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Reportaje:Singulares | José María Roncero, piloto de aviación e inventor

"Sé cómo funciona un platillo volante"

El investigador ha ganado un premio en Ginebra con un imán para almacenar enseres de limpieza - "He arriesgado mucho en este negocio", afirma

Este genio, natural de las Rozas, alterna su trabajo en las alturas con su gran afición: crear aparatos que hagan la vida más fácil.

"Yo sé cómo funciona un platillo volante". A sus 20 años, José María Roncero dejó claro a su padre que lo que a él realmente le gustaba, era inventar. Bueno, y pilotar aviones. Su progenitor le pagó la primera patente, la que sería un avión con turbinas que en vez de llevar alas volaría con giróscopos (un disco que gira rápidamente sobre un eje) para darle así más estabilidad e inercia al aparato. El invento, esa aeronave en forma de platillo volante, que le costó a su progenitor un millón de las antiguas pesetas, consumiría menos combustible, correría más y podría sobrevolar el espacio. Poco después lo patentó en Estados Unidos y asegura que la NASA se interesó por él, pero al final, el proyecto se estancó.

"Mucha gente no te toma en serio cuando les digo que soy inventor"
Viendo los partidos del Mundial creó la camiseta de fútbol 'desgarrable'

Han pasado 21 años desde entonces. Ahora, este madrileño es piloto de la compañía aérea Air Europa, pero los ratos libres los dedica a su gran afición. El pasado mes de abril ganó la medalla de plata en la Feria Internacional de Invenciones de Ginebra con el imán para el almacenamiento de los utensilios de limpieza. Y todo gracias a su mujer, Belén. "Cuando me mandaba al armario de la cocina para sacar el cubo de la fregona, siempre se me caían los palos de las escobas y el resto de material. Además, el suelo estaba hecho una porquería. Un día, Belén me dijo: hay que pensar en algo". Minutos después... ¡Eureka! Roncero tuvo la solución. "Si colocas un imán en el capuchón del palo de la fregona y pegas una placa de hierro en el techo del interior del armario, los utensilios se quedan colgados y dejan de molestar". Así nació Magnetools, su nombre de pila.

Roncero no cumple para nada con el arquetipo de inventor que se puede uno imaginar. No tiene los pelos alocados ni utiliza lentes. Al contrario. Su presencia impone los primeros minutos. Viste una camisa clásica a rayas y pantalones de pinzas; su pelo, cubierto de canas, está fijado con unas ondas perfectas. Tiene la voz grave y mirada de felino. Pero cuando se descuida se le escapa una sonrisa.

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Quiere sacar este invento adelante sea como sea. El objetivo es encontrar distribuidores interesados en vender su imán. Y es que tiene que amortizar los 60.000 euros que se ha gastado desde que hace ocho meses presentó su invento en la Oficina española de Patentes y Marcas, organismo perteneciente al Ministerio de Industria. "Solamente registrarlo costó 6.000 euros. Después tuve que pagar los 10.000 palos de fregona que compré para fabricar mi invento; más los 10.000 imanes, los gastos en publicidad, etcétera". También ha grabado un anuncio publicitario. Si consigue que los supermercados se interesen por Magnetools, el siguiente paso sería encontrar un socio que le preste los 420.000 euros que le hacen falta para patentarlo por todo el mundo.

Roncero reconoce que la mayoría de las ideas le llegan en casa. El año pasado, mientras veía con la familia los partidos del mundial, se le volvió a encender la bombilla y creó la camiseta de fútbol desgarrable. "Los jugadores tienen la manía de coger al rival y sujetarlo con fuerza para que no pueda correr. Pensé en la solución: sustituir las costuras de hilo por velcro para que la camisa se rompa sin problemas". Asegura que un directivo el Fútbol Club Barcelona le llamó por teléfono para interesarse por su invento.

Su hijo mayor se ríe de sus ocurrencias, Belén le pide soluciones y el pequeño, Álvaro, de 14 años, "también tiene buenas ideas". Odia que lo tomen por loco y esto, en España, sucede a menudo: "Mucha gente no te toma en serio cuando les digo que soy inventor". Recuerda una vez que fue a presentar su platillo volante a una empresa de construcción aeronáutica y lo recibieron con guasa: "¡Ah, tú eres el del ovni!". Y eso que este país puede presumir de genios: en la última feria de invenciones de Ginebra, de abril, España cosechó nueve medallas de oro, siete de plata y tres de bronce.

Estas noches de verano le ha tocado cubrir como piloto la ruta Madrid-Ibiza y cuando está en las nubes piensa en nuevas ocurrencias relacionadas con la aviación. Un compañero de las alturas, harto de no encontrar el otro par del calcetín cuando lo saca de la lavadora, quiere que se invente un mecanismo que permita saber cuál es su par sin estar rebuscando entre la colada.

Pero este piloto está centrado en el imán: "He arriesgado mucho en este negocio". Si le saliera bien la jugada lo tiene claro: dejaría de volar y dedicaría todo el tiempo al platillo volante. Quién sabe, quizá algún día, un platillo sobrevuele nuestras cabezas. Todo es cuestión de proponérselo.

José María Roncero ante una de sus invenciones, un imán para almacenar enseres de limpieza premiado en la feria de Ginebra.
José María Roncero ante una de sus invenciones, un imán para almacenar enseres de limpieza premiado en la feria de Ginebra.CLAUDIO ÁLVAREZ

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