La musa fue un grafiti
Kid Acne (Malaui, 1978) fue un niño precoz e inquieto. Al menos lo suficiente como para lanzarse a hacer más bonitas las calles de Leicestershire (Reino Unido) con sus taggeos -el equivalente a una firma, en jerga grafitera- a la tierna edad de 12 años. Ese era solo el principio. Su pasión por los dibujitos fue en aumento hasta el punto de que a los 15 años ya tenía una diversificación masiva de aficiones en las que incorporarlos. Hizo fanzines, películas en súper 8, creó su propia marca de pintura en espray e incluso comenzó con unos amigos una carrera discográfica a ritmo de hip-hop.
Echando la vista atrás, de todas las aventuras en las que se ha embarcado, la más exitosa es sin duda la relativa a la ilustración en la calle, con permiso de su floreciente carrera musical. Kid Acne ha sido capaz de crear su propio universo paralelo. En él, los personajes (siempre recurrentes) tienen como misión escapar grácilmente de la estética habitual del arte exterior. "Es cierto que son muy femeninos", cuenta en conversación telefónica. "Es un factor muy importante para mí, porque las pintadas son muy de gente que quiere probar su masculinidad. Yo, de hecho, quería demostrar que también se puede hacer lo contrario".
"Las pintadas son de gente que quiere probar su masculinidad. Yo busco todo lo contrario, más feminidad"
"Yo dibujo, y luego mis amigos me explican de qué van mis propias ideas. En realidad no busco algo profundo"
Vaya si lo hizo. Su retahíla de animales antropomórficos ha aparecido impresa en tablas de skate, interiores de bares, ropa de punto e incluso una colección limitada de camisetas para Prada en el otoño de 2006.
Y él, encantado. Dice de las colaboraciones con otros artistas o firmas que son "de lo más excitante, porque ofrecen resultados a los que uno no llegaría por sí mismo".
La última llamada a la confluencia artística ha venido de la mano de Patrick Guedj, director creativo de Kenzo Parfums. Estaba buscando a alguien que taggeara una serie de fotografías suyas para exponerlas al tiempo que se lanzaba la nueva fragancia de la casa nipona, FlowerTag.
El encuentro, en este caso, fue fruto de la más pura casualidad. "Un amigo común", dice el grafitero, los puso en contacto. Y se produjo el flechazo. "Cuando vi su trabajo, supe que tenía que ser con él. Sus dibujos son poéticos y están llenos de humor", aclara Guedj. Así que le dio vía libre. "Lo único que me pidieron es que fuera espontáneo y colorido", apunta Acne, "hice algún boceto previo y luego me lancé al trabajo final". El resultado podría describirse como ecléctico y divertido, pero carece de un hilo conductor aparente. "Yo dibujo, y luego mis amigos explican de qué van mis propias ideas. En realidad no busco algo profundo, sino que es mucho más espontáneo que todo eso. Es lo que he hecho desde que era pequeño", comenta el artista.
Al analizar detenidamente ese entusiasmo natural, una duda puede asaltar al espectador: ¿la obra de Kid Acne es grafiti o ilustración? Él mismo evita encasillarse en cualquiera de las dos categorías. "Durante los últimos veinte años me han dicho que es una u otra. De lo que no hay duda es de que se trata de arte callejero, así que lo más factible es describirlo como un trabajo a medio camino entre ambas disciplinas".
Sea como fuere, la unión de su talento con el de Guedj acabó por ver nacer la exposición Night birds (ya se imaginan las razones del título: fotografías tomadas de noche y modificadas por una persona que principalmente trabaja al ponerse el sol) en un pequeño local de la plaza de las Victorias de París. Las instantáneas se pudieron visitar tan solo cuatro días entre finales de junio y principios de julio. Luego se pusieron a la venta y el dinero recaudado fue a parar a la Cruz Roja japonesa.
Si hay que echarle la culpa a alguien, fue un incidente casual, en 2003, el que puso a Guedj sobre la pista de esta colaboración. En una muestra al aire libre en el parisiense Jardín de Luxemburgo, el director creativo de Kenzo presentaba, junto a Véronique Durrety, otras capturas nocturnas. Lo que a priori era una muestra estrictamente fotográfica derivó en una obra de arte improvisada y colectiva. Es lo que tiene exponer en la calle, en lugares con poca vigilancia nocturna. "Al final de la muestra estaban todas taggeadas por grafiteros", comenta. "En la mayor parte de los casos, las manchas destrozaban las piezas, pero hubo dos en las que el cambio fue a mejor. Le añadía un nuevo significado a la fotografía". Así que descubrió una nueva vía en la que investigar. Pero ¿por qué permitir que un artista cualquiera las manipulase cuando podía encontrar un grafitero que lo hiciese como a él le gustaba? Efectivamente, ahí fue cuando entró en escena Kid Acne.
Quién sabe si esa casualidad de hace ocho años fue el auténtico embrión de algo aún más grande que el lanzamiento de un perfume. Una ola de cambio podría estar inundando todos los aspectos de la marca (fundada por Takada Kenzo en 1970 y propiedad de LVMH Moet Hennessy Louis Vuitton desde 1993), que se diversifica entre la cosmética y la moda. Lo cierto es que el ejercicio de abrir las ventanas de par en par para que entre una ráfaga de aire (y talento) fresco debería ser obligado en cualquier empresa.
El arte callejero de Kid Acne, la creación de su fragancia más subversiva hasta la fecha e incluso el reciente fichaje de Humberto Leon y Carol Lim -fundadores de la modernísima firma americana Opening Ceremony- en la casa de moda no parecen sino síntomas de una apuesta por la evolución en la estrategia de la casa.
El objetivo es claro: conquistar a un consumidor mucho más joven e irreverente que no conoce las tradiciones milenarias del país del Sol Naciente. Es más, no le importan. Para llamar la atención de este nuevo público recurren a referentes más cercanos y actuales, como los diseños de inspiración estadounidense o la subcultura de las pintadas.
¿Significa esto un giro en el rumbo del buque? Guedj concede que los cambios están ahí, pero niega que vayan a contracorriente. "FlowerTAG, por ejemplo, será una fragancia totalmente nueva que inyecte sangre fresca a Kenzo. Lo hará a través del vocabulario, la forma en que se expresa gráficamente y también en el modo de comunicarse con el consumidor. Pero no va en dirección opuesta al universo de la marca, porque desde siempre Kenzo ha disfrutado rompiendo las reglas y sorprendiendo a la gente, ligándose con el arte".
Firma olfativa
El frasco de FlowerTag (41,34 euros) mantiene las líneas sinuosas de la fragancia femenina insignia de la casa, Flower by Kenzo. El escenario en el que se inspira también sigue siendo una escapada en la ciudad. Pero lejos de la evasión en los tejados a la que nos remitía el perfume original (lanzado por primera vez en el año 2000), ahora toca disfrutar de la experiencia urbana con los pies bien en la tierra. Es por eso por lo que adopta un apodo tan coloquial como tag. Quienes hacen pintadas en la calle taggean sus obras al final, a modo de rúbrica subversiva. No es diferente a la de esta fragancia, que firma su presencia en nuestro cuerpo con aromas afrutados (principalmente mandarina, grosella y ruibarbo). Lo de la subversión, en este caso, lo dejamos a su elección.
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