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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Aspirantes a la felicidad

Javier Ocaña

La felicidad ronda por ahí, a la vuelta de la esquina. Quizá alrededor de uno de sus amigos o sus vecinos, esos de los que la cara energúmena del género humano siempre afirma que algo esconderán bajo el manto de dicha. Y sin embargo hay gente feliz; o mejor, que tiende hacia la felicidad, el estado natural al que hay que agarrarse, para luego no despeñarse. Gente como la pareja protagonista de Another year, enésima demostración de la clarividencia de Mike Leigh para reinventar el melodrama: un hombre y una mujer maduros, al borde de la sesentena, que simplemente aplican el sentido común, que inspiran paz mientras aspiran a ella, que otorgan calidez a los que les rodean por mucho que estos anden a la greña con la vida. Y así otro año, y otro, y otro. Another year, alejada de las grandes aspiraciones desde su título, es sin embargo pura trascendencia. En ella no ocurre nada, en ella ocurre todo.

ANOTHER YEAR

Dirección: Mike Leigh. Intérpretes: Jim Broadbent, Ruth Sheen, Lesley Manville, Oliver Maltman. Género: melodrama. R U, 2010. Duración: 129 minutos.

Dividida en cuatro segmentos con las cuatro estaciones del año, la película fluye a través de largas conversaciones en diversos encuentros con los seres que rodean a la pareja. Nada especial, como la vida misma. Casi revolucionaria en su humanismo sin alharacas, Another year es compasiva, piadosa y, al mismo tiempo, certera en su rectitud, en sus principios morales, en su naturalidad, en su laconismo cuando ya no queda nada más por decir. Como en las obras de Antón Chéjov, Leigh nos viene a decir que en la cotidianidad, en las minucias, habitan a veces las malas pasiones. Y también las buenas. No hace falta matar a nadie para ser una mala persona ni ser santo para ser una buena. Como aquel Timothy Spall de Secretos y mentiras, el padre interpretado por Jim Broadbent como si no hubiese sido en su vida más que ese hombre en concreto es un ser sublime en su modestia. La misma modestia desplegada por Leigh. "No soy un cineasta intelectual. Mis películas responden a la manera de ser de las personas, reflejan mi modo de ver las cosas", decía, en 1994, el director de Hard labour (1973), Meantime (1983), Naked (1993), El secreto de Vera Drake (2004), y otras tantas extraordinarias películas. Cuarenta años poniéndonos delante del espejo.

Jim Broadbent y Ruth Sheen, en <i>Another year. </i>
Jim Broadbent y Ruth Sheen, en Another year.
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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.
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