Triunfo (póstumo) del 'kirchnerato'
Las elecciones presidenciales en Argentina, previstas para el próximo 23 de octubre, es como si se hubieran celebrado ya; el pasado domingo. Ese día un 78% del electorado votó decisivamente en unas elecciones llamadas primarias que, a todos los efectos, fueron un ensayo general con vestuario, apuntador y bises para el público, del estreno de octubre. Tanto que la presidenta en ejercicio, Cristina Fernández, peronista dizque de izquierdas, puede pensar que está comenzando ya su segundo mandato.
Nadie dudaba de que, con un único candidato por formación política, ganaría Fernández, viuda del expresidente Néstor Kirchner, al que sucedió en 2007. Lo que se dirimía, en realidad, era quién obtendría la candidatura con el segundo mayor acopio de votos, en la teoría de que, quien quiera que fuese, podría forzar a la líder del oficialismo a una segunda vuelta, y en ella todo el espectro político cerraría el paso a un tercer mandato del matrimonio: el primero de Kirchner (2003-2007) y el segundo, a continuación, de Cristina Fernández.
Quizás lo mejor que tiene la exseñora Kirchner es su viudez
La repentina muerte del marido en octubre de 2010, y una serie muy vistosa de éxitos de la oposición en las últimas elecciones provinciales en Buenos Aires y Santa Fe, parecían alentar esa esperanza. Sobre todo porque precisamente así fue como Néstor Kirchner había llegado al poder en 2003, cuando el presidente en ejercicio Carlos Menem -ambos peronistas, pero renovador el aspirante y oficialista el titular- renunció a postularse en segunda vuelta, pese a haber ganado ampliamente en la primera, porque sabía que su botín de sufragios había tocado a su fin, y a partir de ahí todo lo que no fuera suyo sería del otro. Esa es la noción, sin embargo, que ha saltado ahora hecha pedazos.
Para empezar, ni siquiera ha habido un segundo, sino dos. Cristina Fernández ha marcado un 50% cumplido de votos y sus parvos competidores, el radical Ricardo Alfonsín y el peronista disidente Juan Carlos Duhalde, han bailado apenas arriba del 12%. Y esa brecha ya no la salva nadie, porque con la reforma electoral de 2009 quien saque un 40% de papeletas con una diferencia de 10 puntos sobre el siguiente clasificado, o el 45%, se proclama sin más presidente electo.
¿A qué se debe el formidable resultado de la señora Fernández? La situación económica es buena -aunque con una apreciable inflación- y un crecimiento que permite subsidiar al pueblo más modesto, mayoritariamente cautivo de un etos que no olvida a los fundadores, el general Perón y Evita; o, mejor, en orden inverso. La grisura de la oposición, con reputaciones erosionadas por su misma supervivencia política como el eterno -y expresidente- Duhalde, o un Alfonsín al que no favorece el desastre en que acabó la presidencia de su padre, Raúl Alfonsín, en los años 80, que tuvo que dimitir en medio de un caos intratable. Pero, quizás, lo mejor que tiene la exseñora Kirchner es su viudez. Ella misma, sin pizca de ironía, ha reconocido que su campaña "fue una terapia", un intento de exorcizar el recuerdo del esposo, como si recabara el voto espectral por el más allá. Por ello, la presidenta ha tenido tanto interés en recordar que a Néstor Kirchner "de tanto pelear le estalló el corazón". Y ya se sabe que, en las sociedades católico-latinas, los muertos mejoran mucho con respecto a lo que fueron en vida.
La enseñanza de esta entronización anticipada de la señora presidenta es que en Argentina no existe un sistema autónomo de partidos, que lo que hay es personalismo y recuerdos, nostalgias incluso, y el votante sigue al líder, no al programa, que es con frecuencia indistinguible del que manosea el rival. Y, en último término, se ha dado también una decisión que acabó de allanar el camino de Cristina Fernández. El único personaje que podía morder en su electorado prefería esperar a las elecciones de 2015. Mauricio Macri, que infligió la más severa derrota al candidato oficialista en la ciudad de Buenos Aires, en julio pasado, será el aliado más solicitado por la oposición en los comicios de octubre. Pero ni siquiera eso es probable que sirva de mucho, porque la transferencia de votos exige una disciplina que raramente existe en sociedades tan individualistas como la argentina.
El kirchnerato, el plan ideado por el difunto Néstor para que el matrimonio usufructuara el poder durante cuatro mandatos, a razón de una vez cada uno, esposo y esposa, parece haber ganado, aun después de muerto, su última batalla.
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