Loco por Madagascar
Madagascar es la cuarta mayor isla del mundo. Y esconde tesoros prodigiosos. El naturalista David Vieites (Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, CSIC) recuerda uno de esos momentos, bajo la lluvia de un ciclón, cuando contempló algo que casi nadie había visto: el apareamiento de dos ranas de la especie Guibemantis tornieri en la región de Ranomafana, en la zona central. El macho, en vez de colocarse sobre la hembra, se sienta sobre su cabeza, y la masajea con sus glándulas femorales; ella pone los huevos a la vez que "puedes ver cómo el esperma nada buscando el camino por la espalda de la hembra hasta fertilizar los huevos".
Tras cursar la carrera de biología y conservación de paisajes naturales en la Universidad de Vigo, Vieites obtuvo el premio extraordinario de doctorado y, a partir de 2004, completó su formación en el Museo de Zoología de la Universidad de Ámsterdam y en el de Zoología de Vertebrados de la prestigiosa Universidad de Berkeley.
David Vieites
Lleva 12 años organizando expediciones a la isla de Madagascar, un extraordinario laboratorio de la naturaleza menos adulterada. Su pasión son las ranas. Trabaja para el Museo Nacional de Ciencias Naturales.
Su último trabajo recoge el hallazgo de 221 nuevas especies de anfibios en este santuario africano
El hechizo de un lugar como Madagascar le dura ya más de 12 años, tiempo durante el cual Vieites ha realizado numerosas expediciones a la isla y publicado trabajos que han asombrado a los expertos. El último, en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), recoge el hallazgo de 221 nuevas especies de anfibios en la isla, una absoluta sorpresa. Lo que también se suma a las numerosas publicaciones en revistas como Science o Nature, que han convertido a este español en uno de los naturalistas que mejor conocen este santuario natural.
"Allí no hay dos ranas que canten igual", dice. Su voz llena la isla en la época de reproducción con matices casi infinitos. Es como enfrentarse a una sinfonía en vez de escuchar un instrumento suelto. Hay ranas de piel venenosa, de colores brillantes o de cuerpos transparentes, como hechos de cristal; y las hay tan diminutas que ocupan la mitad de una uña humana. Enseña uno de sus descubrimientos: una ranita bautizada como Stumpffia sp. "Tras muchos años, sabemos cómo encontrarlas. Viven en la hojarasca y emiten un silbido agudo. Tienen unos pulmones increíbles, con una resonancia brutal".
Los animales en miniatura de Madagascar son un caso espectacular, una versión real del reino liliputiense de los animales. Uno de los colegas de Vieites, Miguel Vences, descubrió un camaleón, Brookesia minima, sobre una brizna de hierba, al levantarse después de una caída accidental, cuya longitud ¡apenas sobrepasaba la cabeza de fósforo de una cerilla! Los camaleones, incluso los más grandes, son difíciles de ver durante el día. Y algunos muestran un carácter muy agresivo. En un control policial en el sur de la isla, uno de los oficiales pidió dinero a los expedicionarios españoles por dejarles pasar. Vieites llevaba en un saco un ejemplar de camaleón de la especie Furcifer verrucosus y el policía se lo arrebató. Al abrir el saco, el camaleón saltó de estampida y el hombre huyó despavorido.
Resulta difícil resumir una década de expediciones a una isla que además ha perdido casi el 80% de la selva desde 1979 por culpa del ser humano y que persiste en una estrecha franja en la parte más oriental.
Madagascar se separó de África hace unos 165 millones de años. Entre ambos se abre un desfiladero oceánico de 3.000 metros de profundidad. Apreciar la increíble belleza de este santuario tiene su precio: días enteros bajo la lluvia, aguantando la furia de los ciclones, o enfermedades como el dengue o la malaria. O cocodrilos de más de seis metros que pueden convertir un baño en un sangriento chapuzón.
La imparable destrucción del hábitat es, para Vieites, el mayor problema de Madagascar, más que el cambio climático, al que la población de anfibios resiste sorprendentemente en la isla.
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