La calle de la Rata
En Barcelona, urbe y puerto a la vez, la presencia de estos roedores ha sido permanente
No se asusten, pero quisiera hablarles de ratas. Son esos bichos que llevan conviviendo con nosotros desde la más remota antigüedad, y que a pesar de ello nos siguen despertando sentimientos más propios de un gran depredador, que de este pequeño roedor. Con las primeras ciudades, la rata se instaló en nuestros dominios. Y a partir de las grandes epidemias de peste negra -en el siglo XIV-, ha aterrorizado a los europeos con la certeza de que pueden transmitir graves enfermedades.
En Barcelona, urbe y puerto a la vez, la presencia de las ratas ha sido permanente. Dicen que la calle de Sota Muralla, hoy desaparecida bajo el paseo de Colom, era la vía con más roedores de toda la ciudad. Situada entre el paseo de la Muralla de Mar y la hilera de edificios del paseo actual, se accedía a ella por unas escaleras y alojaba un sinfín de almacenes de mercancías de los muelles, que atraían irresistiblemente a estas criaturas. Contaba la voz popular que por sus aceras nunca se veían mujeres, pues su fama era capaz de disuadirlas.
La calle de Sota Muralla, hoy bajo el paseo de Colom, era la vía con más roedores de Barcelona
Tras una tormenta en 1987, miles de estos bichos aparecieron muertos en la playa de la Barceloneta
Durante siglos hubo plagas de ratas en la ciudad, como la de 1931. Aquel fue el gran momento para el matarratas Nogat -"el terror de las ratas"-, o para la Pasta Fosfórea Steiner, creada por el farmacéutico L. Steiner en 1846. Los vecinos más viejos aún recordarán la plaga de 1948, o la de 1963 en Mataró. En 1987 una gran tormenta inundó las cloacas y miles de estos bichos aparecieron muertos en la playa de la Barceloneta. Todavía en fechas tan recientes como 2005 o 2008 se vivieron veranos con un aumento alarmante de animalitos correteando por las calles. Incluso hay investigadores que avisan del cambio climático, que está llevando a las ratas -buenas trepadoras- a anidar en las copas de los árboles de nuestros jardines.
Uno de los muchos nombres que tuvo el callejón de Cremat Gran -ahora convertido en la plaza que hay detrás del museo Picasso- fue calle de la Rata, como recuerdo de un gigantesco roedor que en fecha indeterminada se cruzó en esta esquina con la procesión del Corpus, provocando estampidas, tumultos, gritos y desmayos. Otra de las ratas famosas de la ciudad antigua fue la que se paseó una tarde del siglo XIX por la parcialmente desaparecida calle de la Tapineria. Aquí estaban los sastres y zapateros que hacían los ajuares de novia, y era un lugar de cierto postín, visitado por señoritas de buena familia. Esa tarde, las aceras quedaron vacías al comprobarse que un gran roedor se paseaba tan pimpante por allí. Armados con escobas, un grupo de sastres salió a darle caza, pero su maña con los cortes no era equivalente a su puntería con los palos. Al final tuvo que salir una señora mayor, que con un par de escobazos acabó con la fiera. Desde entonces, una de las frases hechas más típicas de la ciudad es ese: "Dos sastres hacen un hombre". Incluso la Font del Gat de Montjuïc tenía su reverso en el Tibidabo -cerca ya de Sant Cugat-, en la Font de la Rata.
La más famosa de las vías con esta denominación fue la actual calle de las Heures, junto a la plaza Reial. Esta era la calle de la Rata, por deformación lingüística con su nombre primitivo, que hacía alusión a una "ràpita" o "redat", que es la forma catalana de designar un oratorio musulmán o morabito. Parece ser que durante la ocupación sarracena había aparecido aquí una pequeña capillita a la que siguieron asistiendo los musulmanes que decidieron quedarse, y que residían junto a las antiguas atarazanas, aproximadamente delante del actual edificio de Correos, al inicio de la Via Laietana. Seguramente, la calle de la Rata era -junto a la calle de Sarraïns (hoy del Cometa) o a la propia Rambla-, uno de los pocos recuerdos que dejó la Barshiluna árabe.
Años más tarde esta rata fue rebautizada con el nombre de un burdel, llamado "de las Hiedras". Por aquel entonces, estas aceras habían perdido su componente pío, y formaban parte del viejo barrio prostibulario. Los establecimientos dedicados al lenocinio se pintaban de rojo y con los números de la casa de mayor tamaño que las demás. Pero la aparición del barrio Chino borró todo rastro de jarana, y tiempo después cobijó la primera redacción de La Vanguardia. Para mi generación fue la calle del bar Texas, reconvertido en 1982 en el actual Sidecar. Ratas yo allí nunca he visto, pero seguro que acechan, agazapadas, para dar nombre a otro lugar de esta ciudad.
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