_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La humillación de Joan Ridao

Enric Company

Uno de los problemas endémicos de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), quizá el mayor, la debilidad de su dirección, acaba de mostrarse de nuevo con toda su crudeza el pasado fin de semana. El hombre fuerte del partido en la última década, Joan Puigcercós, ha cedido la presidencia a Oriol Junqueras, un militante de corta e irrelevante trayectoria pese a haber sido eurodiputado. El cambio ha sido forzado por las sucesivas escisiones padecidas por Esquerra bajo el mandato de Puigcercós y los desastres encadenados desde 2006 en todas las elecciones, ya fueran generales, autonómicas o municipales.

Lo más significativo de esta operación es, sin embargo, que Puigcercós ha forzado también en su caída el relevo de Joan Ridao en la secretaría general. Este puesto será ocupado por Marta Rovira, una figura de perfil aún más irrelevante que el de Junqueras. Los militantes les han elegido como tándem, en una operación a la que solo se opuso, inútilmente, el propio Ridao. En la misma jornada Ridao ha perdido también, además, su apuesta para repetir como cabeza de lista del partido en las legislativas del 20 de noviembre. Le sustituirá Alfred Bosch, un escritor y profesor de historia sin experiencia política en las instituciones que ni siquiera está afiliado a Esquerra. El resultado de esta elección interna no deja duda alguna acerca de quién controla la organización. Desde luego, no era Ridao en su condición de secretario general, sino quienes confeccionaron el tándem ganador, entre los que destacan los afines al propio Puigcercós.

La elección de Junqueras y la sustitución de Ridao por Bosch le hace la vida más fácil a Convergència
Más información
Ridao se somete a la disciplina de partido y anuncia que hará campaña por Bosch

La jornada electoral de Esquerra se convirtió así en un auténtico acto de humillación pública de Joan Ridao, que ha pagado el atrevimiento de ejercer la secretaría general sin contar con el apoyo de los círculos de poder interno controlados por Puigcercós. Antes que él, había sido ya derrotado también por idénticos motivos el exsenador Carles Bonet, que ni siquiera logró reunir las firmas necesarias para avalar su candidatura.

Con la derrota de Ridao, la marginación de Bonet y el portazo dado hace unos meses por Josep Lluís Carod, Esquerra queda inerme, más que nunca, frente a la fuerte y constante presión que sobre este partido ejercen los grupos y partidos independentistas que orbitan en torno a ella. Es un colorido universo en el que el radicalismo verbal no impide una equidistancia entre derecha e izquierda o la coexistencia de discursos izquierdistas y conservadores. Esquerra y Convergència rivalizan para influir en este universo de entidades, grupos y pequeños partidos. Muchos de ellos, a su vez, tienen por principal objetivo influir sobre Esquerra y Convergència.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

La sustitución de Ridao por Bosch como candidato republicano en las elecciones legislativas puede parecer un fichaje de Esquerra en esta cantera. Bosch fue el portavoz de la plataforma que promovió la campaña de agitación que culminó en abril de 2010 en la ciudad de Barcelona con un simulacro de referéndum sobre la independencia. Aquella campaña contaba con el apoyo abierto de ERC y CiU, de los dos partidos surgidos de sendas escisiones de Esquerra cuando formaba parte del Gobierno catalán, Reagrupament y Solidaritat, y de las entidades que agrupan al universo social independentista.

Sus promotores, encabezados por el propio Bosch, la consideraron un gran éxito, por el grado de participación alcanzada. Más allá de la mera propaganda, sin embargo, su principal objetivo era condicionar la agenda política de los partidos nacionalistas. La de Esquerra en primer lugar, en su condición de partido independentista. En segundo lugar, la de Convergència. Ni que decir tiene que para el partido de Jordi Pujol este tipo de influencia es perfectamente digerible y compatible con cualquier política, incluida su alianza informal con el PP. El caso de Esquerra, en cambio, es otro. Tras su agitada experiencia en los Gobiernos de izquierdas entre 2003 y 2010, ERC tiene la imperiosa necesidad de decidir si quiere adquirir una cultura de gobierno o apuesta por la vía profética y testimonial. La sustitución de Ridao por Bosch apunta en la segunda dirección. Y ni que decir tiene que esto le hace la vida más fácil a Convergència.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_