrevían a hablar de Gadafi en su hogar por miedo a que sus pequeños repitieran alguna frase escuchada en casa; las humillaciones eran el pan nuestro de cada día; las detenciones se prodigaban por criticar el estado de una cañería, y los prebostes del régimen se regodeaban en su arbitrariedad. A nadie le importa que Muamar el Gadafi haya sido asesinado a sangre fría. Y no falta quien esboza una mueca de estupefacción cuando se le dice que cualquier criminal merece un juicio justo.

En Misrata, a las puertas del mercado donde los milicianos protegen el cadáver de eventuales excesos -los uniformados no permiten detenerse a nadie en la cámara frigorífica donde reposa el cuerpo del tirano porque algunos lo han pisoteado-, todo son sonrisas. El odio remite un ápice ante la inminencia de lo que constituye un acontecimiento histórico para los libios, algunos venidos de otras ciudades, que quieren ver sus propios ojos que Gadafi nunca podrá amenazarles otra vez.

Algunos hombres cargan con sus hijos pequeños a cuestas porque quieren que graben en su memoria el rostro de quien tanto les hizo sufrir. "Pregunta a quien quieras. Todos queríamos que lo mataran", advierte Hakim al Misrati, enfermero de 44 años. A su lado, el estudiante Jaled tiene otros temores: "Pudiera ser que un abogado consiguiera una condena breve o que el dictador pudiera pasar el resto de sus días en buenas condiciones en una prisión".

Para el Gobierno interino, sin embargo, las circunstancias del fallecimiento de Gadafi -al que se ve vivo en varios vídeos minutos antes de que se declarara su defunción- son una patata caliente.

La gestión de la investigación de la muerte será una prueba de las credenciales del nuevo Estado, que se afana por proclamar que la nueva Libia será un Estado democrático en el que los ciudadanos gozarán de garantías jurídicas.

El primer ministro, Mahmud Yibril, insiste en que Gadafi no fue asesinado. Pero su mensaje debe calar entre los organismos internacionales. A los ciudadanos de Libia les importa un comino que al autócrata le descerrajaran un tiro en la sien.

Dos guardias vigilan los cuerpos de Gadafi (derecha) y su hijo Mutasim en un mercado de Misrata.
Dos guardias vigilan los cuerpos de Gadafi (derecha) y su hijo Mutasim en un mercado de Misrata.AFP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_