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Ola de cambio en el mundo árabe

Los gadafistas impiden a los civiles abandonar Sirte

Los rebeldes toman el pueblo de Gadafi, cercano a la ciudad sitiada

Francisco Peregil

Después de dos días de tregua más o menos respetada, los rebeldes de Misrata emprendieron ayer una de sus mayores ofensivas contra Sirte, la ciudad del clan Gadafi. En medio del caos y la confusión que se vivía en el frente, el miliciano Mohabed Abdala, de 28 años, parecía tranquilo y contento. El domingo participó en la toma de Abu Hadi, el pueblo natal de Muamar el Gadafi, a unos diez kilómetros de Sirte, y la operación fue un éxito, según su testimonio: "Lo hemos conquistado. Hoy, la situación en ese pueblo es de calma. Apenas tiene 3.000 o 4.000 habitantes, no ha sido demasiado difícil y no hay apenas francotiradores. Nos quedan solo algunos lugares dentro del pueblo por conquistar, alguna pequeña resistencia, pero hoy terminaremos de controlarlo".

Lo que preocupaba a Mohamed Abadala era lo que tenía enfrente: el complejo de edificios de Wanadugu, donde Gadafi solía acoger a los líderes de la Unión Africana. Allí se estaba librando la mayor batalla del día. "Hace más de una semana, durante la última gran ofensiva, llegamos hasta ahí, nos lanzaron muchos cohetes y tuvimos que retroceder. Es un lugar muy complicado para atacar, porque tiene muchos árboles y muchos pequeños edificios. Y ellos se mueven, disparan cohetes y cambian de posición constantemente. Por eso no pudimos entrar. Pero esta vez va a ser distinta. Discúlpeme ahora, pero me toca atacar de nuevo".

Sin consultar a ningún mando, Abdala se subió en una camioneta armada con una batería antiaérea y se lanzó hacia Wanadugu, el lugar desde el que provenían todos los disparos. No habían pasado dos minutos cuando Abdala llegó con el coche, bajó sonriendo y se abrazó a sus compañeros. "Acabo de destruir un edificio que estaba antes de Wanadugu, lo acabo de ver con mis propios ojos, Alá es grande", decía.

A cada momento se oía el estruendo de algún cohete, un sonido estremecedor que no inquietaba a ningún rebelde. Varios milicianos se extrañaban de que hubiese algún periodista por allí sin casco ni chaleco antibalas, pero ninguno de ellos lo llevaba tampoco. De pronto, llegaron unos tres heridos que fueron trasladados inmediatamente a una mezquita cercana que ejerce las funciones de centro de atención primaria.

Cerca del frente de Wanadugu, en la entrada de Garbiat, el soldado Mohamed Abodaboss comentaba que mientras en las últimas 48 horas habían salido unos tres mil civiles de Sirte, ayer apenas lo hicieron 25 vehículos. "Los malauain, que es como nosotros llamamos a los civiles con armas leales a Gadafi, ya no dejan salir a las familias. Incluso un vehículo de la Cruz Roja que ha entrado en Sirte ha tenido que volverse porque había demasiados disparos".

Los rebeldes consultados coincidían en señalar que habían tomado Abu Hadi, el pueblo natal de Gadafi, y que esta vez la ofensiva sería más efectiva que las anteriores. Pero al caer la tarde continuaban los tiros en Abu Hadi. Quedaba la duda de que, una vez más, por la noche los gadafistas volvieran a ocupar las posiciones supuestamente perdidas durante el día, como ha venido ocurriendo durante las últimas semanas.

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El comandante, Wagdy Tabyt, explicaba por qué la toma de Sirte se retrasaba una y otra vez. "Ellos tienen las armas más modernas. Y conocen la ciudad. Muchos de nosotros no hemos estado ahí nunca. Pero, al principio ellos creían que nosotros no estábamos dispuestos a morir y ahora se están dando cuenta de que vamos a dar la vida por la libertad de este país".

Mientras tanto, en Trípoli, el jefe militar del Consejo de Transición de Trípoli volvió a pedir a las milicias rebeldes que no se paseen por las calles con el armamento pesado. Pero su petición era solo eso: una petición, un deseo explícito que trasladaba el malestar de miles de ciudadanos en Trípoli a los que ya no les hace tanta gracia los tiros de celebración que se oyen cada noche. Nadie tiene autoridad ahora mismo para expulsar de Trípoli a ninguna milicia rebelde de otra ciudad, y mucho menos, para retirarle las armas. Muchos de esos rebeldes tal vez sean más necesarios en Sirte que en Trípoli. Pero los mandos militares de Misrata no quieren renunciar al frente político de la capital.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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