Los emergentes socialistas intentan disputar a Kirchner su base electoral
Binner amenaza con desplazar a los radicales como segunda fuerza política
El socialista Hermes Binner aspira a convertirse, el 23 de octubre, en el jefe de la oposición argentina, desplazando por primera vez a los radicales y recuperando para su histórico partido un papel protagonista que perdió en los años cuarenta del siglo pasado. La irrupción en la política nacional de Binner, un médico de 68 años que fomenta una austera imagen de honestidad y seriedad y que ha desarrollado su actividad en la rica provincia de Santa Fe, es la gran novedad de las próximas elecciones presidenciales, que, según predicen todos los sondeos, ganará la peronista Cristina Fernández de Kirchner.
El candidato socialista parte con una ventaja y un inconveniente: su balance como gobernador de Santa Fe es muy bueno, con una gestión impecable de transparencia y eficacia, pero su edad no le permite confiar en proyectos a muy largo plazo y su imagen "sosa", de orador "del interior", poco habituado a la elocuencia y el cuerpo a cuerpo tan frecuentes en Buenos Aires, le dificulta el contacto con una parte del electorado, acostumbrado al bullicio peronista. Tal vez por eso, su presentación como candidato esta semana en el teatro Gran Rex, de Buenos Aires, estuvo rodeada por un espectáculo moderno de baile y de máscaras, protagonizado por jóvenes, y lleno de colorido.
El líder socialista defiende un Estado fuerte que oriente la economía
El proyecto de Binner se llama Frente Amplio Progresista y reúne a un pequeño grupo de agrupaciones de "izquierda democrática" en torno al renovado Partido Socialista, que se refundó en 2002, después de una larga historia de rupturas y peleas. Los socialistas argentinos que en la década de los treinta, gracias a las nuevas oleadas de inmigración, alcanzaron su máxima representación parlamentaria, fueron los impulsores de buena parte de los avances sociales en la política argentina, hasta que, a mediados de los cuarenta, apareció el fenómeno peronista y le arrebató, no solo esas banderas, sino su conexión con el movimiento sindical.
Dentro de las múltiples fracturas y desencuentros que corroen hoy a los diferentes grupos de oposición, Binner se esfuerza por lanzar un proyecto capaz de recoger el voto progresista que no apoya al kirchnerismo y crear una tercera oferta electoral, de centroizquierda, frente a la opción que representa el intendente de Buenos Aires, Mauricio Macri (centroderecha) y al peronismo, reagrupado en torno a la actual presidenta. Para ello necesita desbancar en octubre del segundo puesto al radical Ricardo Alfonsín, que renunció en su momento a una alianza con Binner y que obtuvo un pésimo resultado en las recientes elecciones primarias.
El proyecto de Binner tiene un carácter marcadamente conciliador. El político socialista critica al gobierno de Cristina Fernández por su espíritu de confrontación, su falta de dialogo y sus niveles de corrupción e intenta diferenciarse con un mensaje opuesto, más amable y confiado, pero no presenta un programa con grandes vuelcos en la política económica ni social. En el mitin del Gran Rex, insistió en que la crisis que, a su juicio, sufre Argentina es mucho más política que económica. ese mismo gobierno. Su propuesta incide más en una alternativa ética y de consenso nacional que en una reforma económica o social profunda.
Binner se cuida de no atacar frontalmente a la presidenta, muy popular, sino que se esfuerza en presentarse como una alternativa real que quiere gobernar el país, aunque quizás no lo consiga en esta ocasión, desde un proyecto más solidamente democrático que el actual. El dirigente socialista combina esa oferta con la defensa de un Estado fuerte, que esté presente, sobre todo en la marcha de la economía, algo que, según las encuestas, ansía la mayoría de los argentinos, escarmentados tras la terrible peripecia del corralito de 2001.
En el Gran Rex el único orador fue Hermes Binner, aunque apareció rodeado de la candidata a vicepresidenta, Norma Morandini, y por los diputados, senadores y alcaldes que militan en los diferentes grupos del Frente Amplio Progresista. La idea era transmitir una impresión de liderazgo y claridad, que se oponga al batiburrillo y ruido que protagoniza la oposición en su conjunto desde hace meses.
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