¿De quién es mi lengua?
Fama tienen los nacionalistas catalanes de ser políticos astutos y esquinados. Resultan graciosas las palabras que a ellos les dedica Azaña en sus memorias porque parecen escritas antes de ayer. No han cambiado ni de peinado. En el asunto de la resolución constitucional el interés del Gobierno catalán estriba en llevarlo al terreno metafísico de los derechos de las lenguas, como si Cataluña fuera un lugar poblado por diccionarios y no por ciudadanos. Con ello quiere evitar el conflicto verdadero que es el siguiente: ¿deben los políticos catalanes someterse a los tribunales españoles? Esa es la cuestión y no otra. Yo diría que los nacionalistas (término que en la actualidad incluye a los socialistas del PSC para perplejidad de la gente sensata) no creen que deban obedecer las sentencias de los tribunales españoles y nunca lo han hecho en materia de enseñanza. De ahí la frase de Mas, tan categórica, de que los jueces españoles "le están tocando las narices". No hay que ser un lince para adivinar que cuando los nacionalistas hablan entre ellos sobre los jueces españoles se refieren a unos empleados que podrían trabajar para la corona noruega.
Me parece prudente no hacerse ilusiones. Los nacionalistas actúan ya como si fueran un estado independiente y en ello tienen una deuda notable con el actual presidente de gobierno. La verdad es que si yo perteneciera al círculo de poder y de intereses de los nacionalistas haría lo mismo. ¿Quién me va a detener? Si digo a todo que sí y hago luego lo que me viene en gana, como hasta ahora, y nunca ha habido consecuencias, ¿las va a haber mañana? Si digo, como vengo diciendo, que las resoluciones de la justicia española son para mí como las de la justicia belga, ¿me van a enviar a la guardia civil? Yo diría que en este asunto la administración española ha perdido todo poder sobre Cataluña y también toda autoridad. Más sencillamente, la administración española, de hecho, tiene en Cataluña una vida ancilar. No hay que engañarse: a nadie importa, dentro de ambas jerarquías, en qué lengua hablan los súbditos. Lo importante en una democracia tan imperfecta como la nuestra es quién manda sobre esos súbditos, quien es el amo, de quién son esos súbditos. Y en este particular las cosas están cada vez más claras.
Félix de Azúa es filósofo y escritor
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.